Como sucedió en Argentina a fines del 2013, en Brasil empieza a expandirse el temor a una rebelión policial de alcance nacional, justo cuando el Mundial de fútbol está a menos de dos meses de empezar, lo que hará que el mundo pose su mirada sobre el gigante sudamericano.
Este domingo 13, en Río de Janeiro, una marcha de agentes de la Policía Federal y sus familiares encendió las luces de alarma en el gobierno de Dilma Rousseff y de los principales Estados del país. En esa manifestación, los agentes marcharon por el paseo marítimo de Copacabana, la playa más famosa de Brasil, cargando letreros en los que exigían un reajuste salarial, mejores condiciones de trabajo y un plan de ascensos.
«Toda vez que el sindicato (de policías) se reúne con el Gobierno damos un paso atrás. Vamos a esperar hasta el Mundial, pero estamos con la misma propuesta de (los colegas) de Brasilia y de otros estados: parar durante el Mundial», afirmó el presidente del Sindicato de Servidores de la Policía Federal en Río de Janeiro, André Vaz de Mello. De esta manera, lo que en las últimas semanas resultaba sólo una estrategia retórica, pasó a convertirse en una amenaza concreta.
Para entender la dimensión del problema que representa para el gobierno del Partido de los Trabajadores este conflicto, vale informar que la Policía Federal, en ese país, es la fuerza responsable del control de las fronteras, los aeropuertos y los puertos, así como por el combate de los delitos considerados federales, como el narcotráfico y el contrabando.
Vaz de Mello deslizó que durante el Mundial, la Policía Federal puede mantener sus actividades principales y cruzarse de brazos en los aeropuertos, en donde tendrían que verificar la documentación de los miles de turistas que son esperados para esa competencia.
«El Gobierno va a tener que abrir la puerta y dejar entrar a personas buscadas (por la policía de otros países), terroristas y otras que son un riesgo para la sociedad y para Brasil en un evento tan importante como el Mundial», afirmó al citar las posibles consecuencias de una paralización en las oficinas de inmigración de los aeropuertos. Para evitar que eso pase todavía restan dos meses. Un montón de tiempo para algunos, y casi nada para otros.