El olfato de Hugo Antonio Moyano lo hizo de nuevo. Como el pasado 17 de octubre, el camionero notó la necesidad de conducción de buena parte del electorado del Frente de Todos y volvió a recurrir al evento «caravana» para canalizar allí esa potencia. En esta ocasión se llamará «caravana federal» y con ella el Frente Sindical por el Modelo Nacional se mostrará nuevamente como fuerza militante del oficialismo. Adicionalmente será un mensaje interno para quienes miden el aceite cegetista pensando en el congreso de renovación de autoridades que, vacuna mediante, podría llegar antes de mediados de 2021.
El #17N, día de la militancia, se transformará, entonces, en otro acto político sindical que tendrá como vórtice a Moyano. Evidentemente, con el paso de los años, supo cosechar una lectura de la realidad que le sirve para convertirse en el catalizador de una porción de la expresión popular y esa virtud maquilla el desgaste que sufrió su estructura gremial con el paso de los años. En otras palabras, con menos dirigentes aliados y menos base social no deja el centro del ring, le disputa sentido a sus competidores y aunque sus golpes parecen tener menos potencia, su precisión parece haber mejorado.
No casualmente el mismo día se tratará en la Cámara de Diputados el proyecto con la firma de Máximo Kirchner que propone un aporte extraordinario a las grandes fortunas. Según pudo confirmar InfoGremiales la convergencia temporal de los eventos estuvo coordinada superestructuralmente y creen que será beneficiosa para ambos. Un Win-Win. La caravana servirá de apoyo y respaldo popular para proyecto que generó fuerte resistencia en el arco opositor y el poder económico; y el proyecto servirá de excusa para engrosar y masificar la convocatoria moyanista y dotarla de un propósito adicional. La buena relación de los camioneros con La Cámpora ya tuvo varios capítulos este año. Las frecuentes reuniones con la gestión de Axel Kicillof y el persistente diálogo con Wado De Pedro son sólo unos ejemplos. Ahora se corona con una conjunción de alto impacto en el mundo político.
La cita volverá a poner en evidencia otro juego del camionero que suele ser muy cuestionado por sus pares: las apuestas que hace para promover oposiciones en los sindicatos con los que no comulga. El camionero ya tiene candidatos propios entre los choferes de colectivos de la UTA, dirigentes aliados en el gremio de lecheros y hasta se animó a entrometerse en Comercio. También en otra decena de sindicatos menores. Agiganta grietas internas y apadrina listas para competir por la conducción. No siempre con buen resultado. Sin embargo esa audacia es «imperdonable» en un mundo donde cada uno tiene exactamente limitado y tabicado su poder.
Como contraposición la CGT otra vez parece haber equivocado su temporalidad. Trató de mostrarse dura y hasta amagó con una medida de fuerza justo la misma semana en la que el Gobierno parece retomar algo de la iniciativa perdida. Esa advertencia, que quedó más como un llamado de atención que como una amenaza real, derivó en un fuerte cruce intestino. «Ustedes ahora nos vienen a correr por izquierda y después andan pidiendo que pare el transporte para garantizar el paro porque no pueden parar nada», respondió un importante dirigente del Transporte ante el pedido de paro de uno de los referentes de los Independientes.
Como sea, el asunto volvió a dar cuenta de una tesis que ya hemos esbozado aquí: la cúpula de Azopardo está más preocupada por ser parte de la mesa en la que se toman las decisiones que por las decisiones que puedan llegar a tomarse. Para muestra un botón: «No nos podemos enterar por los diarios que hay un ajuste», explicó Rodolfo Daer. «Las cuestiones de ajustes no consideramos que sea el momento de aplicarlas. Y menos de forma unilateral», agregó Andrés Rodríguez. Ninguno de los dos rechazó el ajuste per se. Cuestionan que no los hayan considerado como factores importantes en la definición de esas políticas, que podrían acompañar si se los pidieran.
Esa falta de comunicación y de presencia y el rol ornamental que están jugando varios de los gremios en las mesas sectoriales también fueron parte de lo charlado en la reunión de Consejo Directivo de CGT de esta semana. Además recordaron lo poco que «cobraron» los dirigentes que apostaron en el Frente de Todos en materia de cargos en el Gobierno. El que no quedó alcanzado por esa afirmación fue, una vez más, el escurridizo Víctor Santa María. El portero sigue ubicando a los suyos en la gestión y ahora logró colocar a Gustavo Álvarez, un cuadro técnico de su riñón, en la Superintendencia de Riesgos del Trabajo. Lo curioso del caso es que Álvarez viene de ser Director Ejecutivo del Consejo Provincial de Educación y Trabajo (COPRET) bajo la gestión de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos. Ese pasado inmediato expone las terminales que Santa María sostiene en ambos lados de la grieta.