Olney indicó que cuando las mujeres están mejor «el mundo es un lugar mejor para todos, por lo que sobre la base de esa realidad 193 países incluyeron la igualdad de género como elemento central en la recién adoptada ‘Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible’ de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)», dijo la funcionaria.
Los diecisiete ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’ (ODS) incluyen metas sensibles al género y, el número cinco que procura lograr «la igualdad entre los géneros y empoderar a las mujeres y niñas», continúa siendo «una prioridad independiente», añadió.
A pesar de los progresos alcanzados en ámbitos como la educación y la mortalidad materna, el mundo no logró equiparar los empleos, salarios y condiciones de trabajo de las mujeres con las masculinas, en tanto la tasa de participación femenina en la fuerza laboral es de 50 por ciento frente al 77 de los hombres.
No obstante, no es suficiente que un número mayor de mujeres ingrese al trabajo y, la calidad del empleo, es primordial.
Las mujeres ganan aproximadamente el 77 por ciento que los hombres y continúan asumiendo la mayor carga de las tareas del hogar y de las responsabilidades familiares y, aunque el 51 por ciento de los Estados miembros de la OIT otorgan al menos 14 semanas de licencia por maternidad, millones de mujeres aún no se benefician del derecho fundamental de una protección adecuada en ese sentido.
«Muchas mujeres están expuestas a la violencia en el hogar o el trabajo. La violencia laboral incide sobre su capacidad para acceder a un empleo y mantenerlo, lo que afecta su productividad. Las mujeres están subrepresentadas en las posiciones de toma de decisiones y, aunque dirigen más del 30 por ciento de las empresas, tienden a concentrarse en micro y pequeñas firmas y ocupan solo 19 por ciento de los puestos de consejos directivos de las grandes compañías. Solo el 5 por ciento de los directores ejecutivos son mujeres. Es decir, queda mucho por hacer», afirmó.
«Las tradiciones culturales y condiciones económicas no pueden excusar la discriminación y otras violaciones de los derechos humanos. Los países, de bajos y elevados ingresos, ya no pueden desaprovechar el potencial social y económico de la igualdad de género. Investigaciones recientes mostraron que si las mujeres participasen en la economía de la misma forma que los hombres, el Producto Bruto Interno (PBI) anual mundial aumentaría de 28 billones (millones de millones) de dólares o 26 por ciento en 2025. Hay que atender esas cifras extraordinarias», puntualizó.
La funcionaria subrayó que son necesarias políticas ambiciosas que transformen las normas y relaciones de género en la sociedad y el trabajo y que aborden las desigualdades estructurales.
También explicó que los Convenios de igualdad de la OIT -que abordan la discriminación, la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor, la protección de la maternidad y las medidas de conciliación trabajo-familia, incluyendo el acceso al permiso parental y a servicios sociales de cuidado de calidad y asequibles para familiares dependientes-, son la hoja de ruta.
Algunas normas recientes también promueven el trabajo decente para los trabajadores domésticos, la creación de pisos de protección social y la formalización de la economía informal, aseguró.
Olney añadió que cada vez son más los países que adoptan políticas públicas para abordar las causas y consecuencias de la desigualdad de género y la discriminación en todos los ámbitos de la vida.
La funcionaria enfatizó que no habrá igualdad de género hasta que no se otorgue el justo valor al trabajo de las mujeres.
La OIT tiene un papel determinante que desempeñar en la promoción de la evolución hacia la igualdad de género en el trabajo y, en el marco de la preparación del centenario de la OIT, en 2019, y como elemento esencial de su compromiso con los ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’, la organización laboral estableció la «Iniciativa del Centenario» sobre las mujeres en el trabajo, concluyó.