A pesar de ciertas ralentizaciones (ver “Viviani sigue su cruzada por enfriar la unidad de la CGT”), la unidad de la histórica central obrera se da por descontada. Las dudas provienen sobre sus modos, entre los cuales los liderazgos son un punto central.
Ya hubo varias declaraciones a favor de un triunvirato en la más alta jerarquía, en lugar de un solo mandamás. Algo que tuvo un antecedente en 2004, cuando Hugo Moyano compartió la conducción con José Luis Lingeri de Obras Sanitarias, y por primera vez en la CGT, una mujer, Susana Rueda, de Sanidad.
Tal repartición del poder, sin embargo, no duró mucho, y como era previsible, el hombre fuerte del sindicalismo argentino se terminó imponiendo. Ahora, sin embargo, tras 13 años al frente de la central, y con 72 años a cuestas, quizás le llegue la hora de su jubilación. O en todo caso, con respecto al mundo sindical, porque mientras tanto sigue ocupando la presidencia de Independiente, y hay quien dice que le gustaría llagar a la de la AFA.
Aunque “los pasos al costado” de los tres dirigentes se vienen dando casi por descontado, el caso de Hugo Moyano es el menos seguro. Así, mientras que Luis Barrionuevo explícitamente dijo: «creo que los tres tendríamos que dar un paso al costado y sería un buen mensaje, generacionalmente, para los trabajadores y la sociedad», y Antonio Caló cuenta con una central más desgastada tras el recambio de gobierno, con Moyano no queda del todo claro.
De hecho, el pasado miércoles, en el gremio de conductores de taxis, hubo un mini “operativo clamor”. Con su tono entre divertido y pícaro, Moyano dijo, apenas, que era la hora del recambio.
En su círculo cercano, aseguran que Moyano piensa en irse sólo si se concreta la reunificación y él queda como garante de ese acuerdo. Y según declaraciones de dirigentes de los tres sectores a La Nación, «si Moyano pretende quedarse, se rompe todo”, lo cual se aplica igualmente a sus otros dos pares.