Alejandro Amor, abogado y gremialista del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba), asumió como Defensor del Pueblo porteño el 5 de marzo pasado, tras un acuerdo de los bloques kirchneristas y del PRO de diciembre del año pasado.
Desde allí ensaya un equilibrio en el que se cruzan distintos sectores de la política y del gremialismo local y nacional. «Nuestra institución no debe ser ni el polo de oposición contra un gobierno ni el ministerio de un gabinete”, sintetizó al asumir. Y dicho y hecho, en su breve periodo en funciones, Amor le bajó el perfil a la Defensoría, por ejemplo, imprimiéndole tibieza a sus reclamos por los aumentos en el boleto de subte motorizados por el macrismo.
Amor es el número tres del gremio más numeroso de la ciudad de Buenos Aires, luego del histórico Amadeo Nolasco Genta y su segundo, Patricio Datarmini. Cuando Mauricio Macri llegó al gobierno, en 2007, intentaron colocarlo como número uno del gremio, para hacer del Sutecba un gremio incluso más funcional al PRO. El argumento macrista era su perfil de abogado dialoguista, pero la operación no prosperó.
En 2012 se tensionó la interna dentro de Sutecba por rumores de que Amor desplazaría a Genta. El entonces diputado había dejado trascender su interés por dejar su lugar en las (inmóviles y congeladísimas) 62 Organizaciones de la Capital, para asumir un cargo y mayor influencia en el Sutecba. Pero Genta superó la barrera de las tres décadas al frente del gremio y mantuvo a Datarmini como su sucesor tácito.
Como legislador del Frente de la Victoria por la lista de Juan Cabandié, hacia fines de 2011 se resistió al pedido de Hugo Moyano de romper el bloque kirchnerista de la Legislatura. En momentos en que se rompía la alianza entre la CGT y el gobierno, Amor tomó su posición.
Desde entonces, Genta lo presenta maliciosamente como un “dirigente K”, a pesar de que Amor nunca rompió del todo con la CGT opositora. De hecho, Moyano fue uno de los invitados a su acto de asunción como Defensor porteño.
En diciembre del año pasado, fue designado en su actual cargo tras un acuerdo entre el PRO y el Frente para la Victoria. No solo alcanzaron los 40 votos necesarios para la mayoría especial requerida para la designación de funcionarios públicos, sino que llegaron a las 49 voluntades. La movida pro-Amor del bloque liderado por Juan Cabandié fue criticada por espacios afines al kirchnerismo porteño. En especial porque el cargo de Defensor del Pueblo dura cinco años y tiene (o podría tener) gran visibilidad política.
Los cuestionamientos a la jugada kirchnerista aumentaron luego de que Mauricio Macri enviara el Presupuesto 2014, con un aumento de partidas para la Defensoría de un 40 por ciento. La caja de Amor pasó de 181.821.876 pesos a 255 millones.
Amor, por su parte, descartó un acuerdo con el PRO, pero se jactó de que «es la primera vez que un defensor es elegido por unanimidad. Fue un acuerdo político, y la democracia funciona con acuerdos».
El perfil equilibrista de Amor se escenificó al momento de jurar en su nuevo cargo, en reemplazo de Alicia Pierini, quien se mantuvo por diez años en la Defensoría. Ahí, en el salón Eva Perón, el legislador Cristian Ritondo (uno de los más astutos operadores del PRO) le dio un abrazo a Amor, lo que provocó un aplauso cerrado entre los opositores, los funcionales y los oficialistas.