«La paritaria bancaria todavía no está homologada», disparó en tono amenazante el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, horas atrás, cuando el gremio de Omar Palazzo ya le había torcido el brazo y el acuerdo ya estaba rubricado (incluso digerido) por todas las cámaras empresarias. El pronunciamiento del funcionario, que tronó como complemento de la presentación del pedido de juicio político a los camaristas que lo pusieron contra las cuerdas en medio de las negociaciones, puso en evidencia el disconformismo oficial por el contenido de lo pactado, pero fundamentalmente por haber caído en una batalla de «alto rating» que inevitablemente generará efecto contagio en el resto de los gremios del sector privado.
De hecho, en silencio, actividades menores o periféricas le fueron arrancando recomposiciones salariales superiores que las de los bancarios a los empresarios, y la cartera laboral las dejó correr. Es que a un año de haber asumido, los de Triaca ya detectaron que, en la amplitud y en la complejidad del mundo gremial, es mejor elegir las peleas que dar porque es imposible sostenerlas todas. Acuerdos por 3 meses, por 6 meses y con incrementos salariales muy por encima del 30%, pasaron tras las bambalinas de la pelea bancaria y sin tomar estado público. El árbol que cayó en el bosque y nadie lo oyó, no cayó.
Ahora, paritaria bancaria mediante, el «tope sugerido» del 18% (como les gusta denominarlo a los funcionarios de Alem al 600) se hace casi inviable. Y todavía no llegamos a marzo, por lo que la temporada más prolífica de negociaciones salariales está en la víspera. En las gateras y prestos para negociar en los próximos sesenta días se encuentran: metalúrgicos, construcción, comercio, portuarios, aceiteros, ferroviarios, colectiveros, alimentación, vitivinícolas y azucareros, entre otros. Y la preocupación oficial tiene un fundamento sólido. Se trata de actividades que representan unos 2 millones de trabajadores registrados y que definen el pulso salarial del año.
La forma con la que buscará el Gobierno recuperar la iniciativa perdida es con el inminente round docente. Sin paritaria nacional a la vista y descentralizando el conflicto, el oficialismo avanza con la idea de instalar, desde las provincias (empezando por las alineadas), acuerdos referenciados con la expectativa inflacionaria provista por el Banco Central (17/18%), ajustables por medición del Indec. La estrategia cuenta con la anuencia de los gobernadores «amigos» y con el disciplinamiento de la chequera para detener intentonas rebeldes.
Advertida tempranamente por maestros y estatales, la estrategia generó una inédita unidad. En la provincia de Buenos Aires todos los sindicatos docentes cerraron filas e, incluso, se va conformando a nivel nacional un novedoso frente de gremios estatales y docentes del Estado Nacional para «enfrentar el ajuste». En él recala un variopinto abanico ideológico que va desde el centoizquierdista «Cachorro» Godoy de ATE, hasta el moyanista Leonardo Fabré de APOPS, pasando por el «chino» Tiscornia de Conadu Histórica y Miguel Díaz, titular de Udocba, gremio alineado con el «Momo» Venegas.
La presencia de Díaz en las filas opositoras llamó la atención. El hombre de Venegas es uno de los más duros con la gestión Vidal y se para en la vereda de enfrente de las políticas laborales del Gobierno Nacional, sin abandonar su espacio de pertenencia gremial. Es más, hoy, con el regreso del «Momo» de la gira en la que acompañó a Macri por la Madre Patria, las 62 Organizaciones elegirán a sus autoridades y se espera que Díaz tenga un cargo en la comisión directiva. «Nosotros vamos a aportarle la mirada social que le falta al Gobierno, que tiene una visión empresarial de la gestión del país», señaló un dirigente importante del espacio a este cronista. «Con los ruidos y los cruces que tiene el macrismo con la UCR, nosotros vamos a terminar de normalizar las 62 y nos ponemos como objetivo peronizar Cambiemos», es la idea que transmiten y con la que asistirán al auditorio de la calle Independencia algo más de 60 organizaciones sindicales.
Y mientras el «Momo» afina el lápiz para tratar de conseguir trascendencia en el Gobierno y lugares en las futuras listas, soltando la cuerda para no tener bajas en la tropa, otro viejo dirigente que hizo las veces de «armador» cambista se subleva. Es que las vueltas de la vida (y de las intervenciones) le están jugando malas pasadas a Luis Barrionuevo, y su llegada a la Rosada parece no ser la que esperaba. Por un lado no termina de consolidar su desembarco en el gremio de Seguridad, UPSRA, apuesta que constaba en correr a su antiguo aliado, Ángel García, para colocar allí un nuevo delfín de su confianza; y por otro, no le cumplieron con la palabra empeñada de entregarle una porción de la caja del SOMU y, por el contrario, empezó a perder negocios que tenía garantizados con la Obra Social del gremio. Ahora «Bandeja», con la confianza en Canicoba Corral detonada por el pacto roto, y viendo pasar los negocios, apuesta a un íntimo amigo (un tal «Coti» Nosiglia) para recuperar influencia e incluso hacerle pagar las consecuencias al Juez Federal. El gastronómico está acostumbrado a ver pasar los ataúdes de sus enemigos, pero no a hacerlo sentado en el umbral.