(por pablo cano) La entrevista que Héctor Daer dió en exclusiva a Clarín para su edición del domingo siguiente al #7M disparó la primera reflexión...»es un garrón que Daer salga a interpretar desde Clarín lo que tuvo que haber dicho desde el palco y frente a la movilización del movimiento obrero mas grande de los últimos tiempos.»
La sentencia en boca de un dirigente sub 45 de un sindicato de los grandes sintetizó bronca y desilusión por parte de un importante bloque de militantes gremiales que han surgido en los últimos 15 años y que son amplía mayoría en las líneas medias de sus sindicatos y que a la vez son parte del eslabón mas cercano con las bases gremiales. Para muchos de ellos debía ser Daer -por proximidad etaria y hasta por concepción política- «el hombre» llamado a conducir hacia una nueva modernidad la CGT y auspiciaría el tan demorado trasvasamiento generacional en las cúpulas del movimiento obrero.
Sin embargo, la escasa respuesta pública de los que levantaron la voz con posterioridad al acto fue en consonancia con la linea argumental de los triunviros (una minoría sesgada, infiltrados, etc) y -lo mas llamativo- una enfática defensa de la CGT cómo si lo pasado en el acto hubiera sido un ataque a la corporación y no un reproche a sus dirigentes; va de suyo que por más tradición cultural que en tal sentido apoyaría esa visión, los sindicatos y sobre todo la propia CGT, ha sido sobrevivido a cualquier conducción por mas poderosa o indecorosa que ésta haya sido…Rucci, Vandor, Casildo Herrera, Saúl e incluso Moyano forman parte de un pasado para una CGT que -pese a todo- sigue conjugándose en presente.
Tratando de entender que pasa con esa dirigencia de raigambre peronista, crecida y/o desarrollada durante el kichnerismo y con futuro cercano conforme el DNI que portan en un momento claramente revulsivo del movimiento obrero uno encuentra varios tópicos análogos en todos ellos. El primero, es la cercanía con el proceso político de los años kichneristas y -principalmente- el reconocimiento mayoritario de la figura de Néstor Kirchner como referencia central en el panteón peronista. Lo segundo, es el sostenimiento en sus prácticas de un ejercicio de sindicalismo cuya matriz luce cada vez más obsoleta y esto pese a las críticas conceptuales a tal sistema que muchos de ellos hacen en los círculos mas cercanos. El tercero es la incapacidad de verbalizar en un conjunto de ideas que los exprese como generación, la mirada que portan sobre el futuro del movimiento obrero al cual aspiran a conducir y a ampliar en su representación.
Vale decir aquí que el breve interregno en el cual Facundo Moyano pareció poder ocupar ese lugar de bisagra favorecido por un contexto personal y político excepcional, a la larga demostró que los cambios hechos por arriba dificilmente echen raíces por abajo y quizás sea ese tiempo y espacio que ocupó el mas televisivo de los Moyano otra razón más que explica la demora en el surgimiento de los nuevos cuadros en la discusión grande de la CGT.
Ahora bien, liberados de la tensión política que les aplicaba la cercanía al oficialismo gobernante hasta diciembre de 2015, estos «pibes» (que en promedio pisan los 40) no han podido ni siquiera volver a encumbrarse de manera transversal bajo el paraguas de la Juventud Sindical de la CGT, la cual actualmente sólo logra reunirse de manera mas o menos regular en varios asados itinerantes y en encuentros satelitales de estos asados sin siquiera poder armarse un escenario propio aprovechando lo voluble del escenario «por arriba». No ha habido durante el gobierno de Macri ni una sola voz que se destaque desde este sector que es -naturalmente- el mayor aportante a los despidos y a la falta de empleo. Incluso dejando un lugar vacante para que se tienten tanto las bases de izquierda -con mayor sintonía con una estructura política y un plan de acción- y algunos emergentes de la CTA que ven en el contexto actual una oportunidad de convertirse en remera y cara pública de las revueltas que -por lo pronto- solo logran capitalizar segundos de tv, líneas en medios gráficos y videos que se viralizan en redes sociales pero no logran ni frenar despidos ni mucho menos atemperar el impacto de las políticas públicas de Cambiemos.
La actualidad encuentra a toda esa masa crítica partida en tercios que podrían explicarse a trazo grueso de la siguiente manera: una parte convencida que hay que hacer lo que siempre se hizo y cerrar filas con la conducción y profundizar «el juego de palacio» que es básicamente consolidarse en el entorno de los que tienen la sartén por el mango. Otra parte intenta profundizar sus vínculos con la política, la mayoritaria de ellos hacia el kichnerismo queriendo encontrar en Máximo y su primer anillo las respuestas y propuestas a un ejercicio de construcción política/sindical que estuvo ausente en los 12 años, la banda minoritaria de los que optaron por profundizar la «línea política» merodean algo del massismo e incluso algún vínculo con el macrismo. El último tercio mantiene una pata dentro de la orgánica de la CGT y se juntan entre ellos para lamerse heridas, hacer lecturas e imaginar escenarios sabiendo que su momento no les llegará por decantación pero no encontrando la forma de construirlo vía la acción. A este último grupo, quizás el mas numeroso de los tres, se lo puede identificar como el de mayor peso dentro de sus estructuras (incluso algunos son parte de la conducción de sus sindicatos) pero el que mayor dificultad encuentra para armar en el sentido más clásico.
Así las cosas, un escenario propicio para el surgimiento de nuevas voces y representaciones en el movimiento obrero encuentra a la pata juvenil asordinada y con el regusto amargo de saber que el futuro llegó hace rato…todo un palo, ya lo ven.