(por pablo cano) Con el Presidente Temer en el fondo de la aprobación pública y salpicado él y la mayor parte del sistema político brasileño por el caso Odebrecht, Brasil ha dado un singular paso atrás en materia de (des)regulación laboral apoyado en el marco institucional con que el parlamento brasileño ha blanqueado el fuerte retroceso en la tutela de los trabajadores de la sexta economía del mundo.
Es desde aquí -entonces- desde dónde debe verse el estado de situación que se yergue sobre el mundo del trabajo en Argentina dónde el juego de pinzas viene apadrinado por el Gobierno en varios rangos: 1) vocero de las imputaciones a mafias sindicales, industrias del juicio (abrochando en el mismo tiro jueces y abogados), y también de «las nuevas formas de trabajo» poniendo en valor acuerdos que degradan marcos convencionales como el efectuado en Vaca Muerta. 2) Ausente con aviso en la mediación/apriete sobre los capitales que deciden la caída de puestos de trabajo por el sólo hecho de maximizar ganancias y/o disciplinar fuerza de trabajo. 3) Prestación sin culpa del aparato represivo a la hora de la radicalización del conflicto.
El combo se completa con el sistema comunicacional del círculo rojo que en el día de la fecha (14/7) destaca de los sucesos acaecidos en PepsiCo el saldo de «…15 policías heridos» como todo resumen del conflicto.
Cómo dice el célebre axioma, estamos en la fase Comedia de lo que en los 90 fue tragedia.
Ahora bien, mientras PepsiCo está funcionando como punto de inflexión para las estrategias de profundización en la agenda del gobierno, el movimiento obrero no logra identificar el mapa propuesto por el poder reinante y en sus enormes contradicciones internas -desde las micro, cómo las que funcionan dentro de la propia CGT, hasta las macro, la que históricamente arrastran las bases de izquierda contra la burocracia sindical- demora la articulación de una respuesta cómo si el orden binario que viene bajando en cascada desde las casas matrices de la economía mundial con escala inmediata anterior en el país carioca, fuera a darle varias opciones posibles de posicionamiento en lo que es un conflicto de clases e intereses que no admite terceras posiciones.
El modelo de energía barata y salarios altos (altos por poder adquisitivo y/o derechos adquiridos) que con sus mas y sus menos distinguió la primera década del siglo XXI en los gobiernos de latinoamérica sólo fue posible por la transferencia de recursos desde el capital hacia el trabajo. Lo que sucede ahora es el camino inverso y quien quiera ver detalles en esta díada corre el riesgo de ser funcional a uno u otro bando…aunque por lo general los aliados siempre se recuestan sobre el capital.
Es un contrasentido ver a la izquierda anticapitalista reclamar la continuidad de los puestos de trabajo y no la socialización de los medios de producción, también lo es la dirigencia gremial que mira de reojo a sus bases y asume como parte del conflicto el discurso propuesto por la patronal. La ausencia táctica de diversos actores políticos en el conflicto desatado en la zona norte de Bs.As. -quizás un acierto estratégico- no puede explicar su presencia en conflictos previos similares salvo por la ausencia de resultados reales que implicó tal acompañamiento. Ninguno de todos estos actores tuvo la lucidez de convocarse a un repudio en común, a una denuncia formal sobre Marcelo Bombau, Ceo de PepsiCo y también de Clarin y también con un nombre y apellido que comparte lista en los Panama Papers con el Presidente Macri. Esto habría puesto de un lado y del otro a los que claramente están de un lado y del otro. Su nombre y sus antecedentes y un paquete de Lays importado de Chile que se vende al mismo precio al que se producía en Vicente López hubiera bastado para ayudar a comprender a muchos que ven el espectáculo sin entender, quizás porque sólo pueden esperar que llegue el miércoles del descuento para ir a comprar furiosamente lo que antes consumían plácidamente.
Los tiempos que vienen sólo traen una certeza, los que estamos de este lado no podemos ser tan papas fritas.