(por pablo cano) Si algo se tiene como cierto mas allá del resultado electoral del próximo domingo es la vocación del gobierno de Cambiemos de profundizar sus estrategias de ajuste en el marco de colocar a la Argentina en la senda de un país periférico de bajos salarios.
No es que sean sádicos (aunque la calificación no sería un exceso) ni que tampoco tengan el nivel de torpeza conceptual con el que fácilmente uno se tienta de calificar a Macri y su equipo sobre todo a partir de las débiles formulaciones que expresa el Presidente en su acotada oratoria. Hay una simbiosis de dos ideas fuerza que trasunta el imaginario de la derecha vernácula que hoy está al comando de la botonera, la que intenta imprimir al ideario nacional como su verdadero aporte a la construcción cultural del país el revival de la Argentina potencia de principios de S. XX que en estos días tuvo su algarada en la apertura de la exposición rural en el oligárquico predio central de Palermo donde el discurso del actual presidente de la Sociedad Rural, Miguel Etchevere, tuvo marcadas exaltaciones tanto para el gobierno de Mauricio como para la figura del Momo Venegas.
La primera idea se construye sobre la viga maestra de entender al Peronismo como la verdadera tragedia nacional. Desde los reproches por la pobreza y corrupción fruto de los gobiernos peronistas hasta la fuerte crítica sobre el sistema institucional de defensa de los derechos de trabajadores barrunta sobre la responsabilidad del Peronismo por el atraso de un país que tenía destino de grandeza. La segunda idea es el libremercadismo entendido en la versión decimonónica del mismo aggiornado con el concepto del «self made man» esto es, el valor de cada uno de hacer su propio camino sin la ayuda de nadie. En la cotidiana esto se traduce en un país de fronteras abiertas para abaratar el costo de los productos internos (y así aumentar el poder adquisitivo de salarios a la baja) y reclamar así libre acceso para la agroindustria nacional, agregando la ponderación del cuentapropismo como forma de ascenso social, es decir, el ascenso en la pirámide no es por el trayecto de un trabajador asalariado sino por el crecimiento de un proyecto personal que se desarrolla por fuera de una estructura laboral clásica, los famosos «emprendedores» que tanto destaca Macri en su discurso.
La ecuación «Menos Peronismo=Salarios mas bajos» empieza a expresarse de manera brutal en estos días a partir de varias acciones que -coordinadas o nó- muestran el grado de decisión con el cual van a encarar los muchachos de Cambiemos el post octubre. Sea por que ganan y «la gente» valida el camino elegido, sea porque pierden y «profundizan» para mostrar decisión y coraje tanto a su cuota de respaldo popular como al círculo rojo mandando el mensaje que «yo no soy De La Rua».
Los despidos en el sector privado o el conato de los mismos para hacer correr el miedo disciplinador, la creación de una especie de registro de conflictividad gremial dentro del Estado, el registro de abogados y trabajadores que reclamen contra las ART y una suerte de varias medidas focales como la Dirección creada en el ámbito de la AFIP para «preservar la integridad de la función pública» en una suerte de gran hermano que controla que los trabajadores se porten bien (porque el presupuesto es que no lo hacen) configuran un entramado de acciones que abonan la precarización de la situación laboral ya no solo por degradación de salario y/o derechos sino por el simple y efectivo trámite de tenerlos a todos en la sensación de cuerda floja. En lo privado instalando el clima alienante de «por lo menos tenés trabajo». En lo público promoviendo el ajuste gratis a partir de socavar tanto la estabilidad que ante el anuncio de un retiro voluntario o algo similar esté creado el caldo de cultivo para que haya masiva aceptación a la par que se estigmatiza el accionar gremial restando fuerza a futuro a la organización de los trabajadores…es singular notar que Macri menciona en su discursos «…la mafia de la aduana, la mafia de los juicios laborales, de la droga…» pero se cuida de soslayar la mafia de las fuerzas de seguridad. Esto es porque el bullyng de derecha precisa siempre de alguien que haga de compadrito para poner las cosas en blanco sobre negro.
El campo popular debería -además de ganar elecciones- pensar en estrategias novedosas para esta nueva forma de apriete. Es impensable que el bullyng que padecen las clases trabajadoras hoy carezca de efectos mañana.