«La reforma laboral, consensuada con la CGT, esperamos poder tratarla también en el marco del diálogo, en las extraordinarias de febrero, y creemos que va a ser un muy buen complemento a esto que hemos avanzado hasta ahora», aseguró Marcos Peña durante la conferencia de prensa en la Casa de Gobierno, junto al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne; al de Finanzas, Luis Caputo; y al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.
Señaló que la propuesta de reforma laboral enviada al Senado de la Nación es un paquete de medidas que apuntan a «fortalecer la creación de empleo», por lo que también se incluyó el proyecto de financiamiento productivo y de defensa de la competencia, ambos ya con media sanción en el Congreso.
Peña insistió en que la reforma laboral implica medidas «muy beneficiosas para los trabajadores y para la generación de trabajo» y remarcó que tiene el «consenso» de ala más oficialista de la CGT, que encarnan el triunviro Héctor Daer, Carlos West Ocampo, Armando Cavalieri y las 62 Organizaciones Peronistas de Ramón Ayala.
Las negociaciones por la letra chica de la reforma laboral profundizaron la interna en la CGT. Si bien un sector de la central obrera se sentó a discutir algunos cambios en el proyecto de ley con los funcionarios del Gobierno, los sindicalistas encolumnados en el moyanismo la rechazaron de plano. «Por parte de esta conducción gremial, de esta Confederación, los compañeros trabajadores quédense tranquilos que nos van a tener que cortar la mano para firmar esta ley», dijo Pablo Moyano. «Perjudica al sector más débil de la sociedad en algunos puntos», agregó su hermano Facundo.
La «resistencia» a la reforma cosechó adhesiones de la Corriente Federal de Trabajadores (CFT), de Sergio Palazzo, las CTA de Hugo Yasky, Pablo Micheli y «Cachorro» Godoy, cooperativistas del triunvirato de San Cayetano, CTEP, Barrios de Pie y CCC, empresarios pymes, agrupaciones de izquierda y varios dirigentes opositores.