Se confirmaron al menos 20 cesantías en Grimoldi de la localidad de Arroyo Seco, considerada una de las fábricas de calzado más grande del país. Esos puestos de trabajo perdidos se suman a 35 retiros voluntarios en la firma Wyler’s, de la localidad de Alcorta, donde desde mitad de año el poco más de un centenar de trabajadores que había sobrevivido a otros 40 retiros venía cobrando la mitad de sus haberes para, precisamente, mantener los puestos laborales.
Y los nuevos golpes a trabajadores de un sector que quedó en jaque por el cóctel de caída de ventas, escalada de tarifas y lluvia de importaciones –incluso las empresas más grandes dejaron de producir para importar– pueden no ser los últimos. El Sindicato del Calzado advirtió que buena parte de los afiliados atraviesa un escenario de vacaciones anticipadas, jornadas reducidas y de ofrecimientos que más que retiros voluntarios son cesantías forzosas.
El portal local Rosario3 habló con el titular Wyler’s, Gerardo Cucco, quien atribuyó la decisión a la crisis que atraviesa él y todo el sector, que en buena parte está asentado en el sur santafesino.
En dos años, según refirió el propietario, la firma redujo su plantilla un tercio: de 151 empleados a los 52 actuales. Además, la producción es un cuarto de lo que fue. “Hacíamos mil pares de zapatos de hombre por día y hoy no podemos vender ni 250 pares. Nuestra producción era de 20 mil al mes, ahora no es ni de cinco mil. Por eso salimos a buscar otro mercado”, dijo el empresario al periodista Ricardo Robins.
La nueva estrategia es concentrarse sobre calzado para mujeres, pero los resultados se verán a fines de febrero. En mayo pasado Wyler’s recibía asistencia del Ministerio de Producción santafesino y reintegros por energía eléctrica, y esperaba una mano de la Nación que nunca llegó. “O terminamos con el trabajo que nos queda y cerramos o echamos el 50 por ciento de la gente y seguimos, o aguantamos todos juntos”, había advertido entonces Cucco a sus trabajadores. Pero ni con la confluencia de Estado provincial, gremio y trabajadores pudo aguantar.
El caso de Grimoldi es diferente. Con mayor escala hasta 2015 tenía producción propia y daba trabajo a pymes. Esa fue la primera cadena que se cortó: ya a mitad de 2016 se concentraba en Arroyo Seco y comenzaba a importar, al mismo tiempo que el gobierno nacional incumplía el compromiso de limitar a un techo acordado –24 millones de pares– el ingreso de calzado.
Ahora camina por la misma senda. “De 260 trabajadores quedan 150. Y ya nos dijeron que puede haber 40 más. ¿Qué vamos a hacer? No hay trabajo. No se vende, hay menos poder adquisitivo y si antes una familia compraba tres pares de zapatillas hoy sólo uno”, lamentó el secretario de Interior de la Unión de Trabajadores de la Industria del Calzado (Uticra), Alberto Belotti.
Con todo, desde el año pasado quedaron en jaque las 140 fábricas de calzado asentadas en Santa Fe, que daban empleo a 2.500 trabajadores en forma directa. Antes de enero de este año, cuatro de las más pequeñas habían bajado las persianas dejando medio centenar de trabajadores a pie, que sumados a otros retiros voluntarios llegaban a los cien.
Dos de los cierres se sucedieron en Acebal, la capital del calzado, que con apenas 6.500 habitantes llegó a concentrar a 30 fábricas, la primera fundada más de un siglo atrás.
Frente a ello, la provincia creó un entramado de asistencia al que llamó Modelo Acebal, que este año acompañó con créditos de un fondo rotatorio y subsidios directos a 170 trabajadores de 30 empresas. La política anticíclica del entonces ministro de Producción, Luis Contigiani (hoy diputado nacional), impidió que todo estalle a la espera de un escenario mejor. Que no llega.