(por pablo cano) A eso de las quince y diez del #21F el clima era de campeonato dentro del radio de 100 metros alrededor de ese magnético punto de referencia que es Hugo Moyano. Imposible abstraerse del fervor combativo y hasta del clima de victoria que exudaba ese microclima que deformaba las caras de varios de los que acompañaban al camionero en el escenario en gestos que combinaban desahogo, furia, revancha y una particular felicidad. Pocos minutos después fue el propio Moyano quien puso distancia con ese momento al evocar a Octavio Paz y su frase «toda victoria es relativa, toda derrota es transitoria».
Mas allá de algunos pasajes atropellados de su discurso («me salió el camionero»), Moyano fue mesurado en el concepto político de su alocución, un poco corto en el reconocimiento expreso sobre el volumen y sentido de la movilización y sobre todo brindó la impresión de estar él también transitando un terreno poco conocido. Por eso es que para mirar el #21F hay que condensar la previa y el post tanto como la propia marcha que, va de suyo, cumplió ampliamente con su finalidad primaria. Había mucha, mucha gente y gran parte de la concurrencia es más que aparato, es el activo político que forma parte estructural de las bases de la oposición. La 9 de Julio fue un plenario inorgánico y sin agenda de una enorme cantidad de militantes que son cuadros de sus organizaciones y que brindan el andamiaje a la demanda de representación que reclaman aquellos que están enfrente del gobierno de CAMBIEMOS y que ninguna encuesta estima por debajo del 50% de la sociedad. Desde la izquierda y las organizaciones de DDHH hasta intendentes y el peronismo clásico de las bases sindicales de muchas organizaciones que marcharon desde sus seccionales y agrupaciones pese al recule de su sindicato, todo estuvo en la avenida mas ancha del mundo. Incluido un Kirchner, que hasta tendría que reconocer en Moyano la potestad primaria sobre este neokichnerismo, ya que esta vez el armado se amalgama sobre la calle y no sobre la Casa de Gobierno, como fue en tiempos de Néstor.
Es entonces que debe estarse a la realidad cercana para encuadrar lo que estuvo movilizado a 2 años vista del gobierno de Macri. Fue el otro partido del balotage, el del 49%. El que pese a sus errores estratégicos y a la picadora de carne a la que ha sido sometido por las tenazas del aparato comunicacional, la justicia y hasta las coptaciones mantiene una vitalidad fruto de lo que expresa. Un proyecto de país, un modelo de comunidad y una concepción del rol del Estado diametralmente distinta a la que expresa CAMBIEMOS. Alguno podría corregir o sintetizar esta afirmación en un concepto mucho mas simple diciendo que lo que está en juego es el reparto de la riqueza fronteras para adentro de esta patria. Claramente esto es cierto, tanto como lo es que es la política la que define esa ejecución.
Dicho esto hay que valorizar que en la previa de la marcha y en la propia marcha todos los actores involucrados tuvieron una profunda inteligencia y generosidad colectiva para lograr una movilización que tuvo -en cuanto a la convocatoria- las dos columnas centrales que fueron camioneros y las organizaciones sociales y un enorme abanico de pedazos y pedacitos que además de aportar un cuarto de la movilización le dieron un grado de legitimidad que hizo del #21F un punto de inflexión que será valorado en su justa medida con el tiempo y que quizás no vuelva a repetirse de la misma forma hasta el eventual domingo de balotage que defina el presidente para el 2019.
En el post de la marcha, salvo algún previsible ruido desde parte de la izquierda (que al momento de estas líneas era expresado por la parte política y no por las expresiones del sindicalismo clasista) hubo un galvanizado silencio para no disputar ni sentido ni patrimonio de la movilización y permitir que condense en frío la síntesis lograda mucho mas en la calle que el escenario. Y así como Moyano no fue sanguinario para con el gobierno en su discurso, los voceros del oficialismo sólo tiraron fuegos de artificios bajando el precio a la convocatoria y moviendo un par de resortes comunicaciones como el proyecto de ley para penar la corrupción en obras sociales (el perogrullo de la promoción de un tipo penal de autor, ojalá alguno se avive y presente el proyecto para penar la corrupción al que tiene off shore…).
Sin embargo, está claro que Moyano está a la defensiva y el gobierno tiene la pelota y está en posición de ataque. La falta de promoción de alguna medida durante la marcha deja a Moyano en la situación de aferrarse a un status quo de conato de conflicto que busca descomprimirse por una negociación. Macri leyó esto rápido y en el juego de ademanes mandó a profundizar el enfrentamiento. Ahora bien, lo que haga la justicia en los próximos días, OCA y el tiempo que le dedique a este conflicto en particular el propio Macri en su discurso de apertura de sesiones el 1ro de Marzo será la hoja de ruta que Moyano tendrá para saber por dónde transitar .
Saliendo de esta urgencia, «El Negro» tiene la opción de recuperar sus ambiciones políticas (dicen los que lo conocen que alguna vez soñó con emular a Lula) y procesarlas en el universo de lo posible en función de los intereses personales y colectivos que expresa. Los oradores del acto del pasado miércoles le tendieron la alfombra roja, plagada de espinas, pero alfombra roja al fin. Lo reconocieron como primus inter pares. Igual que fue reconocido Duhalde cuando, en su condición de Senador, fue catapultado por sus pares a la Presidencia. Luego, y rápido, Duhalde comprendió que él ya no podría ser, pero podía elegir quien fuera y quien no. Esa es la verdadera posición de Moyano hoy. La llave que tiene abre y cierra puertas que él ya no podrá atravesar. Y también aquí se encuentra en un lugar análogo al de CFK. Entre las urgencias a las que ha sido llevado por el devenir de las cosas, y frente a las cuales Hugo ha dicho que le «sobran pelotas» para bancarla, Moyano debe de resolver su dilema. Su experiencia de vida le debe estar marcando ahora la comprobación de aquella admonición de Maquiavelo (aquel Príncipe que trabaja por el provecho de otro construye su propia tragedia). Por el mérito de su construcción, vuelve a tener una oportunidad. Por los errores en su apreciación las opciones se reducen a Devoto o la Gloria. O incluso ambas.