Juan Miguel «Cacho» García es el referente de la poco conocida Federación del interior de Trabajadores de Estaciones de Servicio. Históricamente enfrentado con Carlos Acuña, actual triunviro de la CGT, por temas de encuadre de afiliados, García se convirtió en uno de los pilares del armado de Gerónimo «Momo» Venegas en las 62 Organizaciones para erosionar por derecha la unidad de la central obrera.
Con varias décadas en el gremialismo y un armado endeble, que redunda en burlas de sus colegas, el estacionero fue uno de los designados para llevar adelante las negociaciones y las gestiones con el Ministerio de Trabajo y conseguir fluidez en las tramitaciones de los sindicatos que giraban en torno a las «Seis Dos».
Dos años después de hacerse cargo de esa responsabilidad y con Venegas fallecido, hoy reconvirtió su rol. Por estos días es el mentor de las trabas y las inspecciones a quienes empiezan a despegarse del armado que ahora lideran Ramón Ayala (heredero de Venegas) y José Ibarra (taxistas).
Sucede que desde fines del año pasado el espacio sindical más cercano al Gobierno comenzó a perder paulatinamente soldados. Son varios los que eligieron despegarse de la línea política de Ayala y acercarse primero a la cumbre marplatense que encabezaron Hugo Moyano y Luis Barrionuevo y después, incluso, movilizar el #21F.
Pero la salida a los díscolos no les fue gratuita. Según pudo averiguar InfoGremiales, son muchos los gremialistas que acusan a García se ser el monje negro que gestiona personalmente con Jorge Triaca y sus funcionarios, los castigos oficiales para quienes se alejan. Concretamente señalan que el estacionero paraliza certificaciones y homologaciones y les manda inspecciones a los gremios y a las obras sociales con fines persecutorios.
Además, apuntan a «Cacho» por ser el operador mediático detrás de algunas notas que empezaron a circular y buscan exponer a los que dejan de estar bajo el ala del Gobierno.