Después de que la UTA decidió no sumarse al paro, la suerte de la demostración de poder de Hugo Moyano quedó atada a los cortes y piquetes de la izquierda trotskista.De hecho, el acatamiento a la medida de fuerza impulsada por Moyano y Luis Barrionuevo se sintió con dispar intensidad en las principales capitales del país, con el transporte y el comercio con actividad habitual.
Según los números que maneja la administración pública sólo acataron la huelga el 25% de los trabajadores, mientras que para la CGT opositora la cifra se elevó al 90%.
Cómo sea, la pérdida de poder de fuego del moyanismo quedó evidenciada en el paro de ayer, sobre todo en contraste con los actos de años anteriores protagonizados por el (ex) hombre fuerte del camión.
En 2010 por ejemplo, cuando la CGT todavía era aliada del gobierno de Cristina Kirchner (que incluso estuvo de invitada en el acto), Moyano llenó la cancha de River en el Día de la Lealtad.
Ante más de 80 mil personas, Moyano aseguró entonces que el acto era para «concientizar a los trabajadores» de su fuerza.
Al año siguiente, a raíz del Día del Trabajador, Moyano copó la avenida 9 de Julio en un acto de impresionante masividad.
Ante unas 400 mil personas, con mensajes a Perón y a Evita, Moyano hizo un repaso de la gestión kircnerista: elogió la recuperación económica, el desendeudamiento de la Argentina, la reestatización de las jubilaciones, la asignación universal por hijo y la ley de medios.
«A mi se me ocurría, que parecía un hombre con un arco y una flecha peleando con los ejércitos de la OTAN. Sin embargo, ese hombre logro disminuir la deuda externa en un 70%. Eso es lo que tenemos que valorar los trabajadores», afirmó paradojalmente entonces.
Tres años más tarde, el líder de la CGT disidente mostró cierta debilidad con un paro de acatamiento dispar, acompañamiento de compromiso por parte de los principales medios y la tercerización del poder de calle en los grupos de la izquierda.
A tal punto llegó la dependencia del trotskismo, que el diputado nacional por el Frente de Izquierda, Néstor Pitrola, reconoció que la función de los piquetes fue la «disuasión» de los trabajadores para «reforzar el paro resuelto por las organizaciones obreras».