Incertidumbre. Eso es lo que se palpa en un recorrido por los principales dirigentes cegetistas, a sólo una semana del tan promocionado plenario de secretarios generales en el que se prometía discutir el perfil futuro de la conducción de la CGT y su relación (conflictiva) con el Gobierno. A pesar de los anuncios que llegaron a través de los medios y de lo decidido hace algo más de 10 días por la mesa chica de la central obrera, todavía no se enviaron las notificaciones formales a los líderes gremiales y nadie sabe si llegarán.
«El lunes hay reunión del Consejo Directivo y allí se define si se hace el plenario o no», confió Juan Carlos Schmid a InfoGremiales. De aquí al lunes, por lo tanto, el triunvirato hará un semblanteo de dirigentes para definir, en medio del ruido que generó la foto del miércoles con la misión del FMI, si se convoca. Es que evitarán que lo que se delineaba como una demostración de fortaleza y de mayor una ampliación de la base de unidad, se convierta en exactamente lo opuesto.
La primera luz de alarma se encendió cuando el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) amagó con vaciar el cónclave. Ese espacio en el que militan Luz y Fuerza, Telefónicos, Taxistas y la Unión Ferroviaria, propuesta como sede del encuentro, entre otras organizaciones, se sintió traicionado al no ser parte de los dos últimos convites a la mesa chica de la CGT por parte del Gobierno. Habían convenido, en las charlas de acercamiento con los Gordos, una silla en esas negociaciones, pero no les cumplieron.
Además ayer, en el tercer encuentro que los gremios rebeldes vienen realizando en la sede de APLA, sonó fuerte la posibilidad de no participar del plenario en caso de que lleguen las notificaciones. Fueron varios los dirigentes del moyanismo y de la Corriente Federal que señalaron que el llamado a un plenario de secretarios generales no es más que una «avivada», porque se trata del único órgano que puede convocar el Consejo Directivo con características no resolutivas. Entienden que el triunvirato los usará para revalidarse, descartará la idea de una renovación de autoridades y enfriará la posibilidad de iniciar un plan de lucha. Si irán o no, se definirá por consenso o mayoría.
La reunión de APLA dejó algunas perlitas para anotar. Por un lado la ratificación de la alianza del moyanismo con la Corriente Federal, el Smata y una serie de gremios no alineados, como es el caso de algunos de los integrantes de la recientemente normalizada 62 Organizaciones o Aceiteros. Por otro el desembarco en ese espacio de Víctor Santa María, el resbaladizo líder de los encargados de edificio y del PJ porteño que fue visitando varios puertos antes de encallar en esta nueva aventura.
Párrafo aparte en toda esta historia merece la UOM. Los conducidos por Antonio Caló fogonearon desde su gestación el armado combativo, pero cuando había que sentar postura para contar los porotos acordaron la mesa chica de la CGT su reingreso a Azopardo. Al mejor estilo vandorista, golpearon y negociaron. Ayer incluso circuló la versión de que «Barba» Gutierrez participaría del cónclave de APLA, pero el exintendente de Quilmes, excusa mediante, no apareció.
Se espera, en esta historia plagada de garrochazos, la definición de Luis Barrionuevo. Hasta ahora el gastronómico, recientemente desbancado como interventor del PJ, apostó a que Acuña se atornille a la silla y sostenga el triunvirato a como de lugar. Fue un promotor de la normalización de las «seis dos», pero con su salida de la estructura pejotista le quitó relevancia a la utilización de la chapa, no sin antes testear la posibilidad de dar un volantazo de último momento y quedar él mismo como líder del maltratado brazo político del movimiento obrero.