(por pablo cano) Casi como en un gesto de desdén destinado a aquellos que vaticinaban otro diciembre imposible para su gestión, el Presidente Macri armó las valijas cual burócrata bien pago que puede aprovechar el feriado largo y desde el viernes 21 se fue a su refugio patagónico a disfrutar sus vacaciones. En tu cara club del helicóptero.
En la misma secuencia y sobre el fin de semana empezaron a profundizarse las operaciones de encuestas que empiezan a mostrar un comportamiento competitivo de Macri ante un ballotage con CFK luego de haber pasado el último bimestre colgando datos que inflaban el cuco Cristina y provocaban los pasos en falsos de ambos lados, vidalistas que encuesta en mano sacaban turno para el 2019 y la algarada del Patria siempre dispuesta a surfear la ola alta de la franquicia.
Así las cosas, para el oficialismo amarillo el 2019 se encamina sobre un par de certezas construidas en sus 1000 días al frente de la botonera; la primera es que han medido el aceite a la resistencia al ajuste brutal sin tener que pasar por ceremonias de cacerolazos de clase media ni grandes desbordes de clase populares sea vía piquete, manifestaciones o desordenes callejeros brutales. Las que hubo (las secuencias en zona congreso) podría decirse que incluso han sido una suerte de laboratorio buscado por el propio gobierno. La segunda certeza es que han logrado mantener a la oposición en el lugar y con los protagonistas que ellos mismos han buscado cumpliendo así con el milenario consejo de Sun Tzu. La tercera, y quizás la mas importante para comprender los límites de toda estrategia oficialista u opositora, es que el camino a octubre para Macri está marcado por dos señales que no dependen de la política sino de los «mercados», valor del dólar e inflación.
Al tener presente estas dos variables, y ya entrando en el campo que habitualmente transitamos en estas columnas, todo el movimiento obrero debe estar avisado de varias cosas para el año que se inicia. La primera es que paritaria a la baja vuelve a ser la línea de horizonte con alguna maña de -en el mejor de los casos- perder lo menos posible o incluso empatar con la inflación en los sectores privilegiados (financiero, agroexportador). La segunda es que desempleo es un dato menor para el universo cambiemista. La tercera es que si cruzan el 2019 CFK va ir hacia un cono de sombra y el enemigo favorito va a ser «el sindicalismo», seguramente con la familia Moyano ocupando lugar de privilegio, pero esta vez a caballo de las reformas estructurales que será el nombre elegante del ajuste. Y aquí -como ya está pasando en el sector aerocomercial- los sindicatos que se planten serán objeto de guadañas de todo tipo.
El 2018 se cierra con señales claras del deterioro del poder sindical que sería necio no observar. Los bancarios celebran una paritaria que está a la par de la inflación mientras sus patronales ganan exactamente el doble vía el extraordinario negocio de las Leliq (recomiendo la lectura de la siguiente nota los sectores que pesan van para atras). La CGT hace de cuenta que existe lo que no existe, las CTA no conmueven ningún conflicto que protagonizan, el sindicalismo clasista navega en sus aguas conocidas y poco profundas. En todo un año de ajuste sobre el mundo del trabajo casi que no podemos contar con ningún emergente de los conflictos laborales (a duras penas podemos rescatar a Néstor Segovia de los Metrodelegados que fue expresamente buscado por la policía porteña en un claro intento de ponerle cara a un conflicto, en un tiro que le salió por la culata a Larreta). La comparación odiosa -puesto que es hecha a partir de la agenda propuesta por el mainstream- dice que durante el 2018 es más fácil recordar voces que protagonizaron la agenda feminista que aquellos que expresaron al trabajador en sus diversos conflictos.
Es cierto que los últimos paros lanzados por la CGT fueron un punto alto en las manifestaciones en contra de este gobierno. También es cierto que -al igual de lo que sucede con el kichnerismo- queda un gusto en la boca que indica que Peña/Duran Barba sonríen cuando esos paros hacen la doble vía de funcionar como válvula de escape al malhumor social al mismo tiempo que muestran la cara ajada -no solo por los años- de ese sindicalismo que por oposición permite a Cambiemos seguir siendo «lo nuevo».
El desafío, entonces, tanto para el sindicalismo como para el amplio espacio opositor, pareciera ser cambiarle los personajes a Cambiemos para que estos tengan que transitar el 2019 con figuritas distintas que obliguen a todos los jugadores a repensar el juego. Como expresa Maquiavelo…»No estoy interesado en preservar el status quo, quiero derrocarlo»