Las políticas implementadas a partir de la pandemia (salario complementario, IFE y créditos a tasa cero) garantizan ingresos básicos a casi 11 millones de personas; grupo al que se suman 3,2 millones de trabajadores del sector público; 6,9 millones de jubilados y pensionados; y los 120 mil que perciben el seguro de desempleo, indicó el CETyD.
Mediante el programa ATP, el Estado garantiza un piso de ingresos a 37% del total del empleo asalariado registrado a través del salario complementario que alcanzó en mayo a 2,2 millones de beneficiarios; 85% de esos trabajadores percibe entre 50% y 100% de su salario a través del programa, precisó el trabajo.
En tanto, en mayo los beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia fueron 8,3 millones, 54% de las personas en edad de trabajar que no tienen un empleo registrado; y los $10.000 del IFE cubren 72% de los ingresos laborales promedio de un trabajador no registrado.
«La correcta calibración de estas políticas de ingresos es un desafío formidable; se trata de garantizar que el apoyo le llegue en tiempo y forma a los sectores más afectados y, en simultáneo, de evitar que lo usufructúen los de mayores ingresos», resaltó el instituto de la casa de altos estudios.
El informe «Políticas Sociolaborales en tiempos del Covid-19. Cobertura y desafíos futuros» señala que «la pandemia profundizó la complejidad de la situación social, económica y financiera que ya atravesaba nuestro país».
Según el trabajo, «la administración que asumió en diciembre 2019 comenzaba a desplegar un conjunto de políticas para avanzar en la reversión de la crítica situación socioeconómica heredada; en ese momento, la pandemia y el aislamiento social paralizaron la actividad».
«El shock producto de la pandemia impacta sobre un tejido sociolaboral ya deteriorado y profundiza sus vulnerabilidades», evaluó el CETyD.
En ese marco, señaló, «las medidas de asistencia económica y productiva durante el aislamiento extienden la red de protección social con el objetivo de mitigar los efectos de la parálisis productiva».
Para el instituto de la Unsam, «las restricciones presupuestarias que tiene el Estado coexisten con un tejido social que atraviesa un nivel de deterioro muy importante; este es el problema más evidente; las políticas implementadas implican erogaciones que son de difícil sostenibilidad en el tiempo».
«La pandemia visibiliza continuos desafíos ante las desigualdades y problemáticas de quienes menos tienen; y fuerza al mismo tiempo la configuración de un nuevo Estado; situar al conocimiento y al desarrollo científico al servicio de las políticas públicas no es una necesidad solamente de la estrategia sanitaria; la complejidad de la heterogeneidad social y distributiva también amplía las exigencias para los encargados de aplanar la crisis económica y laboral», concluyó.