La ansiedad del peronismo por retomar el protagonismo callejero convirtió a este 17 de octubre en un evento histórico. Multitudinario, festivo, repleto de iconografía y federal. La primera impresión sobre la jornada confirma que la idea, que tuvo su epicentro en Azopardo, fue un acierto partidario que tuvo a la CGT como vórtice. Sin embargo, como suele pasar en los últimos años con cada pleno cegetista, se terminó convirtiendo en un boomerang que potenció las internas y que, incluso, podría dejarla sin chances de seguir funcionando normalmente en el corto o mediano plazo. Toda una suerte de castigo autoinflingido que opaca el éxito.
Los festejos del 17 comenzaron el 16. Esa tarde Luis Barrionuevo confirmaba la distancia definitiva de Héctor Daer y conducía una especie de refundación de lo que fuera su CGT Azul y Blanca. Frente al monumento a Juan Domingo Peron (inaugurado por Macri, como si se tratara de un metamensaje) Carlos Acuña ratificó el quiebre del binomio de conducción de la CGT y hasta catalogó de «alcahuetes» a sus pares que al día siguiente recibirían a Alberto Fernández en el Salón Felipe Vallese. La jugada no fue sorprendente. Acuña ya había faltado a los últimos cónclaves cegetistas, los había plantado en la cita con los emisarios del FMI, se había quejado de la relación con la Rosada y hasta del lugar al que fueron dotando los Gordos y los Independientes a las organizaciones sociales.
La salida de Barrionuevo y los suyos es un hecho en la práctica que habrá que ver si se concreta en los papeles. En todo caso lo importante es que el gastronómico cuenta con algo más de 10 alfiles en el Consejo Directivo de la central. Ese número de representantes fue parte del acuerdo que posibilitó aquel lejano triunvirato de 2016. Su salida, o ausencia, implicaría dejar sin chance real de alcanzar el quorum mínimo al Consejo Directivo cegetista. Adicionalmente, es la confirmación de que aquella unidad con triunvirato incluído sólo les habilitó a Daer, a Barrionuevo y a Hugo Moyano una llave para un piso compartido en Azopardo, pero que nunca se trató de una síntesis en sus concepciones políticas y sindicales.
La mañana del 17 mostró la potencia que conserva Moyano para tomar las calles, incluso en este contexto tan singular que impone el Covid-19. A pesar de las presiones que llegaron hasta último momento de La Rosada y el fuego cruzado de otros espacios sindicales, el camionero sostuvo la Caravana de la Lealtad, tal como la nominaron, y congregó una multitud. Mostró lo propio y a sus nuevos aliados, con los taxistas como principales exponentes. Además se encargó de tomar el centro de la escena y se convirtió en el único dirigente sindical que tuvo su momento de oralidad. Casi que fue quien editorializó el día.
Pero no sólo seguía lo que ocurría en la Caravana. Moyano también tenía un ojo en lo que pasaba en Azopardo y estaba atento a la foto que surgiera de ese acto. De hecho una alta fuente de su entorno le recordó a InfoGremiales que el camionero todavía tiene 5 dirigentes de su espacio que conservan el lugar en el Consejo Directivo de la CGT, que no presentaron su renuncia formal cuando salieron Pablo Moyano, Juan Pablo Brey y compañía, y que podrían activar en las próximas jornadas su salida. Sería una jugada estratégica para aprovechar el golpe que le asesta Barrionuevo a Daer. Todo un TEG sindical.
Daer, por su parte, parece haber sido quien mejor interpretó el sentir de Fernández (Alberto) y de hecho lo colocó en el centro del ring, rodeado de gobernadores y sindicalistas. ¿Le valdrá eso conseguir la bendición oficial para la compulsa por la conducción cegetista en 2021? Todavía nadie lo sabe. Lo que si se sabe es que la Juventud Sindical que lidera Sebastián Maturano se fue disconforme del Vallese por la poca centralidad que se le otorgó. A pesar de que se sentían locales, estuvieron detrás de casi todo el arco político. El malestar también lo exteriorizó Gerardo Martínez, en desacuerdo con la estética y con la conducción de una acto poco «sindicalero».
Los más avezados observadores de la conducción cegetista eligieron poner el foco en un (no muy nutrido) grupo de dirigentes que asistieron primero a la Caravana y luego dieron el presente en Azopardo. En esa indefinición proyectaron un campo fértil sobre el que podrían trabajar para tratar de debilitar las aspiraciones del camionero rompiendo su haz de alianzas. El otro punto sobre el que se posaron fue en lo notablemente desgastada que está la relación entre Moyano y Sergio Palazzo. Esa distancia, que persiste desde el debate por los lugares en las listas del año pasado, también pondría a la Corriente Federal de Trabajadores como territorio a disputar por los diferentes actores cegetistas. En tanta dispersión, todo suma pensando en el congreso del año próximo.