Construcción ideológica del movimiento obrero, como parte del frente nacional
Desde la irrupción del peronismo –hecho fundante en muchos aspectos para nuestro país— el movimiento nacional adoptó tres ideas como su vértebra identificativa, sin las cuales no se tendrían reales perspectivas de liberación nacional, y que son síntesis conceptuales de la problemática sobre la cuestión nacional y la cuestión social: la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
Al interior del frente nacional luego de 1946 serán los trabajadores y sus organizaciones populares quienes, desde sus experiencias históricas –concretas y simbólicas—, solidifiquen el vínculo entre esas tres banderas y los caminos tomados para cumplirlas. El protagonismo del movimiento obrero durante estos gobiernos y la estrecha relación política con Eva dan muestra de un movimiento nacional que avanza colectivamente, a partir de la voluntad y decisión de los trabajadores, representados políticamente por la conducción de Perón. Efectuado el golpe de estado de 1955 se iniciará la resistencia a una dictadura sangrienta y fusiladora, que otorgará al movimiento obrero una nueva experiencia de lucha con objetivos políticos, económicos y sociales en el marco de la lucha por la liberación nacional definitiva.
Esta nueva fase de organización popular y renovación en las estrategias de la clase trabajadora forma el contexto de importantes construcciones programáticas del sindicalismo argentino. Este reposicionamiento generará que el movimiento obrero se imponga como el principal articulador local –teniendo en cuenta el exilio de Perón y la imposibilidad de su vuelta— en torno a un proyecto nacional y popular. Conformó sus propias tácticas, en muchos casos, y generó programas que sintetizaban los intereses de los sectores sociales, frontalmente perjudicados por el imperialismo y sus aliados locales. Los programas serán síntesis de lo aprehendido durante los gobiernos populares, como representativos de las tensiones existentes al interior de un posible frente nacional.
Avances en torno a lo programático
El denominador común de los tres programas (de La Falda en 1957, de Huerta Grande en 1962 y del 1º de mayo de 1968) –sin negar la profundización ideológica, y de una visión extensa sobre la articulación social que aportará la CGT de los Argentinos— es la conciencia de masas, que atraviesa todo ese periodo. Esa matriz histórica reafirmó la imposibilidad de una correlación de fuerzas a favor, capaz de imponer el “control estatal del comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio estatal”, “implantar el control obrero sobre la producción”, “expropiar a la oligarquía terrateniente”, y que “la propiedad sólo debe existir en función social”, sin el fuerte protagonismo y la unidad de los trabajadores. Protagonismo porqué “el obrero no quiere la solución por arriba. El trabajador quiere el sindicalismo integral, que se proyecte hacia el control del poder, que asegure en función de tal el bienestar del pueblo todo”. Unidad del movimiento obrero en torno a una sola CGT y combativa, como actor de poder que enfrente al contubernio antinacional.
Embate oligárquico e imperialista
La dictadura militar de 1976 tuvo como principales objetivos imponer un modelo que afecte la diversificación económica, desindustrialice al país y perfile una economía de desarrollo financiero en beneficio de la clase dominante local. Y su gran obstáculo era ese movimiento obrero de masas que se había forjado como actor fundamental del vínculo entre las tres banderas, las estrategias políticas y las posibilidades reales de transformación.
Resistencia obrera
Tal como nuestra memoria evoca a los cuadros militantes y dirigentes que han sido partícipes de los procesos de avance de los diferentes movimientos nacionales, hay otros tantos que han defendido encarnizadamente la causa del pueblo mientras se sucedieron los diversos y numerosos embates de los enemigos de nuestra patria.
Sin lugar a dudas, la ferocidad con la que se atacó al campo popular, en general, y a los trabajadores, en particular, demostró cuál clase social la dictadura consideraba el puntal del proyecto industrializador, popular, con proyección latinoamericanista. Sin embargo, los trabajadores desde un comienzo resistieron, bajo las condiciones existentes: trabajo a tristeza, huelgas por franjas horarias, el sabotaje, etc. Aquí también se visualiza un proceso que emergerá en 1977, que es la conformación de un grupo de sindicatos que expresaba su rechazo a la dictadura, ante la prohibición de participar en la CGT: la comisión de los 25. Saúl Ubaldini, por entonces secretario general de la Federación de Sindicatos Cerveceros, participa del mismo, plantando su posición sin atenuantes. El sector de los 25, enfrentado a la Comisión de Gestión y Trabajo (considerada participacionista), señalará sin ambigüedades la “aparición de los detenidos sin condena judicial previa” y lo perjudicial para el pueblo de las políticas económicas llevadas a cabo por la gestión de Martínez de Hoz.
El 27 de abril de 1979 realizan el primer paro general a la dictadura, confluyendo de forma masiva a una coyuntura en la que los militares y civiles implicados empiezan a ver importante nubarrones para su proyecto: la lucha iniciada en el ’77 por las Madres de Plaza de Mayo y la llegada de la CIDH. Tanto la jornada del 30 de marzo de 1982 como los sucesivos paros generales hasta 1983 conforman el mayor grado de organización y unidad del movimiento obrero durante la dictadura. En todas estas jornadas, luchas y movilizaciones se irá forjando la figura de Ubaldini como principal dirigente gremial, coherente en su defensa por los derechos humanos y de un proyecto nacional que rescate el peronismo histórico.
26 puntos de 1985
Sin lugar a dudas, el programa de los 26 puntos de la CGT de 1985 fue uno de los puntos más altos de conciencia y profundidad política del movimiento obrero, en lo que respecta a los treinta años de neoliberalismo en nuestro país. El principal impulsor fue Saúl Ubaldini, que lo sostuvo y defendió incluso durante el menemismo (el futuro del programa como de su inspirador tuvieron el contexto de la fragmentación obrera, la derrota del proyecto nacional, el alejamiento de una CGT combativa del peronismo partidario, y la proliferación de proyectos bien intencionados, pero que se embarcaban de forma individual, deformando las estrategias tomadas por sus incoherentes tácticas elegidas).
A partir de lo que se ha señalado previamente, Ubaldini emerge como el líder del movimiento obrero hacia la década del ’80, porque es el dirigente que mejor interpreta qué protagonismo deben tomar los trabajadores en la lucha política, la importancia de la unidad (de todos, siempre y cuando estén subordinados a su conducción política y programática) y la defensa de las tres banderas históricas del peronismo, conquistándolas en la calle, y con planteos que trasciendan lo estrictamente gremial, generando verdaderos proyectos de nación.