Este miércoles los manteros del barrio porteño de Flores volvieron a cortar por segundo día consecutivo el cruce de Av. Avellaneda y Av. Nazca. El caudal de gente en el corte les permitió llevarlo a las vías del tren Sarmiento. Quieren trabajar.
El reclamo lleva muchos años a los que el Gobierno de la Ciudad respondió con persecución, confiscación, aislamiento y represión sin encontrar una solución real.
“Nos estamos muriendo de hambre, queremos que nos dejen tranquilos, solo queremos trabajar”, repiten a los medios.
El trabajo de las y los manteros suele ser de supervivencia. Un rebusque hasta que puedan conseguir algo más estable y en mejores condiciones o un refuerzo de otros ingresos. Se trabaja sobre la vereda, incluso tomando metros de la calle, expuestos a inclemencias climáticas, a robos, a accidentes de tránsito, al deterioro de la mercadería.
En la zona de Flores, se le suma la guerra con los comerciantes que los denuncian, los inspectores de la Ciudad que les confiscan la mercadería y la policía que los persigue, les pega y los detiene.
En el barrio de Once, los manteros fueron llevados a una feria municipal pero los feriantes indicaban ya a principios de 2019 que desde que tienen una locación las ventas bajaron mucho, el Gobierno no les hace publicidad ni paga reformas para volver atractivo el paseo de compras que compensaría la comodidad de ver la mercadería y comprar al paso.
En un contexto de pandemia y dificultades económicas múltiples a nivel mundial, reprimir a quienes sólo buscan llevar el pan no debería ser la única opción que ofrezca la ciudad más rica del país.