Por Conrado Reinke*
La generación X (nacidos entre 1970 y 1980) y los millenials (nacidos entre 1981 y 1993) han tenido dificultades para encontrar empleos de calidad al momento de integrarse al mercado laboral.
El desempleo joven de ambas generaciones ha estado asociado al mal funcionamiento de los mercados laborales y de la seguridad social. La pandemia ha generado una crisis generalizada, ha paralizado la actividad económica global de manera súbita, y muy probablemente cambiará el funcionamiento de varios sectores económicos: varios de esos sectores dejarán de emplear a las personas permanentemente, por lo que muchos trabajadores deberán encontrar una nueva ocupación en otros sectores.
El impacto de las nuevas tecnologías es innegable: está cambiando tanto la forma en que trabajamos como la naturaleza del trabajo mismo. Ciertamente, no todas las tecnologías emergentes alterarán el panorama social.
Según muchos estudios, el 65% de los niños que ingresan a la enseñanza primaria hoy en día tendrán trabajos que no existen aún y para los cuales la educación que reciben no podrá prepararlos, lo que exacerba las brechas de competencias y el desempleo en la fuerza laboral del futuro. Para adaptarse las sociedades necesitarán opciones educativas ágiles que ayuden a sus fuerzas de trabajo a readaptar sus habilidades.
En la Encuesta de Competencias de Adultos de la OCDE, dos tercios de las personas encuestadas carecen de las habilidades básicas necesarias para funcionar en “entornos ricos en tecnología”. Estas habilidades comprenden no solamente competencias en tecnología de la información, sino también competencias fundamentales (como el procesamiento de la información, autodirección o resolución de problemas) y otras habilidades que hacen más flexibles a los trabajadores. Por otra parte, según las Encuestas de Empresas del Banco Mundial, el 36% de las firmas en América Latina y el Caribe afirman que les resulta difícil encontrar empleados con las calificaciones adecuadas, un porcentaje mayor que en cualquier otra región del mundo, comparado con el 21% en el mundo y un 15% en los países de OCDE.
Existen tres acciones concretas que pueden implementarse para lograr que la generación que se está incorporando al mercado laboral mejore sus perspectivas laborales: Un primer desafío será reincorporar a los jóvenes que están perdiendo sus empleos en los sectores que tengan una recuperación más rápida o en aquellos que vayan demandando más personal. Para ello, será deseable contar con la identificación oportuna de la fuerza laboral que pueda ser empleada por esos sectores. Una alternativa para ello es el uso intensivo de tecnología para la intermediación de empleo que proveen los sitios donde se oferten las posiciones.
La expansión de plataformas para anunciar y obtener oportunidades de empleo puede ayudar a que más empresas reduzcan costos de búsqueda de talento y más trabajadores, especialmente los más jóvenes, encuentren nuevas ocupaciones basados en tareas específicas que pueden realizar.
El segundo desafío será la capacitación efectiva de los jóvenes. La demanda de habilidades digitales avanzadas se ha incrementado, incluso a pesar de la pandemia, por lo que será importante encontrar mecanismos para desarrollarlas de forma efectiva y en el menor tiempo posible.
Finalmente, los cambios demográficos y los problemas que presentan los sistemas de seguridad social de la región hacen imprescindible transformar estos últimos para lograr una cobertura efectiva para salud y pensiones.
Los países de la región, y la Argentina en especial, tienen la imperante necesidad de educar y preparar mejor a las personas para esos nuevos puestos de trabajo, a la vez que aplican políticas que ayuden a mitigar el impacto de la automatización sobre los individuos.
El Foro Económico Mundial acuñó el término DQ (coeficiente digital, por sus siglas en inglés), que mide la facilidad y el manejo de los medios digitales por parte de los individuos. Según esta definición, para dominar las competencias del futuro las personas deben desarrollar tres niveles de DQ: en primer lugar, ciudadanía digital, que refiere a la habilidad de utilizar la tecnología y los medios digitales de forma segura, responsable y efectiva; segundo, creatividad digital, es decir, la habilidad de formar parte del ecosistema digital a través de la generación de nuevos contenidos y transformando ideas en realidad a través del uso de herramientas digitales; y, finalmente, emprendimiento digital, o la habilidad de utilizar medios y tecnologías digitales para resolver desafíos y crear nuevas oportunidades, adoptando y desarrollando nuevos cursos o iniciativas tales como el tecnoemprendimiento, programas de mentores y las hackatones de emprendimiento para incentivar la cultura de la innovación.
Resulta central fortalecer los coeficientes digitales lo antes posible y, de esta manera, preparar a los jóvenes para las necesidades de talento que el futuro del trabajo demanda.
* Director de Trabajo Global. Experto en Empleo y Derecho.