Por Damián Ledesma* @damian_ledesma
En el marco de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el Sumo Pontífice se mostró preocupado por el retroceso de los derechos básicos de los colectivos vulnerables y del avance de derechos del capital por sobre el trabajo. El Vaticano retoma la postura del Papa Pío XXI, cuando la iglesia reclamó ante el mundo medidas urgentes en contra del Liberalismo económico que llevó a la gran depresión de los años 30’. Los métodos de reconstrucción económica nuevamente cuestionados.
En su mensaje denuncia la proliferación de la cultura del descarte sobre trabajadores y trabajadoras (especialmente) y pide a los empresarios mayor compromiso para generar fuentes de trabajo decente, al tiempo que insta a los Estados a no descuidar los derechos y garantías de los “olvidados” del sistema. El discurso condensa su postura política sobre el trabajo, reivindicando el rol del Estado y de los sindicatos como centinelas de derechos.
Bergoglio volvió a identificar a la propiedad privada como un derecho secundario frente a la propiedad universal de bienes y su posibilidad de uso. Esta idea que tanto alteró al periodismo del establishment debe leerse en una cosmovisión más amplia, ya que también bregó por una nueva formar de concebir el desarrollo económico, contemplando lo ambiental y el trabajo humano como factores inherentes. Dos concepciones distópicas en un mundo al que el covid-19 le imprime una acelerada inequidad social.
1) Las organizaciones sindicales cumplen un papel importante para sostener y custodiar el trabajo. Aquellas que se corrompen se convierten en pseudo patrones y no cumplen su profecía de creación.
2) La tutela sobre el trabajo no debe hacerse solo con los ya incluidos, sino cuidar también “muros afuera” de la sociedad del trabajo. Hay que aceptar los cambios que están en marcha y contener a las nuevas formas de empleo, representando a colectivos no tradicionales y más marginados.
3) Las políticas de cuidado son insoslayable a todo trabajo. No solo para que las mujeres tengan guarderías y puedan salir a trabajar, sino también para que haya una relación sostenible, inclusiva y ampliatoria de derechos.
4) Las mujeres son las grandes perjudicadas del mundo laboral actual ya que padecen nuevas formas de esclavitud, les cuesta acceder a cargos jerárquicos y son discriminadas por su condición de géneros. Pide por cambios urgentes que nivelen condiciones de acceso y permanencia.
5) Los Estados tienen que garantizar el acceso a servicios básicos. Aquí el Papa reivindica el rol del Estado como garante de equidad social.
6) La competitividad no debe ser el único método para triunfar. Una clara postura en contra de la meritocracia como axioma individualizante del liberalismo moderno.
7) Los Estados y los sindicatos deben custodiar los derechos laborales, ya que la desregulación afecta y cercena conquistas laborales.
8) La misión más loable de la política es crear fuentes de trabajo decente. La caridad radica entonces en mejorar las condiciones sociales de los vulnerables en forma permanente.
9) Hay que volver a la cultura de la solidaridad por sobre la cultura del descarte. Cada pueblo tiene una identidad originaria que puede ser fuente de inspiración para lograr relaciones sociales inclusivas.
10) La propiedad privada es un derecho que debe estar subordinado a otro derecho: la propiedad universal, donde los bienes puedan ser usados por todos.
Frente al capitalismo de la globalización financiera, cuyos modos de producción oradan las fuentes de trabajo y la calidad de los empleos, Francisco no duda en quedarse del lado de los trabajadores y especialmente de las mujeres. Su plegaria política otorga voz a aquellos que no la tienen, e interpela a los dueños del capital, a los jefes de Estados y a las organizaciones sindicales a cuidar el trabajo humano y la dignidad de las personas, por encima de las variables de crecimiento económico.
*Damián Ledesma Politólogo (UBA) y Docente de la Universidad Nacional de Lanús