Por Luis Autalán @luisautalan / Fotografía Ariel Gaspardi / Héctor Recalde, un referente del derecho laboral argentino y de la política, hizo autocrítica respecto a las 20 leyes de la dictadura que todavía rigen. Descree de los emprendedores individuales y asume que la libertad y la felicidad son excluyentes fenómenos del pueblo. Sus disputas de 40 años con Daniel Funes de Rioja y la actual con Teddy Karagozian. Su alejamiento y reconciliación con Hugo Moyano. Su preferencia por los dirigentes combativos porque los dialoguistas incorregibles, “no llegan a ningún conflicto como tampoco a solución alguna”. Se definió como un conciliador e imaginó a un Perón admirador de CFK.
Con la mirada sonriente a través del ventanal de un décimo piso en una tarde de invierno y nieblas en combo porteño, declarándose un hincha de Boca “que no ejerce”, sus ojos se iluminan para citar entre temas laborales, sindicales y políticos a once nietos, sus tres hijos (dos abogados y una actriz).
Remontar a las anécdotas para ilustrar el pasado y asumir, siempre con sonrisas para definiciones ácidas u honores al peronismo la trayectoria profesional que comenzó en los 60′. Un matrimonio, y su pareja actual, atesoran otras vivencias. Pasión por deportes varios, hasta el patinaje y el reconocimiento propio de considerarse, un buen bailarín. Un pacto ni siquiera mencionado para no referir a edades, sin perjuicio de recorrer pasado presente y futuro en otra charla de InfoGremiales con protagonistas.
-¿Pensó alguna vez que hubiese sido más fácil para usted no defender a trabajadores?
-Me hubiera enfermado. La felicidad de las personas, además de la familia que es lo primero, está en trabajar en lo que a uno le gusta. Siempre tuve esa suerte, desde que me recibí de abogado y antes cuando fui delegado donde trabajaba. Terminé el secundario en la Caja Nacional de Previsión Social de los Trabajadores Rurales, con sede en Paraguay 1536, organismo que como otros se encuentra hoy comprendido en la Anses y tenía la misma pasión que hoy.
“Que se piense en la política como una mala palabra es el triunfo de la derecha: que se diga ‘éstos van a afanar, éstos van por el carguito’ y cosas por el estilo conspiran contra la política. Que en realidad es participación y para nosotros los peronistas se trata de participación popular”.
Hector Recalde
-Remite a la definición de Leonardo Favio, ser peronista para ser feliz en conjunto…
-Claro, siempre lo colectivo es prioritario frente a lo individual, la libertad por ejemplo. Fíjese que la política es muy injusta y a mi me tocó ser un privilegiado, no tengo nada de qué quejarme. Eso no quita que uno ve que otros quedan relegados y deberían estar, otros que no y están, hablo de los que reman para sí mismos. La política no gratifica, pero a mí me gratificó y mucho.
-¿Es un triunfo de la derecha que se hable mal de la política y no de otros estamentos poderosos?
-Que se piense en la política como una mala palabra es el triunfo de la derecha: que se diga “éstos van a afanar, éstos van por el carguito” y cosas por el estilo conspiran contra la política. La cual en realidad es participación y para nosotros los peronistas es participación popular.
-Pero la antipolítica logró hinchas fanáticos en la clase media e incluso entre los pobres-
-Bueno, digamos que en todo caso uno tiene que hacer autocrítica. Y en esa materia soy especialista porque hay un montón de cosas que debería haber logrado y no lo hice. Avanzar mucho más en las conquistas de derechos laborales, por ejemplo.
Me dirán que avanzamos, es cierto, pero también nos quedan pendientes muchas cosas. Puedo enumerar algunas por cierto. Hay 20 leyes que se sancionaron durante la dictadura cívico-militar que están vigentes y decir esto es autocrítica.
“Suelo calificar a los dirigentes sindicales en dos grupos, los dialoguistas y los combativos, en mi caso voy con estos últimos porque suele pasar que los dialoguistas dialogan, dialogan y siguen con esa tesitura con tanta intensidad y abarcando tanto tiempo que jamás llegan al conflicto. Tampoco a ninguna solución, pero ellos siguen dialogando”
-Verá que Daniel Yofra, el sindicalista de Aceiteros, nos dijo que pese al regreso de la democracia no se logró recuperar todos los derechos que nos arrebataron los militares
-Bueno, es lo mismo que digo siempre, está escrito en libros que escribí, publiqué 14, estamos ante un caso de plagio (risas). No lo conozco personalmente a Yofra y me gustaría, sé que es un dirigente combativo. Coloquialmente suelo calificar a los dirigentes sindicales en dos grupos, los dialoguistas y los combativos, en mi caso voy con estos últimos, con los dialoguistas, tengo una cuestión. Ellos dialogan, dialogan y siguen con esa tesitura con tanta intensidad y abarcando tanto tiempo que jamás llegan al conflicto. Verá que tampoco a ninguna solución, pero ellos siguen dialogando. (risas)
-¿Cómo se lleva con su ego, se trata de usted, lo tutea?
-Lo domino, lo disimulo muy bien, soy egocéntrico pero lo disimulo muy bien.
-¿Es un vicio el ego?
-No soy freudiano, ahora si uno no se quiere a sí mismo no puede querer a los demás.
-Se lo pregunto porque usted, respetado en ámbitos de derecho y sindicales, también es considerado por algunos como el ministro de Trabajo que no llegó a coronar…
-Me consideran por mi veteranía (risas). Pero decir eso es un gran error, nunca en mi vida quise ser ministro de Trabajo y pude haberlo sido.
«Nunca en mi vida quise ser ministro de Trabajo y pude haberlo sido»
-Elija un momento de relax en su vida.
-La lectura, en alguna época lo fue el ajedrez pero ese juego me llegó a dominar en algún momento. Después del exilio, terminada la dictadura, regresé al país y jugaba al ajedrez en el primer piso de la confitería La Paz, en Corrientes y Paraná. En esa época fumaba, no tenía médico de cabecera, consultaba al pediatra de mis hijos, del cual me había hecho amigo.
Estaba en esa confitería una tarde y siento que tenía taquicardia, lo llamo por teléfono al pediatra y le dije que estaba jugando al ajedrez, al ping pong, que tomaba café y tenía taquicardia, le remarqué que lo llamaba de La Paz. El me respondió “debe ser la altura Héctor’” claro pensó que lo llamaba desde la ciudad de La Paz, en Bolivia (carcajadas). Estaba tan apasionado por el ajedrez que dormía y soñaba que la gente eran torres, alfiles, peones, etc. Estudiaba ajedrez, tengo una respetable biblioteca, aún siendo principiante, sobre ese juego.
-¿Por el ajedrez entonces se explica su vocación de discutir desde el pensamiento crítico?
-Mire no sé si tengo esa vocación. Para discutir soy un pastor evangélico, tranquilo, no me caliento. Quizás lo pueda graficar con una anécdota que tengo con el diputado Fernando Iglesias, que por estos días está de moda. Estábamos en discutiendo en Diputados sobre un proyecto de ley en materia de deportes. Había un compañero, mendocino, secretario del Sindicato de Comercio de esa provincia Guillermo Pereyra, que después falleció en un accidente automovilístico. La cuestión era que había una discusión áspera entre él e Iglesias. En un momento éste ironiza: “Estos que dicen defender a los trabajadores tendrían que darse cuenta el problema que tenemos acá”, refiriéndose a mí. Me pareció que estaban discutiendo al divino botón, y entonces pedí 5 minutos de cuarto intermedio con permanencia en el recinto. En ese paréntesis iba de la banca de Iglesias a la de mi compañero Pereyra, hasta que conciliaron, llegamos a un acuerdo y se votó la modificación que tratábamos. Eso sí, me acerqué a Iglesias y le espeté que si yo me quedaba en el enojo por sus dichos no hubiéramos arreglado nada…
-Lo que no está de moda hoy es la conciliación, construir puentes.
-Me gusta pensar que los abogados laboralistas podemos ignorar el derecho pero sabemos conciliar. La discusión de un convenio colectivo puede incluir medidas de fuerza, conflicto y más pero su esencia es la conciliación, los juicios laborales también.
Cuando empezaba en esta profesión, en febrero de 1962 trabajaba en una comisión de conciliación. Desde las 7.30 de la mañana tenía ese tipo de audiencias incluso simultáneas, de tres sindicatos: SMATA, Gastronómicos y Textiles, había muchísimo trabajo e incluso estábamos allí hasta los sábados por la tarde. En una de ellas llega un matrimonio, era en la Asociación Obrera Textil, la calle Humberto Primo 320 de Quilmes. Me plantearon que no venían por un problema laboral sino que querían divorciarse. Entonces hablé con ellos, y en un momento les pregunté si hacía mucho que no iban a un barcito a tomar un café. Me dijeron que en años no lo habían hecho, les propuse que fueran a tomar ese café y regresaran porque los iba a esperar ya que iba a estar en la oficina hasta muy tarde y ahí podía orientarlos para el divorcio. ¿Le resumo? A las dos horas, más o menos, volvieron con cuatro kilos de masas finas. Se habían arreglado, pudieron conciliar…
«Digamos que machirulos sobran, pero es un problema cultural no es potestad del Movimiento Obrero. En mi caso a partir del “Ni Una Menos”, me declaro argentino, republicano, democrático, peronista, cristinista y feminista«
-Ese episodio de final dulce es una alegría. ¿Si le pregunto sobre una tristeza en su profesión?
-Sí, una elección sindical, porque me tocó patrocinar a muchas listas opositoras. Bueno, en el Sindicato de Empleados de Comercio representé a una compañera, Ines Dighiam, que había sido prosecretaria general, una gran dirigente que estuvo muchos años exiliada en Costa Rica. Con ella dimos una pelea extraordinaria en la oposición y quedamos a un paso de ganar, casi arañando esa victoria a tal punto que festejamos esa derrota con llanto.
Hay un tango que dice, “muchacho que no saben del encanto de haber derramado llanto en el pecho de una mujer” (Muchacho, de Edmundo Rivero). Parafraseando ese tango escribí una poesía sobre el encanto de haber derramado lágrimas por una elección perdida. Dejamos el alma en esa compulsa y es un momento triste, sin dudas, no haber alcanzado ese triunfo.
-Si hablamos de recuerdos es inevitable preguntarle por Juan Domingo Perón.
-Usted hace referencia a uno de mis privilegios. Me tocó estar durante cuatro días seguidos en las oficinas que tenía Jorge Antonio en Madrid, analizando y tratando temas con el General. Y lamento no tener una sola foto de esa época, fue en 1965 cuando los teléfonos celulares con los que incluso juegan mis nietos sólo eran parte de las novelas o series de ciencia ficción. Incluso me había comprado una minicámara fotográfica “Minox”, la que usaban los espías. Pero no pude lograr una sola imagen de esas cuatro jornadas, y había llegado a esa cámara porque soy un apasionado lector de las novelas policiales.
-¿Cuál es su mejor registro, más allá de que no hubo fotos, de ese contacto directo con él?
-La mejor definición que podría dar de Perón es a través de mi vivencia, de esos encuentros en Madrid. Hasta que llegó ese momento era un peronista racional, después de esos cuatro días me convertí además en un peronista emocional. El ya en la década del 60′ hablaba de universalismo, del cuidado de la naturaleza, equilibrio ecológico, la continentalización que no es otra cosa que la concepción global del mundo hoy. Por supuesto que no hay ser humano perfecto, pero él era un gran estadista a no dudarlo. Sus virtudes oscurecían cualquier defecto que Perón pudiese tener.
-Juguemos con una fantasía, Perón le golpea la puerta de esta habitación, ingresa y le dice: “Héctor dígame tres nombres y apellidos para conducir la CGT que se viene…
-Los tengo, Fulano, Sultano y Mengano. (carcajadas). ¡Que se arreglen los muchachos!. Y digo los muchachos porque a pesar del cupo las chicas no participan mucho.
-¿Perón sería kirchnerista hoy?
-Si Perón viviera sería Presidente y en el caso de que estuvise exiliado respaldaría al kirchnerismo. Es más, él vería en Cristina alguna remembranza, algún parecido a Evita.
-Una definición fuerte
-Soy cristinista y mi afirmación puede ser parcial, lo siento así. Evita es Evita, no hace falta agregar una sola palabra para dimensionarla. Ahora digamos que Cristina tiene una pasión muy similar a la de Eva, quién falleció a los 33 años. Son dos historias diferentes unidas en una pasión no casual. Y es momento de decir, qué mujeres tuvo, tiene y tendrá el peronismo. ¿No le parece?
-Hablando de mujeres los sindicalistas le pasan facturas a la Vicepresidenta por tal condición
-Digamos que machirulos sobran, pero es un problema cultural no es potestad del Movimiento Obrero. En mi caso a partir del “Ni Una Menos”, me declaro argentino, republicano, democrático, peronista, cristinista y feminista. Hay generaciones que cargamos con la mochila del machismo cultural. Uno tiene que tratar de vencerlo.
-Frases como “los hijos son de la madre”, casi una marca registrada.
-Usted me podrá inferir como vanidoso, sin embargo debo decir que fui de los primeros en dar esa lucha contra el machismo. Cuando hace mucho tiempo me preguntaban: “Colaborás en tu casa?”, mi respuesta era: “No, yo participo”. Mi orgullo es ser parte de la familia.
Charlando con el pediatra que le comenté que atendía a mis hijos y yo consultaba hace muchos años me dijo: “cuando nacen los bebés, las bebas, reconocen, identifican a su madre, al padre no. La única forma de lograrlo para los hombres es que tengan contacto de piel”.
Y si bien mi mamá me decía “goldfingers” (dedos de oro) por mi torpeza manifesta para actividades prácticas a Mariano, mi primer hijo, le limpiaba el ombliguito con algodón, agua y alcohol. Le cambiaba los pañales, los cuales hay que recordar que no eran descartables como ahora.
«La política económica no depende del derecho laboral, ya que el mismo no crea, destruye o cosa parecida respecto a empleos»
-¿Es verdad o un mito instalado que Hugo Moyano le pidió disculpas?
-No es verdad, no me pidió disculpas. En una ocasión, cuatro años después del alejamiento, nos encontramos, nos dimos un abrazo, charlamos y aclaramos las cosas. Usted sabe que habíamos tenido una relación muy estrecha hasta ese momento dónde se plantearon diferencias y opté por la política lo cual me hizo distanciarme de él.
-¿Aplicaron la cláusula Aníbal Fernández respecto a su alejamiento y reencuentro con Cristina? El ex jefe de Gabinete suele recordar que le expresó a la Vicepresidenta, “si hablamos del pasado nos vamos a seguir peleando” y acordaron volver a empezar.
-Es así, no tiene sentido repasar por qué uno se pelea, importa el presente y lo que vendrá.
-¿Qué viene a su mente cuando se apunta al sindicalismo, al derecho laboral y a su normativa como frenos al empleo o génesis de todos los males de este mundo? Hablando de cláusulas existe la “Funes de Rioja”, para graficar con un nombre concreto.
-Vamos por partes, con Daniel Funes de Rioja hace 40 años que discutimos en posiciones opuestas y no obstante tenemos una relación respetuosa. Ahora cuando apareció este proyecto de “La Mochila Argentina”, con autoría de Karagozian (Teddy), a quien una vez cité por error como “Karajozian” y se enojó, más allá de las anécdotas, con proyectos como esos el disgusto es inevitable. Este empresario y otros nos apuntan, en esos términos que usted apunta en la pregunta, pero no saben que yo ya cuento con varios honores.
Por ejemplo cuando Macri (Mauricio) me apuntó como el jefe de la mafia de los abogados laboralistas. Y eso para mí es un honor. Esas calificaciones certifican que uno recorre el camino correcto. Insisto en expresar que la política económica no depende del derecho laboral, ya que el mismo no crea, destruye o cosa parecida respecto a empleos.
Parafraseando a Perón digo que el derecho laboral es distribuir el empleo con más razonabilidad, y equidad, por ejemplo, regulando la duración de la jornada de trabajo de 48 horas fue determinada en 1929, ya tiene más de 100 años y criteriosamente existen proyectos e intención de debatir su modificación, aclaramos porque no está demás, reducción de jornada sin reducción de salarios.
-¿Qué mirada, valoración o lo que fuere tiene del Presidente Alberto Fernández?
-Tanto a Alberto como a Cristina a la hora de cualquier análisis de gestión es y será imposible dejar de lado que luego de la pandemia macrista, llegó la del Coronavirus, estamos hablando de momentos difíciles y continuados casi sin pausa alguna.
Suelo hacer la prueba contrafáctica, quizás en ejercicio de la jurisprudencia como sucede en el derecho, para pensar y preguntarme qué le hubiera pasado al pueblo en esta pandemia si gobernaba Macri. Y la respuesta se resume en una frase “que se mueran los que se tengan que morir”.
-No existe ese audio pero el Presidente aseguró que el ex Jefe de Estado se lo dijo…
-Le creo a Alberto, doy fe que si el Presidente lo dijo es porque lo escuchó en boca de Macri.