(Por Luis Autalán @luisautalan / Fotografía Ariel Gaspardi) Es el letrado argentino que resultó electo por unanimidad como presidente de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas (ALAL). Matías Cremonte dio la voz de alerta sobre un capitalismo con intenciones más salvajes que la vuelta a la esclavitud. Objetó en parte a la Ley de Teletrabajo, y precisó que el empresariado busca atomizar los colectivos de trabajadores y trabajadoras para avasallar derechos. Apuntó que los avances de la derecha, incluso en la seducción de las clases más pobres, es un fenómeno regional, perverso y orquestado contra todos los estamentos del Derecho del Trabajo. Y bajo las huellas de la pandemia también aseveró que un juicio laboral hoy puede demorar 7 años.
A los 48 años Matías Cremonte ya estuvo a cargo de la Asociación de Abogados Laboralistas en la Argentina y coronó la misma responsabilidad a nivel regional hace unos días. A la hora de algunos datos de su intimidad sonríe para destacar como un cable a tierra emotivo, dentro de una agenda que incrementó con exigencias recientes, su hija de 17 años, el respaldo incondicional de su actual pareja y las dos hijas de ella con quienes ensambló una nueva familia hace 12 años.
Hincha de River Plate, por lo que se define como amante del buen fútbol, regresó a militar la pasión Millonaria desde un episodio deportivo doloroso, la pérdida de la categoría. Pero allí renovó sentires con lo que significó el paso de River por el ascenso a nivel evento popular. También reconoce que el un regreso al fútbol tiene que ver con haberse mudado a vivir en el barrio porteño de Caballito, hace 2 años, hecho que hizo que comenzara a practicar natación en Ferro Carril Oeste. La campaña y el juego de los Verdolagas también lo hicieron regresar a la cancha.
Jugó 25 años al rugby en el club Banco Nación, en el puesto de ala y como tercera línea. Lo recuerda orgulloso porque esa entidad hace honor a un estilo de rugby «Nacional y Popular». «Me quedaron muchísimos amigos en ese club porque también, como sucede en cualquier deporte, se juega por el sabor de la victoria pero colectivamente. Y eso es algo que sin dudas me quedó para el resto de mi vida. El trabajo en equipo”. Jugar desde lo colectivo, un hecho que muchas veces destaca el periodista Carlos Stroker, para realzar que «se juega como se vive».
Punto de inicio para la entrevista con InfoGremiales, la metáfora deportiva como lenguaje universal.
«Los abogados que tenemos una militancia laboralista y estamos vinculados a organizaciones sindicales tenemos una convicción que va mucho más allá de cualquier otra vereda más sencilla. Entendemos que existe una contradicción intrínseca en el sistema capitalista, respecto a trabajo y capital»
Matías Cremonte
-Suele resumirse que un juicio laboral es un penal sin arquero a favor del trabajador. Sobre todo de la mano de los lugares comunes respecto a «la industria del juicio», pero hay quienes atravesaron dichos pleitos y juran que no es tan sencilla la cuestión.
-En realidad la mayoría de los juicios laborales no se inician. Fijate que en la Argentina de los últimos años una de las principales características del mercado de trabajo es la ilegalidad. El trabajo no registrado llega casi al 50% y los juicios laborales en desarrollo no superan los 200.000. Es enorme la cantidad de trabajadores que tienen la posibilidad de reclamar los incumplimientos de sus empleadores y es ínfimo el porcentaje que termina judicializado. Sucede que hay latiguillos activos sobre la industria del juicio y otros similares. Dentro de los que pleitos se inician están los que los trabajadores y trabajadoras tienen posibilidad de ganar. Bueno, para eso existe la Justicia Laboral porque el Derecho del Trabajo nació para proteger a la parte más débil de una relación desigual, no se trata de una disputa entre iguales. La primera instancia para resolver el conflicto es la sindical y ante el no cumplimiento de los empresarios la siguiente es a través de la Justicia. Más allá de que muchos juicios se pierden porque no sólo se trata de alegar o reclamar sino de probar las circunstancias que motivan la demanda.
-En todo caso un penal donde el arco, para quien tenga que patear, se achica.
-La crisis de la Justicia Laboral hace que los procesos duren 6 o 7 años, lo cual es una enorme ventaja para los empleadores, aún para aquellos que declaman sobre «la industria del juicio».
-¿Antes, durante o después de la pandemia?
-Antes podían durar 4 o 5 años, con mucha suerte 3. La crisis del Covid-19 generó un cuello de botella porque durante 6 meses la Justicia Laboral dejó de funcionar. Luego, tímidamente, alguna actividad volvió a desarrollarse. Pero no hay audiencias, no hay prueba testimonial, no comparecen los testigos. Y la prueba la parte más importante, no se produce. Por estos días un juicio laboral puede demorar entre 7 y 8 años, estamos en escenario inclinado a favor de los empleadores. Corresponde hacernos una pregunta: ¿Quién puede esperar esa cantidad de años? Hablamos de cómo se encuentra el mercado de trabajo, la dificultad para poder reinsertarse en el mismo, de la necesidad por una indemnización, la reparación por los derechos vulnerados, salarios adeudados, los perjuicios sufridos en los accidentes laborales y más. Si un un proceso demora 7 años ya no estamos hablando de justicia. En esta cancha inclinada aparece la desesperación de los trabajadores y el empresario entonces ofrece un arreglo el cual es aceptado renunciando a derechos.
-Esto que usted describe no es conciliar…
-Claro que no. La irrenunciabilidad es uno de los principios fundamentales del Derecho del Trabajo. Y en esta línea podemos destacar un fenómeno actual, cuando se habla de las reformas laborales regresivas, que incluyen la eliminación de las indemnizaciones por despidos y más. La Legislatura Porteña aprobó una ley por la cual se le otorgan facultades al Tribunal Superior de Justicia de la CABA para intervenir como tribunal de alzada, como órgano revisor de las sentencias de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo. ¿Qué sucede entonces? Un juicio laboral pasa por el Juzgado de Primera Instancia, quien pierde allí apela y entonces corresponde la intervención de la Cámara de Apelaciones y allí se sumará la instancia que definió la Legislatura, donde su Tribunal Superior puede objetar la decisión de una Cámara Nacional. En resumen, ya hablábamos de 7 años para un juicio laboral y con esta novedad podrá demandar 10 años. Algo no casual y claramente definido a favor de los empresarios en los procesos laborales, desde una visión totalmente alejada de la realidad, por supuesto.
«Existen pequeños colectivos de trabajadores, con más o menos derechos, en un mismo ámbito o establecimiento. Eso conspira contra cualquier acción colectiva. Si hablamos del monotributo eso es fraude laboral. También existe también una dinámica de efecto similar que está dentro del marco de la ley, como las tercerizaciones o las subcontrataciones»
-En el Derecho Laboral existen aquellos profesionales que asumen la defensa de los trabajadores/as o sus sindicatos y otros la representación de las empresas. ¿Alguna vez pensó que de la vereda de los empleadores la cuestión aparece menos complicada?
-En realidad nunca podría hacer eso. Los abogados que tenemos una militancia laboralista y vinculada a las organizaciones sindicales que integran el Movimiento Obrero tenemos una convicción que va mucho más allá de cualquier vereda más sencilla. Porque entendemos que existe una contradicción intrínseca en el sistema capitalista, respecto a trabajo y capital.
Sabemos también que el derecho no es imparcial y por lo tanto la labor de los abogados y las abogadas es clave para participar en esa disputa. Insisto en mi caso no lo haría, ahora planteado desde las diferentes veredas, por los términos que describimos, quienes están del otro lado la tienen más sencilla. Y no me refiero a las normas vigentes cuya razón de ser es defender a los trabajadores/as, la ventaja las brindan las condiciones en las cuales se desarrollan estos procesos.
-¿Alcanzó a preguntarse por qué hay pobres y sectores de clase media a favor de las restricciones a los derechos laborales y sindicales que propicia la derecha?
-No sé si la crítica al derecho laboral o a los derechos de los trabajadores y trabajadoras es la que reúne la mayor cantidad de simpatías. Más allá de que las expresiones de derecha están obteniendo en las elecciones votos que antes podrían llegar a considerarse impensados. Incluso más allá de que Mauricio Macri hubiese llegó a ser Presidente de la la Nación y era impensado. Sí vemos pequeñas expresiones radicalizadas desde la derecha, con llamativa adhesión de votantes. Existe una situación en el mercado de trabajo donde el Derecho Social no llega nunca. Hablemos de una persona que vive en un barrio carenciado, que nunca tuvo un empleo formal, cuyos padres vienen de una situación similar. Allí se perdió cercanía sobre la existencia de los derechos sociales.
En segundo lugar no podemos obviar a los sindicatos, que han hecho bastante para llegar a esto. Y desde ya que no es todo mérito propio de las organizaciones gremiales, porque estaríamos obviando las campañas de estigmatización y desprestigio contra esa dirigencia. Incluso se aprecian muchas expresiones legítimas del Movimiento Obrero para que ese desprestigio no llegara a ser total. Porque los niveles de sindicalización de la Argentina son de los más altos del mundo lo cual denota que más allá de las campañas de estigmatización de no pocos medios periodísticos todavía existe una conciencia social sobre la participación para la defensa de los derechos de trabajadores y trabajadoras.
-¿Entonces?
-No tengo ninguna duda que las respuestas están en el Derecho del Trabajo. En el trabajo digno, bien remunerado, en la sindicalización y la presencia del Estado. No está en crisis el Derecho del Trabajo porque exista una parte de la población a la que ese derecho no le llega. Estamos frente a esa muletilla respecto a que al Derecho del Trabajo «hay que aggiornarlo» a un mercado que no es el mismo que hace 20 o 30 años. No será el mismo pero la necesidad de su existencia y su marco regulatorio está más vigente que nunca.
-En esa realidad que describe existen quienes trabajan en condición de monotributistas y la primera referencia a la que apuntan es sobre quienes trabajan en blanco no digamos como enemigos, pero sí en una fricción manifiesta, palpable. No es un fenómeno casual.
-Es que das en el clavo, se trata uno de los problemas más grandes que tiene por estos días el mercado de trabajo. La atomización de colectivos de trabajadores/as con más o menos derechos, en un mismo ámbito o establecimiento lo cual conspira contra cualquier acción colectiva. Si hablamos del monotributo eso es fraude laboral, ahora existe también una dinámica en el marco de la ley, como las tercerizaciones o las subcontrataciones. En cualquier ámbito de labor vas a tener los que están abarcados por los convenios colectivos, y otros que se desempeñan a través de un vínculo con una empresa contratista.
Pueden ser aquellos o aquellas que trabajan en limpieza, seguridad, mantenimiento, carga y descarga, atender el comedor u otras responsabilidades. ¿Esto beneficia económicante al empresario? Sin lugar a dudas, porque aquellos que trabajan bajo un convenio de actividad tienen un salario y a medida de que se va disgregando la actividad, en otros grupos, los sueldos son menores y las condiciones de trabajo peores. Pero además existe un objetivo, ideológico o como fuere, que apunta a desarticular lo colectivo. Con lo cual arribamos a un problema grave tanto del mercado de trabajo como de la democracia en la Argentina. La ley de Contrato de Trabajo (LCT) de 1974 permitía la subcontratación y la tercerización…
«Tengo una mirada crítica respecto a la ley de Teletrabajo que aprobó el Congreso. No es una norma flexibilizadora, pero considero que hubiese sido necesaria una norma que desaliente el teletrabajo»
-Todo dentro de la ley…
-Hay países en América Latina, como Ecuador o Venezuela, que prohíben la tercerización. En nuestro país en cambio ni siquiera hubo esa prohibición cuando se sancionó la LCT en 1974. Esa norma determinaba que el convenio para todos los que se desempeñaban en un establecimiento era el de la actividad principal, respecto a salarios y representación sindical. No era rentable para los empresarios y mucho menos atomizaba un colectivo de trabajadores/as. Es decir en los hechos se desalentaba la tercerización.
Bueno, la primera ley que modificó la Dictadura en 1976 fue la LCT. La mutiló, la modificó, anuló artículos y mucho más. Y la tercerización la habilitó en una forma extendida. Con los alcances que hoy vemos, que cada actividad tenga su convenio, su sindicato y más. Y digo que es un problema de la democracia porque desde diciembre de 1983 a la fecha, no se le devolvió a la clase trabajadora todos los derechos que la dictadura les arrebató. Seria muy apropiado arrancar esa reparación histórica en cuanto a lo referido a la tercerización.
-Esa deuda de la democracia la mencionó a Infogremiales el líder Aceitero, Daniel Yofra. Hablemos de leyes recientes la de Teletrabajo, resolución del ministerio de Trabajo incluída. ¿Fue una victoria “a lo Pirro” o en modo ricotero, con trabajadores “vencedores vencidos”?
-Tengo una mirada crítica respecto a la ley de Teletrabajo que aprobó el Congreso. No es una norma flexibilizadora o regresiva ni mucho menos, pero abarcando también los conceptos respecto a la tercerización considero que hubiese sido necesaria una norma que desaliente el Teletrabajo.
-¿Aún considerando la pandemia?
-Es que la norma no fue pensada por la Crisis Covid que constituye una emergencia. El Teletrabajo era lo que venía y de hecho la propia ley establece que su entrada en vigencia será cuando cesen las restricciones dispuestas por el Coronavirus. En gran parte repite derechos que ya están consagrados en la LCT, incluso al considerar que existe una relación laboral en ese modo de labor. Alguno los especifica, cosa que no está mal. El derecho a la desconexión lo tenemos todos, por citar un ejemplo cuando se cumplen las 8 horas de jornada laboral no te pueden llamar o mandar un mail, en la tarea remota eso es más difuso. Ahora, la resolución del Ministerio de Trabajo, como vos lo marcás, les otorgó un margen a favor a los empleadores en cuanto a su poder para a la negociación con los sindicatos, algo que en el Congreso no habían podido lograr.
-Vale recordar que el lobby es como las brujas, no existe pero que lo hay…
-El lobby existe, quizás las brujas no… (risas)
-En sus dichos se aprecia simetría con los perfiles de sindicatos que representa, como Aceiteros y ATE, no hay lugar para las casualidades.
-Me recibí de abogado trabajando en la asesoría jurídica de ATE, había ingresado allí cuando era estudiante. Y volviendo a la pregunta sobre desempeñarme en “la otra vereda” respecto al Derecho Laboral, bueno queda a las claras cuál es mi ADN profesional. En ATE Nacional tuve el lujo de formarme con grandes maestros del derecho y también con enormes dirigentes sindicales, desde Victor De Gennaro en adelante.
Con Aceiteros se dió algo similar, en otra etapa de mi vida, tenía 34 años y era muy cercano a un grupo de delegados de ese gremio. Daniel Yofra era uno de ellos en la empresa Dreyfus, lo conocí un 1ro de Mayo a través de un laboralista que fue maestro mío, Horacio Zamboni. La relación con ellos viene desde esa confianza mutua, son ellos los que en 2004 se plantearon que tenían el derecho a un salario digno, que las tercerizaciones atentaban contra su organización colectiva y que existían herramientas un tanto abandonadas para ejercer tales derechos. En ese núcleo de delegados como también de dirigentes que se fueron sumando después está la conformación actual de la Federación de Aceiteros en la Argentina.
-¿Vale considerar que más allá del boom de la soja, antes de 2004, la actividad de ese gremio se desarrollaba en un núcleo agroexportador siempre poderoso y redituable?
-Absolutamente y los salarios de esa actividad eran de los más bajos de mercado. Claro, si alguien se desempeñaba en el Gran Rosario en una multinacional quizás lograba alguna mejora. Pero los sueldos fuera de ese caso los eran muy bajos. Lo que logró la Federación de Aceiteros, cumpliendo sus objetivos, fue invertir esa dinámica y que el salario de la actividad de referencia sea el más alto, para todo el país y para cada trabajador de dicho rubro. Ya sea ante los empresarios pequeños o grandes multinacionales. La rentabilidad del sector hace a que prospere la estrategia salarial, pero sin el trabajo del sindicato los sueldos se hubieran mantenido en niveles bajísimos, como antes de 2004. Ellos fueron a pelear por algo y lo consiguieron.
«Los niveles de sindicalización de la Argentina son de los más altos del mundo, lo cual denota que, más allá de las campañas de estigmatización de no pocos medios periodísticos, todavía existe una conciencia social sobre la participación para la defensa de los derechos»
-Y en esas herramientas que mencionó al pasar están por un lado la Constitución Nacional como también la ponderación de un Salario Mínimo Vital y Móvil real, en base a las normas.
-Existe un planteo político/económico y un fundamento legal. El primero se traza a partir de las tan mentadas crisis internacionales de la economía y cómo enfrentarlas dentro del capitalismo. Bueno, la mecánica es con sueldos altos, que empujen el consumo, que este a su vez traccione la producción y esta al empleo. Lo que suele denominarse como el círculo virtuoso. El fundamento legal existe desde la Constitución que establece como salario justo al Salario Mínimo, Vital y Móvil que lo define la LCT. Que no es otra cosa que la menor remuneración que debe percibir un trabajador, sin carga de familia, en cuanto a alimentación adecuada, vestimenta, vivienda digna, educación, transporte, asistencia sanitaria, vacaciones, esparcimiento y previsión.
Los Aceiteros hacen ese cálculo en el momento donde van a discutir su paritaria y plantean el sueldo que debe percibir un trabajador/ra que se inicia en la actividad. Lo cual implica lo que debería ganar cualquier persona bajo relación de dependencia en el país.
-Contracaras, José Luis Espert en campaña dice: no al derecho a huelga, no a las indemnizaciones por despidos y pide prisión para los sindicalistas. Javier Milei planteó que la mafia al menos tiene códigos, denostando al Estado. ¿Qué le sugieren esos dichos?
-La pobreza, la miseria y las grandes crisis siempre fueron caldo de cultivo para propuestas fascistas. El caso de Europa ante las dos Guerras Mundiales lo refleja. La diferencia es que en aquellos momentos el fascismo se planteó como una solución a las penurias para resolver las crisis de entonces dentro de la faz económica y mejorar las condiciones de vida de la gente. En general esas metas las cumplieron y por ende el apoyo que lograron esas experiencias, más allá de sus facetas represivas, ni hablar en lo que terminaron llevando adelante. La diferencia entonces con estas expresiones de ultraderecha vernáculas es que esos dichos de Espert, Milei u otros no tienen nada que ver con la resolución de los problemas económicos. Lo que proponen es liberalismo extremo, lo cual todos sabemos termina generando mayores problemas, mayor pobreza, más miseria. Jamás pueden terminar esas propuestas como una solución para las mayorías populares. Esas expresiones terminan desnudando a sus autores que se presentan como liberales para la economía pero son fascistas en lo político. Sueñan con volver al liberalismo económico del Siglo XIX pero también a ese siglo en la faz política, donde no existían los sindicatos o derechos laborales. Porque cuando se plantearon las huelgas como delito se lo hizo desde el Derecho Penal en ese siglo. Con sólo repasar a los conservadores, neoconservadores, liberales, neoliberales queda claro un común denominador: el desprecio y el ataque a los derechos colectivos.
-¿No parece de ciencia ficción que se proponga en algún momento dejar sin efecto la Asamblea del Año XIII que abolió la esclavitud?
-Creo que el capitalismo incluso ofrece cosas peores que la esclavitud. Dicho esto más allá de que la esclavitud es propia de otros sistemas, de otras formas de apropiarse de las formas de trabajo, del feudalismo y más. El capitalismo tuvo cosas peores desde sus orígenes, como las condiciones de superexplotación, que en términos legales no podemos llamar esclavitud, que incluso se expresan en casos de trata de personas como a veces todavía se ven en establecimientos agropecuarios. Porque en el capitalismo no se admite un Estado que regule, y hasta en la esclavitud había ciertas regulaciones, sin olvidar ni por un segundo que los esclavos eran considerados cosas. Aún dentro de todo eso inadmisible por cierto, se propiciaba mantener al esclavo por su condición de fuerza de trabajo. Hay una clase empresaria argentina y mundial que olvida las enseñanzas de sus mentores en cuanto a que las condiciones de superexplotación impiden que haya nuevas generaciones de mano de obra que puedan trabajar para ellos. Hasta los clásicos del capitalismo plantearon que debía existir un salario mínimo para que por un lado la gente pudiera levantarse a la mañana siguiente y tener hijos para seguir teniendo trabajadores a su merced.
-En la cobertura de una paritaria, hace unos años, al salir del ministerio de Trabajo uno de los negociadores empresarios -harto de mi consultas- me dijo: “Si fuera por mí a estos negros el porcentaje de aumento que les doy es cero…” ¿La cuestión no es sólo por plata?
-Claro, nunca es sólo por plata se trata de poder. En principio por poder dentro de las empresas. Vamos a permitirnos una generalización para otorgar un ejemplo: ¿Qué es lo que más le molesta a un empresario dentro de su empresa? Que haya un delegado o una delegada. Hace mucho tiempo qu no se hace un relevamiento similar, pero una estadística de 2008 a cargo del Ministerio de Trabajo de la Nación reveló que sólo en el 12,8% de las empresas con sede en nuestro país había representación directa, es decir delegados. Y si bien el sindicato constituye poder, un delegado/a le pone límites al poder de los empleadores. Sin delegados/as el condicionamiento por los salarios bajos, el temor al despido, la ausencia del gremio y ni que hablar del Estado, determinan que el trabajador baje la cabeza con mayor facilidad. Pensemos que más allá de que Mauricio Macri no pudo concretar la reforma laboral que pretendía, redujo en 20 puntos el salario real, incrementó el desempleo y por supuesto creció el trabajo informal durante su gobierno. Todos estos elementos hacen que una persona piense más de dos veces si va a reclamarle algo a su patrón. De alli que en cada paritaria además de la mejora salarial hay una cuestión de poder.
-Toda paritaria es política.
-Por supuesto, pero en realce de los delegados vayamos a la anécdota del Congreso de la Productividad de 1955 cuando José B. Gelbard, como representante de la CGE, le plantea a Juan Perón y a la CGT la reducción de salarios, entre otras cuestiones, por la situación económica. Además dijo que había que terminar con los delegados en las empresas. La frase famosa que utilizó Gelbard fue: “no puede ser que un negro toque un pito y te pare una fábrica”. Si analizás la historia del Movimiento Obrero y la resistencia peronista, proscripción mediante y en pleno Plan Conintes con dirigentes sindicales presos en Ushuaia, con una CGT desprestigiada como fue la de Vandor, los delegados pararon 11.000 fábricas en forma simultánea. Eso es poder.
«El condicionamiento por los salarios bajos, el temor al despido, la ausencia del sindicato y ni que hablar del Estado, lo que determinan todas esas ausencias es que el trabajador baje la cabeza con mayor facilidad»
-¿Qué Gelbard haya llegado a ser ministro de Juan Perón habla bien o mal del ex Presidente?
-Revela lo que realmente Perón pensaba en cuanto a su comunidad organizada, que se traza desde la conciliación entre capital y trabajo. De hecho la designación de Gelbard como ministro de Economía traza el Pacto Social de 1973 al cual muchos terminan elogiando por sus objetivos.
-Ahora le toca la responsabilidad de ser el el máximo responsable de los Abogados Laboralistas de Latinoamérica. ¿Qué implica ese mandato?
-El nivel de ataque que sufren hoy la Justicia Laboral, los sindicatos como también los y las profesionales de esta especialidad del derecho en América Latina necesita de las respuestas de todos. No es que los y las abogados laboralistas vamos a resolver solos cuestiones como las reformas recesivas y los avances de la derecha en la región. La coordinación de todas esas áreas que enumeré es una cualidad de nuestro continente. Existe una identidad latinoamericana en el mundo del trabajo desde hace años y es cada vez más necesaria. El desafío es enorme, en parte porque uno ve cómo retrocede a veces el Derecho del Trabajo pero también aprecia las posibilidades.
Para citar un ejemplo los abogados y abogadas laboralistas de Chile participan de la Convención Constituyente planteando que se debe regresar a una Constitución anterior a la reforma de Pinochet. La Asociación de Laboralistas de Brasil está a la cabeza en contra de la reforma laboral que comenzó con Temer y busca profundizar Bolsonaro. Es decir hay un protagonismo de las fuerzas del trabajo, notorio, necesario y alentador. De allí nuestro entusiasmo para aportar en beneficio de toda la Región nuestro trabajo como laboralistas argentinos con una trayectoria de 70 años y el orgullo reciente de haber enfrentado todo el avasallamiento que intentó Macri durante su Gobierno.