Matías Fachal, el secretario General de la Federación Judicial Argentina (FJA), calificó de «grave» la asunción de Rosatti al frente del Consejo de la Magistratura y pidió «democratizar» el Poder Judicial. «Es el último reducto conservador del stablishment en el Estado para impedir cualquier transformación de la realidad», sentenció.
El líder de la Federación Judicial Argentina (FJA), Matías Fachal, condenó la autoasunción de Horacio Rosatti al frente del Consejo de la Magistratura de la Nación.
«La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con un juez que aceptó ser designado por decreto y se autovotó como su presidente, repone una Ley derogada en el 2006 sobre el Consejo de la Magistratura de la Nación a través de un fallo firmado por quien, a su vez, pretende también presidir dicho órgano. Mínimo, deberían haberse excusado de entender en esa causa y que intervinieran conjueces», aseguró Fachal.
Para el gremialista, por la decisión «habría que ver si no están para el Juicio Político».
Además, aseguró que lo ocurrido «es de una gravedad institucional inusitada y hay que evitarlo. Urge democratizar el Poder Judicial.»
«La reforma del Consejo de la Magistratura que pretende imponer la Corte sólo profundiza la disputa entre corporaciones por el manejo presupuestario y las designaciones de magistrados y personal, porque no plantea la Democratización del Poder Judicial como necesita nuestro pueblo», añadió el sindicalista.
Y añadió: «Volver a darle la presidencia de ese órgano al presidente de la Corte, es remontarse al oscurantismo de la mayoría automática. Ya vimos esta película hace más de 20 años y sabemos cómo termina.»
Por último habló de los poderes concentrados de la Argentina: «El Poder Judicial es el último reducto conservador del stablishment en el Estado para impedir cualquier transformación de la realidad. Cada 2, 3 ó 4 años, la ciudadanía, votamos nuestros representantes en los legislativos y ejecutivos nacionales, provinciales y locales. A nuestros dirigentes sindicales, centros de estudiantes, consejeros escolares, hasta a las autoridades del club de barrio o del centro de jubilados. Pero sin embargo nos niegan la integración popular y democrática en la selección y designación de quienes, durante 30, 40 y 50 años definen con sus fallos cada detalle de nuestra vida cotidiana.»
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