Puestos de panchos, choripanes, camisas, bermudas, ojotas, calzado de verano y otras decenas de stands que ofrecen desde uñas esculpidas hasta trenzas de caracoles ocupan desde el pasado fin de semana la Peatonal San Martín de Mar del Plata por la falta de control debido a un conflicto con los municipales.
La calle principal del centro de la ciudad balnearia muestra un paisaje poco habitual para el inicio de la temporada, en el que miles de turistas se mezclan con los puestos, la mantas de los vendedores e inclusive ofertas de paseos en llama o en un pony.
Esa postal se repite desde el cruce de la calle San Luis, a pocos metros de la Catedral, hasta la Costa: son más de 600 metros en los que los puesteros decidieron instalarse, ante la ausencia de controles por parte del gobierno municipal que conduce Carlos Arroyo.
La falta de inspectores es una de las múltiples consecuencias que ha tenido el conflicto abierto desde el 11 de diciembre entre la Intendencia y el Sindicato de Trabajadores Municipales, que reclama un aumento salarial del 20 por ciento.
Tras casi un mes de negociaciones, la situación sigue sin destrabarse, pese a la intervención directa del Ministerio de Trabajo provincial: el viernes último, Arroyo otorgó por decreto un 14 por ciento de aumento de retroactivo a diciembre, tras una reunión en La Plata entre las partes, pero el sindicato mantuvo la retención de tareas.
El conflicto ha causado dificultades al gobierno para cumplir con los servicios de limpieza de espacios públicos, mantenimiento de parques y plazas, dilaciones administrativas en cuestiones como habilitaciones o entrega de registros de conducir, y dejó un vacío casi total en los controles de la venta callejera.
Apenas 15 inspectores decidieron no plegarse a la medida de fuerza, mientras que más del 80 por ciento del personal del área de Inspección General sigue con la retención de tareas, según explicó a Télam su titular, Emilio Sucar Grau.
La Peatonal «está fuera de control, porque no alcanzamos a dar cobertura y porque en esta situación hemos tenido que priorizar cuestiones como los controles en fiestas electrónicas, donde hay cuestiones de seguridad, salubridad e higiene de los asistentes», aseguró.
«El fin de semana -ejemplificó- un hombre había llegado a la Peatonal con una llama y un petiso, para vender paseos. Los animales fueron retirados por la policía, y la justicia correccional inició una causa penal contra esta persona».
El funcionario admitió que durante los primeros días del año «se hicieron algunas actas, pero el tema después se descontroló».
La postal actual mezcla puestos de venta de souvenirs, gorros para perros a $10 y remeras de la Selección argentina a $150, con stands que ofrecen comida, trenzas o tatuajes lavables: son al menos 20 vendedores por cuadra, que se mezclan entre las mesas de los cafés tradicionales de la Peatonal.