Miles de personas participaron de la movilización organizada el Primero de Mayo por el Sindicato Aceitero de Rosario para respaldar el reclamo de reincorporación de los trabajadores despedidos en las plantas de Cargill en Villa Gobernador Gálvez y Bahía Blanca.
«El 1º de Mayo vuelve a ser un día de lucha, hasta esa batalla cultural tenemos que dar contra los que quieren convertir al Día de los Trabajadores en un fin de semana para comer asado», señaló Daniel Yofra, secretario General de la federación nacional de trabajadores del complejo oleaginoso.
El titular de Aceiteros se lamentó de que «a 132 años de la ejecución de los mártires de Chicago nos encontramos peleando nuevamente para defender la jornada laboral de ocho horas, el derecho a trabajar y el derecho a tener condiciones dignas de trabajo».
Por su aprte, Adrián Dávalos, secretario general del Sindicato de Obreros Aceiteros de Rosario (Soear), vaticinó que si Cargill no acepta reincorporar a los 33 despedidos y las cámaras de la industria aceitera insisten con el techo del 15 por ciento de aumento en las paritarias «tendrán que prepararse para una huelga nacional aceitera y para tener cien barcos parados en el río Paraná hasta que el conflicto se solucione».
El conflicto aceitero, que ya lleva casi tres meses desde que la multinacional anunció el despido de trabajadores para cambiar el «perfil» de su plantilla laboral, se consolida como un espacio de convergencia en la lucha de distintos sectores sindicales. La CTA Autónoma, con dirigentes locales y nacionales, ATE, Amsafé Rosario, docentes universitarios, centros de estudiantes secundarios, la Corriente Clasista Combativa (CCC), multisectoriales y organizaciones sociales y políticas rodearon la lucha aceitera y a la vez llevaron sus reclamos.
«Parece mentira que en el Día de los Trabajadores entren al Congreso proyectos que buscan llevar la jornada de trabajo hasta 12 horas y que obligan al trabajador a pagar su propia indemnización», dijo Dávalos, mientras que Yofra llamó a dejar de lado las peleas por «banalidades» para gestar una acción unitaria de resistencia a esta ofensiva laboral.