Sabido es que la conducción del Secretario General de la Confederación General del Trabajo más cercana al gobierno nacional nació al calor de una delgada armonía entre los principales espacios del poder sindical peronista. El equilibrio conseguido por el metalúrgico, en el trono de la CGT, definió un comando de la central obrera en la que primó siempre el consenso. Para sostener ese perfil evitó, en todo momento, que las diferencias de los actores atrofien los acuerdos de fondo.
Teniendo en cuenta las características de su “débil” liderazgo, parece entendible que Caló haya sido tajante con varios referentes sindicales provinciales que buscaban su venia para normalizar distintas delegaciones regionales de la CGT. El metalúrgico dijo que no estaba entre sus pretensiones realizar el esfuerzo de desembarcar en el interior, ya que su muñeca política solo le alcanzaba para conducir la CGT central.
Ante la negativa los dirigentes provinciales quedaron atónitos y sin línea política que unifique los reclamos y las agendas…