(Por Luis Autalán @luisautalan / Fotografía Ariel Gaspardi) La premisa de que la pandemia aceleró cambios que iban a llegar al mundo del trabajo incluye considerar que en actividades como programación, tecnología y sistemas la fuga de talentos y divisas ya no necesitan de argentinos y argentinas en el exterior. Lo pueden hacer en pantuflas y desde sus hogares. El nuevo rol de gremios, gobiernos y empresas como desafío inevitable. La igualdad para la mujer en zonas con predominio masculino, incluida la política, bajo análisis. Que las videoconferencias no quiten el valor de lo presencial también es premisa. Y la educación sobre todo pública, como ejemplo propio de recibir y retribuir son algunos ejes que destacó la CEO de la consultora global Mercer, Cecilia Giordano con sus miradas sobre el país y el mundo.
Hasta en los manuales no escritos sobre ejecutivos, CEO, son tres letras que remiten a la persona con la más alta responsabilidad dentro de una empresa. Son quienes están obligados a contar con una visión global acerca de la compañía y el mundo. Ese zoom les permite definir tanto los propósitos como los caminos para cumplir la misión de una organización. Si de globalidades se trata por allí se resumen las premisas fundamentales que orientan la actividad diaria de cada empresa. Cecilia Giordano es CEO en la Argentina de la Consultora Global Mercer, su tarjeta personal destaca que se desempeña como «President and CEO of Mercer Argentina, Uruguay and Paraguay».
Y esa empresa cuenta con cerca de 25 000 empleados radicados en 43 países y opera en más de 130 mercados. Mercer es parte de Marsh McLennan, líder en servicios profesionales para las áreas de riesgo, estrategias y personas, registra ingresos anuales de $20.000 millones de dólares. En cuanto a las cuestiones más simples que hacen a la gente que forma parte de esas estructuras globales Giordano infiere que la gente bajo su responsabilidad la percibe como «una persona cálida, un líder cercano, la mamá de Olivia…»
Podrá agregarse entonces que su férreo y amable perfil para realzar el feminismo que se trasluce incluso en su conducción ejecutiva, como también en entusiasmar a quienes todavía no se animan ni siquiera a acercarse a los nuevos tiempos de diversidades de género como parte de lo cotidiano. Su sonrisa y mirada atenta a cada interlocutor también hacen a su tarjeta de presentación. Y aunque no lo diga, su voz se acerca al quiebre emotivo al mencionar que, con todo lo que detonó y detona la pandemia, ella volvió a compartir bajo el ASPO almuerzos con su esposo y su hija. Una emotividad que tampoco está ausente en las presentaciones que le corresponden conducir como CEO. Y entre los desafíos pendientes tácitos más simples hay realce para preservar un poco más los espacios personales. Por ejemplo, al consultarla se puede apuntar, sin perjuicio de valorar aplicaciones y nuevas tecnologías, que tener dos teléfonos celulares suele garantizar un reposo indispensable para cualquier persona. Momento entonces de comenzar la charla con InfoGremiales espiando el tiempo que pasó.
«Tenemos que tener una mirada mucho más constructiva para ver qué habilidades necesitamos, no tenerle miedo a la tecnología, saber que la tecnología vino para quedarse y tenemos que integrarla»
Cecilia Giordano
-¿Cecilia Giordano niña, aquella que jugaba con las tacitas y muñequitas, ya se imaginaba estar en terrenos de decisión en zonas con predominio masculino?
-Sí, me lo imaginaba. En mi hogar mi papá era ingeniero en petróleo y mi mamá médica, ambos ya fallecidos, y por supuesto que me recuerdo jugando con muñecas, el cochecito y todo lo que decís. Pero te nombré a mis padres porque fui criada por ellos, al igual que mi hermano, con las mismas responsabilidades y hasta te diría con las mismas oportunidades. Siempre soñé con desarrollarme profesionalmente y nunca vi límites o cosas que si quisiera no las iba a poder conseguir. A medida que fui estudiando, soy licenciada en administración y contadora pública, me veía CEO de una compañía pero no lo decía, me parecía que estaba mal visto que pudiera decirlo. Me acuerdo que cuando era socia de una firma de servicios profesionales, mucha gente me decía «vas a ser la CEO de esta compañía», pensaba que podía llegar pero no me daba el espacio decirlo. No sé si por un tema de sesgo, seguramente por temas de ambición. Hace poco tiempo que me animo a reconocerme como ambiciosa, pensaba que la ambición era un tema de hombres, si soy ambiciosa van a verme como un dibujito animado malvado. Entonces, por ahí con 5 años no me veía ocupando una mesa de decisión, pero a medida que fui creciendo siempre tuve claro que quería desarrollarme y me vi liderando un equipo.
-Viene entonces una pregunta que le hacemos a todos y todas nuestros entrevistados. ¿A Cristina Fernández se la destrata por muchas formas y motivos, pero sobre todo por su condición de mujer? Sobre todo en el ámbito político y de la dirigencia sindical.
-Hablando en primera persona cuando empecé a estar en las mesas de decisión y a trabajar en cámaras, de lo que me di cuenta es que nadie me hacía nada a propósito. Que había una dinámica donde yo entraba y no estaba cómoda, por ejemplo en una mesa con 60 hombres. En ese momento tuve una conversación conmigo misma y me dije para ocupar la silla y la posición que tenés en este momento, no solo tenés que ser buena sino que también tenés que hacer cosas de exposición, que no las sabés y te dan miedo. Entonces, aunque me temblaban las piernas y se me quebraba la voz, empecé a estar en esos lugares donde nadie me apartaba por ser mujer, porque nadie me conocía, es todo un proceso. Hoy, van a ser casi 6 años que soy CEO de Mercer, siento que en esos lugares estoy más cómoda, porque fui aprendiendo, derribando mis propios miedos y también porque había cosas que no sabía y tuve que empezar a hacer.
-Como se dicen en algunas series y películas, “esto no es personal”.
-Por supuesto que no, por dar un ejemplo, si entraba en un ascensor donde todos eran hombres los cuales estaban hablando de ciertas temáticas por ahí se quedaban callados. Pero no era por mí, sino tal vez porque estaban hablando de cosas de las cuales yo podría quedar afuera o quizás de temas que no estarían bien vistos que una mujer escuchara. Es todo un aprendizaje. Donde me toca estar hoy, en esas mesas que comentaba, hay muchas mujeres que podrían estar. No están porque es más fácil salir corriendo, es muy difícil ser una, dos o tres en una mesa de sesenta.
-Algo que tampoco lo soluciona el cupo.
-Siento que este tiempo me permitió adquirir nuevas habilidades y desarrollar músculos que no tenía. No te voy a decir que lo que más me gusta es ir a un cóctel, pero sé que lo tengo que hacer y tengo que tener tiempo para ello. Sería más fácil que salga corriendo, ponga excusas. Pasa que las mujeres a veces ponemos más excusas porque es más fácil, porque te da miedo, repito es difícil que haya dos, tres o cuatro mujeres en una mesa de 60 personas. El tema de los cupos, cuando era joven la cuestión era blanco o negro, quería sentir que había llegado por un tema de mérito. Y siempre que llegué a lugares de decisión, antes de entrar acá fui socia de una firma profesional, me quería quedar tranquila conmigo para que nadie diga que llegué por un cupo. Y siento que rendí exámenes todos los días. Hoy nadie se cuestiona si llegué a CEO de Mercer por un cupo o no, estoy sentada con la responsabilidad de dejar la compañía en un mejor lugar de donde la encontré. Eso incluye desarrollar a la gente y ayudar a que más mujeres puedan tomar posiciones de liderazgo, levanten su voz, y aunque les cueste, empiecen a ir a ciertos lugares.
-¿Y en cuanto a Cristina?
-Más allá de que allí abarcamos un tema político, sí me parece que ella es una figura que genera respeto. No estoy en el análisis granular político ni sindical, pero me da la sensación de que Cristina genera respeto en los ámbitos donde está. No sé si lo genera por imposición o porque ostenta el poder. Creo que ser una figura política en un ambiente tan masculino y donde las fuerzas gremiales le tienen respeto, es admirable. Más allá que por tema político o de formas que puedo no compartir.
-Bienvenidos los espacios y el protagonismo para la mujer. Ahora, ¿los cupos femeninos no establecen un límite a esa participación? Como también ha sucedido que en diversos ámbitos se pensó que la solución instantánea era poblar con mujeres todas las estructuras…
-Cuando hablamos de cupos, específicamente de la mujer, creo que hasta aquí y ahora hay un cupo invisible, porque todas esas posiciones las ocupó un hombre. Y no solemos ser tan duros en el pensamiento o en la crítica para decir si ese hombre está a la altura de ocupar esa posición. La verdad es que a veces vos mirás posiciones de CEO ocupadas por hombres que no están a la altura necesaria para ocuparlas y no veo tampoco que en la sociedad se esté dando ese debate, ¿no? Me parece que en realidad ese cupo fue impuesto de manera invisible y todos, por default, creemos que es el hombre el que lo puede ocupar.
«Estuve en un evento reciente donde habló el secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez. Me encantó escucharlo, por su mirada en torno a que el trabajo no está creciendo, que tenemos que entrenar a los trabajadores»
-¿Además del “techo de cristal” y está ese escudo invisible casi superpoderoso, cree usted?
-Cuando se habla del cupo femenino, lo que escucho y sobre todo de mujeres, es: «Si ponemos el cupo van a llegar mujeres que no están a la altura». Mi mirada es bastante simple, si en la población global más del 50% somos mujeres, por un par de décimas más, pero somos más mujeres que hombres, ves que los ratios de mujeres que entran a las universidades y es mayor que los hombres, incluso que terminan más rápido que los hombres, con honores y mejor promedio, ¿por qué después desaparecen esas mujeres? ¿Y por qué tenemos el sesgo de pensar de que si hay un cupo, las que van a llegar son las que no están a la altura? Esto es un gran debate. De joven no creía en los cupos, hoy pienso que el cupo, como una medida extraordinaria y por poco tiempo, tiene que ser gestionada. Porque en el Senado, a pesar del cupo, no tenemos el 50% de mujeres, entonces el cupo tampoco demuestra su efectividad pero sí te ayuda a poner el tema sobre la mesa. Es fácil decir «no hay mujeres», es difícil encontrar a las mujeres porque estamos invisibilizadas, no sólo por la sociedad, también puede ser que nosotras solas nos invisibilizamos. Y como te decía cuando tuve esa conversación conmigo misma, la primera vez que estuve sentada en esas mesas y tuve que hablar, me dije cómo voy a hablar ante 60 hombres y se me quebraba la voz. ¿Qué era lo más sencillo? No voy más o llego tarde y me voy 5 minutos antes. Y lo que me dije fue: voy a llegar antes y me voy a bancar llegar antes, porque es la única manera que voy a tener la posibilidad de saludar, no a los 60 quizás, pero saludar a dos, que por ahí me presentan a otros dos hombres. Y lo mío fue entonces, vayamos de a poquito, pasos chiquititos y firmes. Lo más fácil es decir cosas como: esta industria es masculina, no hay mujeres en carreras, en finanzas o más. Hay un montón de mujeres muy valiosas, el cupo lo que hace es poner el ojo y ayudar a verlas, y el uso de tecnología también ayuda a visibilizar, no sólo a mujeres, sino a un montón de diversidades que tal vez están invisibles.
-¿Es consciente que desde su rol está siendo parte de un cambio?
-Me siento responsable, aunque pueda modificar solo mi metro cuadrado, porque ese espacio ya es un montón. Y si querés con una doble mirada, me sigo reconociendo la misma persona que cuando tenía 5 años, en esencia, obviamente que soy distinta, estoy más grande, tengo canas, una hija, estoy casada y bla, bla, bla. Ahora, la posición me cambió, me siento la misma persona con una responsabilidad más grande. Atenta para que desde mi lugar pueda ayudar a otras mujeres, porque quizás mi voz puede ser influyente, por la posición que ocupo, por mi trabajo. Entonces suele pasar que hay mujeres que me dicen «sos mi inspiración». Y bueno, es muy difícil bancarme que me digan eso. Porque lo que hago, me nace hacerlo de esa manera, lo hago con afecto y naturalmente.
-¿Se imagina ministra de Trabajo?
-No sé. Te diría que hay veces en las que me gustaría entrar a la política y luego me digo que por ahí terminás como muy desgastada. A veces lo pienso, no como ministra de Trabajo, tengo más experiencia en otros mundos como en el de la tecnología.
-Un ministerio de capacitación no estaría mal.
-Si juego, lo hago fuerte, me veo como presidenta de la Nación. (risas)
-Algo que, entre otras enormes responsabilidades, y tomando un solo tema de agenda, implica la evolución de la inflación y su impacto salarial, cómo golpea en la gente ese fenómeno.
-Obvio, porque vivo acá. La pandemia nos demostró a nivel global que necesitamos no conectar con la computadora sino conectar con el otro, y para eso tengo que poder mirarlo a la cara, tener una conversación, hasta una charla difícil, aunque eso lleva tiempo. Igualmente todos los seres humanos tenemos ego y ese es el gran tema con el que tenemos que poder lidiar, saber o darnos cuenta cuándo habla el ego y cuándo tenés que callarlo, todos los cerebros tienen sesgo y ego. Soy una agradecida porque siento que tengo una familia y amigos que me ayudan a que el ego no se me suba a la cabeza. Una cosa es, puedo estar en un evento, salir en la televisión, generar labor para la comunidad de los recursos humanos, pero siempre sabiendo que soy yo. Que cuando llegue a mi casa, listo, me pongo las Crocs, el piyama y seré yo y haré mis cosas y me pelearé con mi marido, con mi hija. (risas)
-¿Un baño de realidad, que incluye ponerse en el lugar del otro cuando nos damos cuenta frente a las góndolas de los supermercados que hay quienes no pueden comprar lo indispensable para vivir?
-Sí, más allá de que nosotros manejamos cierta información, a mí la pandemia me hizo mal como a todo el mundo, pero por otro lado y espero que no suene soberbio lo que voy a decir, soy una agradecida porque tenía un techo, trabajo, conexión remota con el trabajo y recuperé un montón de cosas porque comer en familia al mediodía no era una posibilidad. Y lo hice con mi marido y con mi hija durante un año y medio, almorzar con ellos para mí fue una cosa maravillosa. Además ningún familiar con Covid terminó en terapia intensiva ni falleció. Comparado con lo que sufrieron otras personas soy una bendecida y eso me genera más compromiso. Me digo, tengo que incomodarme más, estar más cerca y hacer más cosas, aunque a veces también pienso para qué me meto en tantas actividades, pero la verdad soy una agradecida: de la familia donde nací, de los padres que tuve, de la educación que me brindaron. Siempre cuento algo que me marcó mucho, cuando decidí estudiar licenciatura en administración decidí ir a la UBA y mis papás me dijeron «tenés que ser de las mejores, te tenés que recibir en tiempo y forma y le tenés que devolver a la UBA tu educación». Y eso me marcó porque me recibí en 5 años y medio, la carrera era de 6 años. Ellos me inculcaron esa consigna: estás utilizando recursos del Estado, no podés ser una ameba que se queda a vivir, ocupar el lugar de otra persona, y fui por 10 años docente universitaria. Ese ejemplo marcó toda mi educación.
«La verdad es que a veces vos mirás posiciones de CEO ocupadas por hombres que no están a la altura necesaria para ocuparlas y no veo tampoco que en la sociedad se esté dando ese debate, ¿no?»
-Habló de amigos y familia, ¿Cuántas veces ellos le preguntan sobre el mundo laboral?
-Poco te diría, por ahí los amigos de mi hija me preguntan qué estudiar, pero mis amigos y amigas de toda la vida nada, saben que por 20 años estuve implementando proyectos de tecnología. Ahora me dicen: cómo te reconvertiste, sos otra Cecilia. Y no, yo soy la misma, estoy descubriendo habilidades y haciendo cosas que me gustan. Los amigos de mi hija me preguntan mucho qué estudiar y a todos los invito a que estudien carreras STEM y todo lo que sea tecnología, programación, data y analytics. Si les gusta, es donde claramente estudiaría yo, porque esta famosa libertad de trabajar «anywhere, anytime», donde quieras, en cualquier momento, se les va a dar en estudiar las carreras del futuro.
-Areas donde en la Argentina hace más de 10 años que no se cubre la demanda laboral del mercado. ¿Por qué sucede este fenómeno en nuestro país?
-Hay una combinación de cosas, por un lado hay mucho talento argentino que trabaja para afuera. Desde acá ¿eh? En pantuflas y dentro de otros usos horarios, ahí ya perdés esos talentos que desde sus casas trabajan para el mundo. Por otro lado tenemos que trabajar desde los cimientos de la casa y desde el colegio sobre que computación e inglés son elementos básicos. Me parece que desde chiquitos y chiquitas tenemos que incentivarlos al uso de las computadoras, trabajar en programación. Hay una estadística que leí y espero no decirla mal, respecto que hasta los 7 u 8 años los nenes y las nenas tienen las mismas apetencias por las matemáticas y que a partir de un momento las nenas se apartan de las matemáticas, pero no por una cuestión de conocimiento sino porque se considera que las matemáticas son para los varones. Entonces, si desde el colegio empezamos a incentivar los laboratorios de computación, programación, al trabajo con datos y a hacerlos programar desde chicos, eso va a ser una herramienta para que llegado el momento, no se reitere la cuestión de que las mujeres solo elijan psicología y los hombres elijan matemáticas, ingeniería.
-¿Argentinos y argentinas trabajando desde aquí para empresas de otros países es un fenómeno que seguirá creciendo?
-Seguramente. El talento digital no lo podés conseguir tan fácilmente, el talento argentino es muy requerido sobre todo en lo que respecta a manejar varias situaciones con muy pocos recursos y la pandemia nos demostró que las barreras de salida son muy bajas porque solo una conexión te permite trabajar para el mundo. Sumado a que tenemos una economía doblada, con altísima inflación, varios tipos de cambio y más, una persona joven no puede comprar su departamento, un auto y tiene que seguir viviendo con sus padres. Ahora, contando con el conocimiento y habilidades que desde afuera, trabajando desde sus casas, le pagan tres, cuatro, cinco veces más, la deducción es muy simple. Si no tomamos alguna definición, damos charlas públicas o privadas, vemos cómo generamos más recursos y cómo hacemos para que las empresas que exportan manejen otro tipo de cambio, y además políticas para fomentar o incentivar, creo que habrá más jóvenes trabajando afuera. Y el pago a esas personas crea cuentas afuera con lo cual esa es plata que sale del sistema.
-Ahora, frente a la hiperconectividad que incrementó la pandemia, el sistema remoto extendió la jornada laboral y nuestros trabajos ingresaron, con todo lo que implica, en los hogares.
-Recordaba el foro de Mercer del año pasado cuando trajimos voces invisibles y una de las voces, en medio de la pandemia, nos decía “prendamos más las cámaras, veámonos”. Es mucho más fácil salir no prender las cámaras, pero tenemos que valorizar la conexión aunque sea difícil juntarnos, generar reuniones presenciales. Vale la pena porque uno sale distinto cuando estuviste con una persona, la viste a los ojos, pudiste conectar, compartir algo que no lo ibas a conectar con un celular, un whatsapp, una cámara de zoom apagada.
-Y no hay manuales todavía para eso.
-Estoy dando ahora un entrenamiento para mujeres de México, van a pasar como 100 mujeres. Cada grupo tiene 40 y solo 4 te prenden las cámaras, no sabés la cantidad de tiempo que paso pidiéndoles que las enciendan, que participen. Sé que es difícil pero si ellas no son capaces de generarse un espacio y dedicárselo para eso es preferible que ni se conecten.
-En gremios y sindicatos la pandemia cambió la forma de relacionarse de las organizaciones. También se potenció, trabajo remoto de por medio, una apetencia por la capacitación, para citar algunos ejemplos, ¿qué escenario gremial piensa que se desarrollará a futuro?
-En general sería esperable que haya más diálogo, no digo que no lo haya, digo que me parece que hay veces que lo más fácil es la confrontación. Como asesoro a empresas privadas, vemos cuáles son los estándares de la industria, el mapa de talentos que tenemos, qué mapa necesitamos, y en función de eso entrenarnos y yo no sé si los sindicatos están abiertos a esos procesos, algunos sí. Estuve en un evento reciente donde habló el secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez , me encantó escucharlo, su mirada en torno a que el trabajo no está creciendo, que tenemos que entrenar a los trabajadores. Y destaco que frente a la pandemia algunos sindicatos que junto con empresas generaron respuestas para preservar el trabajo, como panaderos, algunos desarrollaron licencias sin goce de sueldo que permitirles ingresar a otras compañías. Arcos Dorados, Mercado Libre y otras han generado cosas en pos de cuidar el empleo y eso me parece bárbaro.
«La pandemia nos demostró a nivel global que necesitamos no conectar con la computadora sino conectar con el otro»
-¿Como debería seguir ese proceso incluso emergiendo de la pandemia?
-Tenemos que tener una mirada mucho más constructiva para ver qué habilidades necesitamos, no tenerle miedo a la tecnología, saber que la tecnología vino para quedarse y tenemos que integrarla en toda nuestra cadena y no sacar leyes por sacarlas y nada más. Pensá que nuestra Ley de Contrato de Trabajo es de 1974 y me parece que tenemos que aggiornarla, no digo sacarles beneficios a los trabajadores y trabajadoras, lo que digo es estamos a casi 50 años de 1974. Nos debemos, en general, conversaciones de fondo buscando llegar a mejores situaciones. Tenemos que tener más diálogo, más construcción y ver cómo entre las empresas, el Estado, los sindicatos, es decir los trabajadores y trabajadoras, podamos coincidir que el trabajo tiene más valor si tenemos posibilidades, y entre esas posibilidades está el interactuar con la tecnología en vez de pensar que nos va a sacar trabajo. El beneficio será para todos.
-¿Si la Argentina fija un impuesto al ego, en todas las categorías, pagamos la deuda externa?
-Yo creo que sí.
-Alguien nos dijo que además nos convertimos en prestadores internacionales.
-No me gustan las etiquetas, ni respecto a millennials, centennials o baby boomers. Los argentinos tenemos la etiqueta en Latinoamérica de ser soberbios en relación a otras geografías. El vivir en la Argentina te da habilidades para hacerlo en ambientes inciertos, volátiles, complejos, ambiguos. Me doy cuenta que desde un punto de vista económico de un año fiscal que empieza en marzo , con ciertos indicadores macroeconómicos, a los dos o tres meses ya son otros y termino el año con un escenario distinto con el que había generado el presupuesto. Nosotros, todos los argentinos, tenemos capacidad de adaptación, de ser flexibles, y no me gusta eso de «atar con alambre» porque parece bastante simple, pero nosotros con pocos recursos hacemos grandes cosas, por eso el talento argentino es muy requerido en el mundo.