Aunque salió Nicolás Trotta, un hombre de Víctor Santa María, la llegada de Juan Manzur y Julián Domínguez posicionó a los sindicatos de la CGT con más influencia en el entorno presidencial. La aspiración es participar de la toma de decisiones.
El cierre de lo más agudo de la crisis política que generó en el Gobierno Nacional la derrota electoral de las PASO, se consolidó con un cambio de figuras en el Gabinete. Allí había varios actores jugando y los sindicatos fueron uno de ellos.
Entre los que dejaron el Ejecutivo se fue un hombre que era puro de Víctor Santa María: Nicolás Trotta. El ahora ex ministro de Educación había llegado desde el riñón del líder de encargados de edificios y se había consolidado como uno de los pocos dirigentes con anclaje sindical en el círculo cercano de Alberto Fernández.
Sin embargo, para la CGT el saldo de la movida termina siendo positivo. Es que logró sostener a Claudio Moroni, algo que valoró en el comunicado que dio a conocer horas después del anuncio, y sumó dos personajes clave.
Por un lado entró como Jefe de Gabinete el tucumano Juan Manzur, uno de los dirigentes peronistas de mejor diálogo con Azopardo, como lo había adelantado InfoGremiales.
Manzur era un constante articulador informal entre Alberto y la CGT, y ya se había puesto al hombro la chance de convertirse en el interlocutor del Gobierno con los sindicalistas. De hecho son conocidas las constantes visitas de la cúpula cegetista a su provincia.
También desembarcó Julián Dominguez. El de Chacabuco desde su caída en desgracia, en 2015, se recluyó bajo el ala protectora del mecánico Ricardo Pignanelli y desde allí hizo política. Con Pignanelli comparten su fe cristiana y su pasión por el Papa Francisco.
En Smata se volvió una especie de consultor y hasta se consolidó como uno de los pilares del renacimiento de la Confederación de Sindicatos Industriales que reúne al gremio de mecánicos y, al menos, otra veintena de organizaciones.
De hecho cuentan que fue el propio Pignanelli el que reunió a Domínguez con Fernández para que, en un cara a cara, saldaran las diferencia que arrastraban desde hacía años.
Adicionalmente los gremios de la educación mantienen una buena relación Daniel Filmus. De menor densidad, es un vínculo que se gestó en su paso por la cartera educativa y del que todavía hay algunos rastros.
La aspiración de la cúpula de la CGT, ahora, es que eso se traslade a una mayor participación de la plana mayor del sindicalismo argentino en la toma de decisiones. Algo que vienen pidiendo, sin suerte, desde el inicio de la pandemia.