En medio de las tensiones políticas y los rumores de quiebre en la coalición de Gobierno, los empresarios jugaron su partido. Cursaron mensajes a los dirigentes de la CGT e intentaron tentarlos con «echar a los K» y cogobernar con Alberto Fernández.
La convulsión política que se vive por estas horas en el país tuvo en los teléfonos de la cúpula de Azopardo un capítulo bien particular. Es que los halcones de la UIA, que ganaron poder en el último tiempo, hicieron un intento por entrometerse y apostaron para ello a la de seducción de gremialistas.
La idea que le proponían los empresarios a la CGT era presentarse ante Alberto Fernández como garantes de la estabilidad y mostrarse como posibilidad de una salida «ordenada» a la crisis. Una especie de salvoconducto.
La plana mayor de la UIA, con claras diferencias históricas con el kirchnerismo y un encono casi personal con Cristina Fernández, también contactó a Sergio Massa para convencerlo en ese plan. «Armemos un Gobierno peronista», insistían.
El proyecto empresarial no terminó de seducir a nadie. Aunque en la reunión de Mesa Chica de la CGT abundaron las críticas al kirchnerismo por la ola de renuncias y apuntaron la responsabilidad a CFK, prefirieron la salida ordenada: mantener el respaldo a la coalición de Gobierno como se conformó en 2019.
Para ellos pesaron varias circunstancias. El plan de la UIA era demasiado arriesgado y nadie estaba convencido de que no derivase en problemas aún mayores. Además, en el último tiempo, hubo algunos contactos entre la conducción de la central obrera y Máximo Kirchner que acercaron posiciones.
Por otra parte, y no menor, es que la confianza entre la CGT y la UIA tampoco transita sus mejores momentos. Hace por lo menos 6 años que se vienen sentando en diferentes mesas para llegar a acuerdos sociales pero sistemáticamente los empresarios los incumplen. El último de los casos fue aquel pacto de precios y salarios que terminó siendo apenas un ancla a los salarios porque los precios subieron sin control.