“El Cordobazo fue una gesta gloriosa para los trabajadores de Córdoba y el país. Un hecho que marcó a toda una generación de luchadores de los años ’70. Es una jornada de orgullo para todos los que soñamos con un mundo más justo, como quería mi viejo”, señaló Malvina Tosco en diálogo con Télam.
Hoy candidata a legisladora provincial por la coalición kirchnerista “Córdoba Podemos”, que postula como gobernador a Eduardo Accastello, Malvina cuenta que tenía 8 años cuando los trabajadores de Córdoba tomaron las calles de la capital provincial para protestar contra un paquete de medidas económicas tomadas por ese régimen militar.
“Era muy chica y esa experiencia me marcó a fuego para el resto de mi infancia y adolescencia. Mi viejo luchó toda su vida y para sus compañeros era como un faro, una guía. Fueron años muy difíciles, pero también llenos de enseñanzas, las que él nos dejaba a mi hermano (Héctor) y a mí”, repasó.
En mayo de 1969, las cámaras empresariales se quejaban de «los altos costos laborales» y el ministro de Economía de Onganía, Adalbert Krieger Vasena, decidió derogar la Ley del «sábado inglés», una medida que establecía que cada hora trabajada después de las 13 de ese día debía pagarse doble.
Ante esta medida, el movimiento obrero cordobés -encabezado por Tosco- de la izquierda clasista, y los dirigentes peronistas Elpidio Torres (SMATA) y Atilio López (UTA) lanzaron un plan de lucha.
Tras varias protestas, los gremios lanzaron una huelga con movilización de 37 horas que comenzó el jueves 29 de mayo, a las 11 de la mañana.
Columnas de obreros llegaron a la capital de la provincia desde los barrios aledaños y chocaron con la Policía, que intentaba impedir que aquella multitudinaria movilización llegara al centro de “La Docta”.
Rápidamente, los efectivos policiales resultaron rebasados y la ciudad, corazón industrial de Argentina, quedó virtualmente en manos de los manifestantes.
“Ese día, en mi casa lo vivimos con mucha preocupación. No sabíamos nada de mi padre y no había forma de comunicarnos con él. Ni teléfono fijo teníamos.
La gente iba y venía, mientras con mi madre y mi hermano mirábamos el enorme televisor blanco y negro instalado en el comedor de casa esperando alguna noticia”, evocó.
Convocado por el gobernador de facto, Carlos Caballero, el Ejército retomó el control de la ciudad al otro día, en horas de la mañana.
Tosco fue detenido en la sede de Luz y Fuerza y sometido a un Consejo de Guerra que lo condenó a 8 años de prisión, al igual que a Torres, López y otros dirigentes.
Sin embargo, tras 17 meses de prisión, todos los dirigentes detenidos recuperaron la libertad y volvieron a Córdoba para retomar la actividad sindical.
“Ir hasta Rawson a visitar a mi viejo cuando estaba preso era una vivencia dura, pero también un hecho militante. Viajábamos para el Sur con las familias de algunos de los compañeros que estaban con él y era una forma de resistir, de estar juntos ante la dictadura”, remarcó.
Tras el Cordobazo, miles de jóvenes se incorporaron a la militancia política, en medio de un período de movilización popular que se prolongó hasta el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Tosco murió en noviembre de 1975, en la clandestinidad perseguido por el gobierno de Isabel Martínez debido a su consecuente actividad sindical.
“Mi viejo vivió para ver todo el horror de la dictadura que vino después. Su nombre era un problema y por eso vivimos esos años como si fuéramos invisibles. Con la llegada de la democracia, el Cordobazo, como gesta obrera, y la figura de Tosco empezaron a ser reconocidos. Eso es lo más importante”, puntualizó.