En el país de las mega promocionadas grietas, el viernes comenzó a cerrarse una de 7 años. Fue en el chalet del predio recreativo que posee el gremio de mecánicos (Smata) en Cañuelas, donde tras casi un lustro y medio de enfrentamientos, Hugo Antonio Moyano y Cristina Fernandez de Kirchener se vieron las caras, compartieron una reunión, participaron de un acto y empezaron a transitar un camino que podría derivar hasta en una expresión electoral.
El preludio de la foto fue casi una novela de enredos. La ex presidenta había sido invitada por Ricardo Pignanelli al cierre de un ciclo de formación de delegados. En ese contexto se confirmó su presencia, pero la exposición pública del acto llevó al sindicato, partidario de un hermetismo férreo sobre todos sus movimientos, a trasladarlo a la calle Belgrano, para luego ponerlo en duda y confirmarlo en Cañuelas apenas 72 horas antes.
Así, con CFK como oradora principal, fueron cursadas las invitaciones a los militantes. A secas. Sólo instantes antes, y sin que nadie termine de confirmarlo, la posibilidad de que el Camionero sea parte de la cita se hizo verosímil. Es más, varios de los que arribaron pasadas las 15 horas a Cañuelas lo hicieron sin conocer que también Moyano llegaría minutos más tarde. Incluso los referentes políticos.
Fue a las 16 horas que los anfitriones Mario Manrique y «el Gordo Pigna» sentaron en la misma mesa a Moyano y a CFK. Cada uno acompañado de personas de su extrema confianza en el ámbito político y gremial. El ex titular de la CGT sentó a su lado a Omar Plaini, uno de los pocos moyanistas que nunca terminó de romper lanzas con el kirchnerismo, ni en los años de mayor confrontación entre la extinta CGT Azopardo y el Gobierno de Cristina. Por su parte la ex presidenta le dio una silla a Vanesa Siley, tal vez su mayor apuesta en términos gremiales, de género y de juventud.
La charla, más que cordial, duró aproximadamente una hora y repasó todos los temas. Entre café y agua, recordaron desde el idilio inicial del kirchnersimo hasta la disputa que mantuvieron en la segunda gestión de Cristina, pasando por la economía y los temas de política regional. Claro que, entre anécdotas, el tópico predilecto fue la visión, compartida por todos en la mesa, sobre el tenor del ajuste del Gobierno de Mauricio Macri. Este último, específicamente, fue el preludio de las charlas de unidad que muy probablemente seguirán en el futuro cercano. Consultada sobre su potencial electoral, CFK manifestó que está dispuesta a trabajar para conformar un espacio lo más amplio posible, sin ambiciones personales.
Foto mediante, los 6 se trasladaron hasta el salón en el que casi 800 delegados mecánicos los esperaban. Enmarcado en un orden casi prusiano, que entre otras cosas le hizo depositar a cada uno de los militantes los celulares en el ingreso y les prohibía las cámaras, Pignanelli abrió la velada. CFK dio un extenso discurso, con Siley sentada a su izquierda. La cúpula de Smata alrededor de la oradora, y Moyano con Plaini sentados en primera fila junto a dirigentes del PJ Bonaerense, terminaban de componer el cuadro de alto voltaje gremial y político, que rememoraba los buenos viejos tiempos de los mismos personajes.
Entre las principales definiciones, CFK habló del crecimiento de la pobreza, de la destrucción de los salarios y de la corrida cambiaria. Si los combustibles están atados al dólar, si las tarifas están atadas al dólar, si todos los productos están atado al dólar que subió 50 por ciento este año, tendremos que empezar a discutir los salarios atados al dólar, vaticinó la actual Senadora.
Además alertó por el nivel de endeudamiento de la gestión Cambiemos y puso en duda su capacidad para pagar los créditos que está tomando: «Si es que en serio tienen un proyecto, entonces que digan cómo van a hacer para pagar la deuda que están tomando. Porque esto que están haciendo es inviable», sentenció.
Para la ronda de preguntas se habían estipulado 10 consultas anotadas prolijamente en 10 papelitos. Pero Pignanelli las desestimó y pidió espontaneidad. Le dio la palabra a 5 delegados que, entre otras cosas, le preguntaron si seguía soñando con una Argentina como la que había propuesto Néstor Kirchner al asumir el Gobierno: «si no seguiría soñando, no estaría acá», cerró ante aplausos cerrados, lo que fue el primer capítulo de una saga que está en desarrollo.