El protagonismo que logró la Unión Tranviaria Automotor (UTA) que comanda Roberto Fernandez en el paro que realizó el sindicalismo opositor el pasado 10 de abril lo catapultó al centro de la escena.
Es que “el gallego”, como le dicen a Fernandez, más que un paro trató de realizar una demostración de su poderío de fuego. Hasta entonces Fernandez siempre pregonó sus diferencias con la conducción personalista de Hugo Moyano y trazó una linea divisoria entre ambos.
Desde que “heredó” el sindicato de manos de Juan Manuel “Bocha” Palacios, ex ladero del camionero en la fundación del MTA, Fernandez comenzó a separar el camino de dos de los gremios más importantes del transporte del país.
Esto tiene un motivo. Fernandez al asumir en sus funciones de secretario general del sindicato provenía de un ala de la UTA vinculada al gastronómico Luis “Bandeja” Barrionuevo y, por aquellos años, Moyano y Barrionuevo eran enemigos irreconciliables.
Las discrepancias de Fernandez con Moyano se hicieron presentes desde un primer momento y si bien convivieron en la CGT la tensión entre ambos era evidente.
En 2008, siendo un advenedizo en el liderazgo de la UTA, “El gallego” no pudo impedir que en la central Moyano consiguiera un nuevo mandato como secretario general, pero con el tiempo la situación fue distinta.
Llegado el momento de otra renovación de autoridades, Fernandez fue una de las piezas clave que utilizó el oficialismo para armar su propio Confederal y su porterior elección de autoridades que consolidó la ruptura. Con la ayuda de de la UTA el metalúrgico Antonio Caló quedó al frente de lo que sería, a la postre, la CGT reconocida oficialmente.
Desde siempre el interlocutor preferido por el jefe de los colectiveros con el gobierno nacional fue el Ministro de Planificación Julio De Vido. Con él pudieron acordar los parches necesarios para que el gremio obtenga las recomposiciones salariales todos los años y el entramado de subsidios que hoy tanto recelo genera.
Una vez que corren a Julio de las conversaciones, asume Florencio Randazzo en transporte y se empieza a poner la lupa sobre el manejo de los recursos, especialmente los subsidios. La relación se tensa y comienza un quiebre.
El enojo de Fernandez lo llevó primero a hacer público su malestar y luego a buscar cobijo en el armado sindical opositor, en el que se reencontró con su viejo amigo Barrionuevo y su viejo enemigo Moyano.
Consumado el paro del 10 de abril, en el que la UTA no hizo circular un sólo micro, el gremio ratificó su rol clave para detener el país y volvió a tomar fuerzas para negociar con mayor holgura.
Tanto es así que ante el primer inconveniente en la actividad volvió a intervenir como interlocutor Julio De Vido. La actuación de De Vido logró evitar un paro de micros de corta distancia.
El poder de convencimiento de De Vido en las charlas con el colectivero buscarán seducirlo para que abandone al camionero, con lo que le sacarían una pieza clave al rompecabezas de un posible paro general en agosto.
Mientras tanto Fernandez aprovecha y todavía hace equilibrio. Espera cerrar las cifras de los choferes de larga distancia, dice que “no hay que anteponer los intereses personales” antes que los reclamos sindicales y duda sobre el futuro
El factor Fernandez será clave para que una medida de fuerza sea tan potente como la del 10 de abril, o signifique un retroceso que marque una derrota del armado sindical opositor.