Tras el relativo éxito del paro del 10 de abril, Hugo Moyano sigue sumando reveses, o restando poder, sobre todo a nivel de recursos (caja, en el lenguaje de la política). La última movilización del pasado 14 de mayo junto a su incansable aliado/opositor, Luis Barrionuevo, dio muestras de un evidente deterioro en su convocatoria, un capital histórico del moyanismo. Si a eso se agrega la sostenida erosión de sus ingresos en los últimos años, más algunos conflictos internos a su gremio, el cuadro pinta desolador para el camionero.
La argumentación del otrora co-convocante Pablo Micheli para no sumarse en la última ocasión fue clara: “No se pasa de un paro de la contundencia del 10 de abril a una movilización a la Plaza de Mayo, se tiene que pasar de menor a mayor”, se excusó el jefe de la CTA opositora. Y en efecto, después de aquel ya lejano acto por el Día del Trabajador de 2011 en el que Moyano habló ante más de 400.000 trabajadores, el pasado miércoles menos de 25.000 seguidores se limitaron a verlo saludar.
Pero el déficit no solo se mide en actos. El conflicto por la no renovación de las licitaciones bonaerenses de Covelia, la empresa recolectora de basura vinculada al moyanismo, le es cualquier cosa menos indiferente a Hugo Moyano, aunque él mismo se encargue de aclarar con su estilo directo que no tiene «un carajo que ver con Covelia”.
Lo cierto es que en 2007, tras intentos de dar por terminada la licitación por parte del Intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, los camioneros pararon durante 17 días. Ocuparon las plaza principal con los camiones de la municipalidad, mientras la ciudad literalmente se pudría con la basura acumulada. Gray se vio obligado a dar marcha atrás, y ningún otro intendente tomó la posta, hasta que el ex sindicalista y actual Intendente de Quilmes, Francismo “Barba” Gutiérrez se animó. Ante un contexto distinto, varios ya lo siguieron, empezando por Hugo Curto de Tres de Febrero y Jorge Ferraresi de Avellaneda.
Pero esta vez el sindicato perdió la pulseada. Un resultado ayudado por la inmensa incorrección y brutalidad de Pablo Moyano, quien auguró que habría uno, dos o tres muertos en Quilmes. Así y todo, Hugo Moyano negoció con el “Barba” Gutiérrez mantener los puestos y condiciones de trabajo de los 430 trabajadores.
La declinación definitiva de Moyano empezó en 2012, después de la ruptura con el gobierno. Un duro golpe para el sindicalista fue perder influencia en la significativa caja de la Administración de Programas Especiales (APE), el organismo de las obras sociales sindicales que administra un presupuesto anual de 1500 millones de pesos. Como su nombre lo indica, se trata de un dinero para tratamientos médicos poco usuales que requieren un costo alto.
El sindicato de camioneros también perdió en 2012 el beneficio de Régimen de Fomento de la Profesionalización del Transporte de Cargas (Refop), un subsidio de aproximadamente mil millones de pesos anuales.
Otro contundente golpe a los recursos del cegetista fue la pérdida del monopolio de los exámenes psicofísicos para las licencias de conducir, que le garantizaba al gremio unos 100 millones de pesos anuales.
Hacia 2013, a raíz de su pérdida de influencia en las cajas de las obras sociales, Moyanó reclamó la restitución del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), que acumulaba unos 17 mil millones de pesos, y el rechazo a la atención de los monotributistas, que aportan un porcentaje menor que el de los afiliados de origen.
A esto se suma una aislada pero inédita y polémica interna en su propio gremio. El 12 de abril pasado, tras 27 años de conducción indiscutida, ocurrió al impensado en el Sindicato de Camioneros de Rosario: un recambio de autoridades en la Secretaría General terminó en tiroteo y un muerto. Moyano nombró entonces como interventor a Pedro Mariani, pero Rubén López rechazó su reemplazo y convocó a una asamblea para ratificar la decisión de desafiliarse de la Federación.
Entre la pérdida de recursos, la altísima imagen negativa en la clase media y algunas erróneas elecciones políticas, como el apoyo a Francisco de Narváez en la última elección legislativa, el poder de Moyano ya nunca más será el que era.