Di Bártolo se refirió al discurso político y a las expresiones sobre el supuesto ‘mal funcionamiento de la educación, la culpas de los docentes, la necesidad de controlarlos, evaluarlos y castigarlos y la necesidad de derogar la antigüedad para reemplazarla por el merecimiento juzgado por externos'».
«Tanques de ideas y usinas de pensamiento de diversos candidatos y grupos políticos y económicos parecen descubrir el valor estratégico de la educación en el desarrollo nacional, la convivencia democrática y la realización de las personas», afirmó al conmemorar el «Día del maestro».
El dirigente añadió que los doce millones de alumnos, el millón de docentes y los millones de padres son testigos de «las fórmulas mágicas que proponen de modo apocalíptico quienes se presentan ante la sociedad como adalides de cambios que, en su afán electoralista, no empiezan por explicar que en educación ninguno es inmediato sino que es un proceso a mediano y largo plazo».
También subrayó que este año es oportuno para repasar procesos, aunque algunos sostengan slogans y reduzcan la reflexión a 140 caracteres (salvando a la red social twitter) y aseveró que «los desafíos de esta hora son la inclusión y la calidad».
Di Bártolo se preguntó «quién podría con seriedad cuestionar los cambios en el marco legal del sistema educativo a partir de 2003» y puntualizó que «el plexo legal que ordena la educación fue modificado de forma sustancial y, uno de los principales logros, vino de la mano de la obligatoriedad de la escuela secundaria».
«En la controvertida escuela media creada a la sombra del paradigma conservador, en la que había que formar bachilleres y peritos mercantiles que luego irían a la universidad, es donde residen los mayores cuestionamientos y se produjeron también los impactos más profundos de una política de justicia social», dijo.
El sindicalista reivindicó las políticas de «educación obligatoria hasta los 18 años; de inclusión, en las que se incorporan la distribución de libros; de construcción de nuevas escuelas; de recuperación de las técnicas y la formación profesional y de entrega de notebook» y aseguró que esas iniciativas impactaron de forma directa en millones de niños y de jóvenes argentinos.
«También sucedió con Paka-paka y Canal Encuentro. Miles de docentes utilizan esos insumos como recursos didácticos en el aula», señaló el dirigente, quien aseguró que «no se vuelve de la conquista de derechos», a la vez que se preguntó si «los docentes aceptaríian que se les impida negociar de forma colectiva sus salarios o que se vuelva atrás en el programa con mayor impacto universal, gratuito y en servicio como es ‘Nuestra Escuela'».
«La inclusión, el nombre coyuntural de la justicia social, es una marca del proceso. Lo es también la evaluación. Ese proceso educativo difundió una cultura evaluativa y adoptó los mecanismos necesarios para que suceda. Se trata de la evaluación institucional, situada y participativa», puntualizó el dirigente.
También subrayó que «no es verdad que la educación argentina y los docentes resisten a la evaluación. Ello es una falsa etiqueta para instalar una opinión adversa al colectivo educador», y afirmó que «la calidad integral educativa es uno de los principales desafíos de la profundización en torno al eje de una educación para todos».
Di Bártolo explicó que se trata de políticas educativas articuladas a «los modelos de país en disputa» y aseveró que «es necesario discernir hacia dónde se quiere ir como nación y, entonces, que educación se sostiene, que políticas se promueven, qué hombre, en qué sociedad, para qué presente y qué futuro».
El sindicalista se pronunció por la necesidad de avanzar hacia un debate profundo y significativo sobre los fines de la educación para todos y aseguró ser «crítico» desde lo histórico respecto de «la figura y el pensamiento de Domingo Sarmiento, porque está asociado con el proyecto liberal de la generación del ’80 que divulgó la escuela pública y entronizó la organización nacional sobre la base de la dependencia de la oligarquía».
Por último, Di Bártolo expresó que los docentes deberían este mes reflexionar profundamente sobre el contexto político-social en el que desempeñan su tarea, porque su formación «es refractaria al intento y, el normalismo, procuró marcarlos como ‘profesionales independientes’ ajenos a los destinos colectivos, en tanto la meritocracia, instaló una cultura competitiva entre los pares».