Pasaron 4 meses desde que los rumores de una posible salida de Claudio Moroni del gabinete se colaron en los titulares de los principales medios. Aventuraron fechas y hasta potenciales sucesores. Sin embargo, con el correr de las semanas la idea del recambio, que algunos la vinculan a la larga lista de tensiones internas del Frente de Todos, se fue apagando. Tanto es así que fue el Ministro de Trabajo el elegido por el Alberto Fernández para lanzar, esta semana, el primer paso del diálogo social para la pospandemia. Y consiguió asistencia perfecta de sindicalistas y empresarios para conversar sobre formación profesional, un tema central para lo que viene.
Pero el ministro, renacido, parece haber tomado nota de la situación previa y ya encaró un necesario golpe de timón en la gestión para evitar nuevas turbulencias. La situación es crítica, por lo tanto el Ministerio necesita mostrarse más activo y más alineado con las políticas de contención. En ese plan, quienes caminan los pasillos de Alem, destacan que hay una revitalizada comunicación, que empieza a mostrar un funcionario más cercano a los establecimientos productivos y un seguimiento más pormenorizado de los resultados de las políticas públicas. De hecho el último cruce de alto voltaje entre Fernández y Mauricio Macri, que tuvo como protagonistas a los números sobre el comportamiento del empleo en ambas gestiones, se basó en insumos que se prepararon desde Trabajo. También hubo informes sobre salario y sobre despidos. Se trata de una voz clave en la discusión económica que hasta acá estaba ausente de la agenda.
Además se está insistiendo en la idea de dotar de territorialidad a la cartera. Luego de los años de macrismo en lo que se buscó todo lo contrario, el retorno a los establecimientos y a los conflictos laborales para garantizar la presencia del Estado era otra de las cosas que se reclamaban. Tras los cuestionamientos públicos por el comportamiento en el conflicto por los 1400 despidos en la constructora de Techint y por el convenio de suspensiones que homologó entre Alimentación y Mondelez, hubo un giro. Se notó mayor rigidez e incluso se jugó fuerte contra la tercerización laboral en el, por ahora, último round entre Siderca y la UOM.
Un hecho curioso y distintivo de la cartera laboral es que las discrepancias de los principales actores del universo del trabajo solían apuntar más a las segundas líneas que al propio Moroni. Voces de la Corriente Federal de Trabajadores o incluso algunos dirigentes del moyanismo, por caso, ponían el foco en su cuerpo de asesores como quienes «generaban ruido» con el mundo sindical. Y el eje sobre el que giraban era Miguel Ángel de Virgiliis, un laboralista que supo ser una de las voces más escuchadas por Moroni pero que, según pudo confirmar InfoGremiales, desde hace algunos días estaría corrido. La decisión se formalizaría de un momento a otro, pero sin estruendo. El pasado de de Virgiliis cercano al macrismo, a Armando Cavalieri y a las patronales, nunca fue digerido por una porción del sindicalismo y el nexo con la mesa judicial M parece haber sellado su salida. Y no sería el último cambio. De hecho ya hay conversaciones con Santiago Cafiero para consensuar reemplazante para uno de los funcionarios heredados del macrismo que hasta ahora logró sobrevivir silenciosamente.
El cada vez más largo camino a Azopardo
El pasado 5 de mayo se prorrogaron los mandatos sindicales hasta el 30 de septiembre. En la práctica era la continuidad de lo estipulado en marzo con el objetivo de «evitar todo acto institucional que implique la movilización, traslado y/o la aglomeración de personas, de todas las asociaciones sindicales inscriptas en el registro». Aplicaba sobre los cuerpos directivos, deliberativos, de fiscalización y representativos de las asociaciones sindicales, federaciones y confederaciones registradas ante la Dirección Nacional de Asociaciones, por lo que en la práctica empujó a Carlos Acuña y a Héctor Daer a continuar al frente de la CGT hasta el 2021.
Pero el 30 de septiembre está a la vuelta de la esquina y los contagios no ceden, por el contrario están llegando a su pico máximo (o eso queremos creer). Por lo tanto es casi un hecho que volverán a prorrogarse los mandatos y a estirarse los plazos. Eso impone una serie de problemas para algunas organizaciones que atraviesan momentos de tensión con crudas internas, y para aquellas que están intervenidas y deberán seguir esperando para poder encarar un proceso electoral que las normalice. Superestructuralmente, la decisión extenderá carrera abierta por la conducción de la CGT 2021 y le dará un plus a la temporada abierta de rosca libre en la que están posados los principales dirigentes. Un escenario optimista, entonces, hace pensar que con suerte habrá congreso de renovación de autoridades poco antes del segundo semestre.
La duda que cabe es si en ese lapso de tiempo los Daer y los Moyano, nuestros Capuletos y Montescos sindicales, tendrán la capacidad de sellar algún tipo de tregua como la que consiguieron en 2016 para tejer lo que más tarde derivó en el fallido triunvirato. O si los caminos de ambos espacios seguirán bifurcados. Hoy parece muy difícil imaginar a Pablo Moyano, cuyo entorno ya está en campaña desde hace algunas semanas, aceptando nuevamente un rol secundario en la CGT. Y también suena inverosímil que la conducción de la CGT acepte compartir con «Dinamita» un triunvirato cuya convivencia sería imposible. «No pudieron convivir con Schmid, imaginate lo que puede pasar con Pablo que es incontenible», señaló en las últimas horas un importante dirigente.
Pero tal vez la mayor incógnita política sindical y familiar en este tiempo reposa sobre Hugo Moyano. Más apaciguado y volcado a la diplomacia, fue él mismo el que en 2016 le bajó el pulgar a su hijo mayor ante el pedido de la mayor parte de los gremios que formaban parte de la por entonces CGT Azopardo. «Agradezco los apoyos a Pablo, pero mi hijo no está para encabezarla» blanqueó Hugo ante a los medios, y confirmó que el hombre elegido en aquel momento era Juan Carlos Schmid. Pasaron algo más de 4 años, un enfrentamiento de alta intensidad con el macrismo, la posibilidad de que su hijo vaya a prisión y el desgranamiento de una parte de su tropa gremial, sin embargo de la resolución de su dilema político familiar vuelve a depender el futuro de la central obrera.