#ENFOQUE La Aplanadora

(Por Pablo Cano)

José Luis Lingeri haciendo el ventilador con una prenda de ocasión, Gerardo Martínez sonriendo como en un cumpleaños de esos que se festejan en Paseo Colón al 800 y un Sergio Tomás Massa que vuelve al Complejo Uno de Chacarita ya no como el hijo pródigo esquivando miradas que asordinaban puteadas -como fue en octubre de 2019- sino como el Moisés que abrió las aguas de la inflación y el dólar a 1000 para que 3 millones de votos pasen y pongan la boleta azul al tope de las preferencias y al borde de la Casa Rosada… con un exiguo y a la vez contundente 36,68% el Peronismo se volvió a calzar el traje de la Aplanadora electoral.

Sin embargo, la elección no sólo no está terminada, sino que tras ella -como a Moisés- se viene un desierto previo a la tierra prometida lleno de angustias y desafíos que impactarán mucho mas temprano que tarde en los cimientos de la próxima gestión. FMI, Leliqs, 40 mil millones de USS en importaciones sin pagar, atraso en tarifas, el litro de agua mineral al mismo precio que el litro de nafta, los alimentos regalados en blue pero incomparables para el salario promedio, la inseguridad, los coletazos de corrupciones varias, la transición en la jefatura del Peronismo y la reactualización de su nomenclatura, diciembre, el verano y sus cortes de luz, una oposición que se para sobre la ultra derecha y tiene peso electoral, el armado de cara al 2025, Comodoro Py y la Corte, la geopolítica, los medios y un país que ante la pobreza de los últimos años profundizó una grieta clasista mas que política, son sólo algunos de los desafíos que esperan al próximo Presidente. Y en Argentina esto no admite secuencia, es todo junto, ya. Un embudo de demandas que, a diferencia del escenario electoral, no pueden sintetizarse en dilemas sencillos y etéreos (Democracia vs. Fascismo) sino que deben ser saldados en cash… y muchas veces en billete.

El consenso entre economistas de toda laya encuentra la necesidad del shock para un ordenamiento de la economía como así también la necesidad de atender a la crisis social que ese shock genera… la famosa manta corta de Elba de Padua («Tim», se nos acaba de caer el documento). Cualquier mirada hacia momentos análogos de nuestra historia anticipa que ese shock implica una caída sobre el poder adquisitivo del salario que se profundiza con un primer momento de achique de la economía que, a su vez, impacta inmediatamente sobre el trabajador informal, ese que se sospecha que votó tanto a Massa como a Milei (25% obtuvo el libertario en José C Paz y en Florencio Varela, suponiendo que los violetas pudieron fiscalizar debidamente todo ese territorio). El crédito que tiene un Presidente para enfrentar un ajuste con un doble 40% (de pobreza y de empleo no registrado) es exiguo y deberá afrontarlo sólo ya que nadie pone la cara ni su capital político para patrocinarlos y llegamos aquí a lo que nos interesa: ¿Qué papel puede jugar el movimiento obrero en este escenario?

#ENFOQUE La Aplanadora

Primeramente, descartamos el desarrollo de una posible Presidencia de Milei no porque ésta esté fuera de las posibilidades (matemáticamente es quién más las tiene) sino porque tal evento le da al movimiento obrero -más allá de las piruetas de algunos de sus dirigentes- la posibilidad de estar del lado de enfrente. Distinto es el caso de Sergio Massa que reedita en muchos de los popes la añoranza de tiempos idos e idealizados dónde la CGT tenía siempre el cubierto puesto en la mesa de Olivos y de la Rosada. Y es altamente probable que eso suceda, el tema es el precio de ese cubierto que el tigrense hará valer.

El reflejo analítico natural es llevar la lectura a los primeros años de Menem, un movimiento obrero flexible a las demandas de aquel shock que sentó las semillas de la balcanización y el declive de la CGT como factor de poder tanto nacional como dentro del peronismo puesto que los dirigentes se limitaron, cual intendentes, a cuidar su propio territorio dejando vacante la conducción del conflicto y como en política el vacío no existe, facilitando las condiciones para la emergencia de Moyano. Sin embargo, ese universo expresado por el camionero en un contexto de pérdida de más de 10 puntos de participación en el PBI del salario y un desempleo cercano al 20% no impidió la reelección de Menem a quien le bastó la estabilidad monetaria para readecuar su base electoral en épocas de un salario promedio registrado largamente arriba de los 1000 dólares. La película que corre a partir del 10 de diciembre no cuenta con ese colchón y nada hace prever que en el corto plazo el salario registrado recupere vigor. Frente a esto, aquel refugio narrativo que encontraron algunos dirigentes en tiempos de Macri («Preferimos conservar trabajo y resignar salarios») parece imposible con un gobierno peronista salvo si se toma como asterisco los 4 años de Alberto Fernández, donde tal ecuación de trabajadores registrados estadísticamente pobres (con grandes gremios encabezando la lista) fue posible por la trampa de la nominalidad que hace crecer cifras de salarios que confunden, hasta que llega la hora de pagar el ticket del supermercado. Ese asterisco debe completarse con un fenómeno de renovación generacional en las bases militantes del movimiento obrero, muchas de ellas de simpatía kirchnerista, que encontraban en la semántica de la propia Cristina un dique de contención a la incomodidad del momento. La pregunta es quien y cómo se podrá administrar esa contradicción en la eventual próxima gestión peronista que se yergue en un claro postkirchnerismo.

Fuera de este breve análisis pero integrando el conjunto de factores también habrá que tener presente que el comportamiento electoral anticipa un cada vez mas reducido universo de trabajadores sensibles al sindicalismo (sería hora que la CGT piense en construir alguna figura propia que pueda tener proyección electoral para que sostenga el acervo histórico del movimiento, algo así como un Facundo Moyano con menos gimnasio y filtros de Instagram pero con similar anclaje narrativo).

Finalmente, lo importante también será saber que rol pretende Sergio Massa para el movimiento obrero. Sería torpe pensar el mismo sobre la historia del vínculo previo el cual tuvo la comodidad de asentarse sobre sociedades de beneficio mutuo particularmente con algunos dirigentes. Si el 19/11 el pleito se dirime a su favor todo el peronismo sabrá que emerge un nuevo jefe en un espacio que no admite doble comando y con la práctica verticalista dónde el Jefe, más allá de los modos, ordena. Si es cierto que Sergio se parece mucho a Néstor (dicen que Kirchner alguna vez se refirió a Massa diciendo «ojo que este es más hijo de puta que yo») aquellos que hoy se sienten parte de lo que viene deberían recordar la praxis del pingüino que metía a todos adentro ajustando siempre a los más propios para que nunca falte lugar.

Aquellos que miran el poster del Loro con sagrada reverencia, los que reivindican la lealtad de Rucci o los que recuerdan a Saúl como el mejor de los nuestros se asoman a un nuevo ciclo político con una pregunta circular ¿Qué ves cuando me ves?