(Por Jorge Duarte @ludistas) El quiebre familiar, la derrota en las seccionales clave que supieron ser su base de sustento, la fragmentación de su poder económico y la mirada dubitativa sobre su rol en la CGT luego de desplazar a Caló, lo ponen contra las cuerdas. ¿Se termina el Luis Barrionuevo omnipotente?
A días de la renovación de autoridades de la CGT, Luis Barrionuevo reunió a su tropa, pasó la ambulancia por los heridos de la elección de la CATT, sumó a Omar Maturano y a Roberto Fernández y se abroqueló con históricos enemigos de Hugo Moyano. Ese armado posibilitó la generación del caldo de cultivo suficiente para seguir siendo un actor de peso en el movimiento obrero. Cuando estaba todo encaminado a que se elija un triunvirato con Héctor Daer, Pablo Moyano y Antonio Caló a la cabeza, el gastronómico pateó el tablero, logró correr al metalúrgico y ubicar en su lugar a Carlos Acuña, una de sus piezas de confianza.
Esa, tal vez, haya sido la última jugada de un Barrionuevo omnipotente. Algunos creen que fue una especie de «The last dance». El principio del fin del que supo mantener un gremio poderoso, con una caja interminable y un accionar en el mundo sindical que dejó múltiples heridos y enemigos.
Creen que es el ocaso del gremialista que construyó un conjunto de sindicatos que orbitó a su alrededor por un par de décadas (lo que supo ser la CGT Azul y Blanca) y una influencia inmensa en las distintas vertientes políticas, en la burocracia estatal, en los medios de comunicación y, sobre todo, en los estamentos de la justicia.
Ese Barrionuevo, que era capaz de vanagloriarse de sus tentáculos en el submundo de los servicios de inteligencia, de reírse en plena nota con Alejandro Fantino de haber retenido a Elaskar para que vaya a declarar lo que él pedía contra el kirchnerismo, o capaz de atribuirse como producto de su gestión el Pacto de Olivos.
Las cosas parecen empezar a ponérsele complejas. Ayer pudo ser un punto de inflexión. Por primera vez en varias décadas en muchas de las seccionales de su gremio hubo oposiciones potentes. Tan potentes que si no había anulaciones masivas de listas hubiese perdido muchas. De hecho cayó derrotado en Mar del Plata, lo que supo ser su bunker veraniego durante décadas. Y no sólo perdió, sino que en frente estuvo la mano de un Moyano. En este caso Facundo.
Pero lo peor fue lo de Capital. Allí su ex cuñado, Dante Camaño no sólo lo desafió sino que le demostró fortaleza. A pesar de la intención de la junta electoral (manejada por el chofer de Barrionuevo) de suspender los comicios, Camaño mandó a votar igual y demostró capacidad de ganar claramente. Tanto que le volvió a mojar la oreja: «si la oposición quiere otra elección, se la daremos». Es más, anticipó que buscará sacarle el manejo de la caja del gremio y de la obra social.
La cosa con Dante ahora va al plano burocrático y judicial, donde mejor se mueve Barrionuevo y donde predomina su alianza con el radical Enrique «Coti» Nosiglia. Sin embargo, no son pocos los que recuerdan que Graciela Camaño, ahora su ex esposa y hermana de Dante, es una pieza trascendente del Consejo de la Magistratura. Para colmo su distancia con el Gobierno tampoco le permite pensar que sigue teniendo el peso que supo reportar en el Ministerio de Trabajo.
El quiebre ya es visto de reojo por el microclima cegetista. Ayer corrieron rumores de un llamado de Hugo Moyano a Camaño. Todavía no se confirmó. Pero lo que está en evidencia es que el armado con el que logró encumbrar a Acuña tambalea. De hecho el propio Acuña aparece poco por Azopardo y se notó el faltazo en la cumbre con el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Los reparos sobre la situación son obvios. Ya hubo varios momentos en los que Barrionuevo pareció quedar contra las cuerdos y siempre logró sortearlos. Sin embargo el resquebrajamiento de su gremio, la división familiar del poder que construyó en 4 décadas y los enemigos que están al acecho parecen presentar un desafío mayor.