El presidente de la empresa Carlos Rosales, que arrancó con un perfil alto y se presentaba como el salvador de la cadena que tenía problemas financieros, ya no aparece por ningún lado. Garbarino pierde y con la firma, sus 4.000 empleados.
A principio de este año, Rosales entró con el plan de conseguir un socio, reorientar la empresa y volverla viable nuevamente. Hoy en día, el extravagante dueño de Garbarino ya no promete nada y ni siquiera da la cara. Los empleados sospechan que incluso abandonó el país.
«Quien se hace cargo de algunas de las conversaciones es Mariana Casares, la vicepresidenta de la compañía. Quien, por otro lado, en lugar de buscar una salida que beneficie a todos no ha hecho más que espantar a los potenciales inversores», afirmaron fuentes internas a iProfesional.
El plan es seguir instalando retiros voluntarios y lograr la aceptación masiva del pago de indemnizaciones en 24 cuotas y a partir de enero de 2022.
Al mismo medio aseguraron empleados aseguraron que Garbarino «apenas sobrevive un puñado mínimo de sucursales que atienden algunas consultas en el interior de la Argentina. No quedan locales haciendo ventas, la cadena no opera más de esa forma.»
La debacle de un gigante comercial que se hunde arrastrando a miles y dejando un tendal de deudas.