Cada conflicto laboral tiene sus particularidades, pero por las características que lo componen todo indica que el de Gestamp no es uno más. La resolución a la que se llegue en Gestamp puede marcar el camino a seguir para los conflictos que vienen y hasta establecer un método y una metodología de acción.
La situación que atraviesa hoy la autopartista multinacional de origen española tiene peculiaridades que la convierten en el tubo de ensayo para analizar la composición del conflicto laboral standard que se vive en esta etapa.
Gestamp, una poderosa empresa con presencia en 20 países, se dedica a producir carrocerías, chasis, mecanismos y piezas estampadas de todo tipo, además de soldaduras y otras ramas de la tecnología. Tiene su planta en Escobar y provee a General Motors, Peugeot-Citroën, Mercedes Benz y Fiat.
Como parte de la caída de demanda en sector, Gestamp decidió, en abril pasado, suspender a 70 trabajadores de la Planta 4, donde trabajan unas 200 personas. Los suspendidos cobrarían el 75% de su salario y no debían presentarse en el lugar de trabajo.
Al cumplirse los 30 días, los suspendidos se presentaron a trabajar, pero les informaron que la suspensión iba a continuar. Entonces los empleados, asamblea mediante, reclamaron que, al menos, las suspensiones se hicieran de modo rotativo. Ante la falta de acuerdo, se planteó un conflicto gremial y el 6 de mayo, 64 trabajadores recibieron telegramas en los que les informaban que estaban despedidos “con causa”. Es decir, sin indemnización. Desde ese día, los obreros de Planta 4 se declararon en huelga.
Claro que la situación de “crisis” de la fábrica es una incógnita. Si bien suspendió y decidió despedir, no pidió las ayudas monetarios Repro al Ministerio de Trabajo para sostener los empleos, ni informó su situación al Estado para conseguir algún apoyo. Está claro, que como sucede en muchas otras empresas, este contexto de ajuste es aprovechado por Gestamp para disciplinar a su fuerza laboral.
La comisión interna de la fábrica, con seis integrantes, se divide fifty/fiftty. Tres responden a la conducción de SMATA a nivel nacional y tres responden a partidos de izquierda. En este contexto de aumento de temperatura en el enfrentamiento con la patronal comenzó la disputa por conducir (o cerrar) el conflicto que se extendía.
Los trabajadores de Gestamp son el caso “tipo” del nuevo sujeto que se incorporó al mercado laboral en la posconvertibilidad con la creación de puestos de trabajo de la etapa kirchnerista. Compuestos mayormente por empleados de entre 30 y 35 años, con una antigüedad de unos seis años aproximadamente, salarios que les permiten ser parte de los sectores medios y con escasa representación sindical.
Este nuevo actor del mundo laboral es el que ahora comienza a ser golpeado por las estrategias de ajuste y disciplinamiento y reacciona ante el revés después de haber vivido varios años de bonanza. Las estructuras clásicas buscan conducirlos, con distintas tácticas (o ninguna) y en eso compiten por el sindicalismo tradicional, la izquierda partidaria y sus organizaciones sindicales clasistas y el estado con sus ramificaciones que escasean en el territorio de trabajo.
El rol de SMATA en lo sucedido demuestra su incapacidad para dar respuesta ante esta demanda. El gremio en lugar de leer el fenómeno, prefirió primero darle la espalda al conflicto y luego llamar a la represión con la complicidad de la empresa. Un modelo de “ajuste clásico” que evidentemente no es aceptado por los nuevos actores laborales.
La reacción de SMATA, a través de uno de sus máximos referentes, fue llamar a Sergio Berni para anunciarle que se iba a tomar la planta y pedirle que lo evite. Claro, Berni, sin línea clara de acción desde los distintos resortes de gobierno (provincial y nacional) no detuvo la avanzada y sólo se limitó a militarizar la zona.
Desde el Ministerio de Trabajo tampoco las respuestas fluyen. Con Tomada y Rial faltos de determinación y mirada sobre la necesidad de un avance territorial de la cartera para crear una red de contención con injerencia directa en este tipo de situaciones, el Estado pierde presencia. No hay dialogo con los trabajadores que necesitan del ministerio y la cartera laboral se encierra. Ni Tomada, ni Rial parece demostrar la capacidad necesaria para administrar políticas en situaciones de crisis.
También en la conversación entran los sectores de izquierda para tratar de conducir el proceso. Aunque con determinación y dinamismo, las expresiones clasistas se ponen a disposición y tratan de canalizar los reclamos, pero mayormente no cuentan con la capacidad de resolución necesaria. Es que los nuevos actores sindicales no son cuadros sindicales ideologizados, más bien son trabajadores que se rebelan ante el contexto de ajuste que atraviesan luego de años de progreso.
Todos estos factores, que ahora vivirán días de “guerra fría” por la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires que decidió actuar recién después de 55 días, son los que hacen de Gestamp un caso testigo que puede marcar el pulso de las disputas sindicales que se avecinan. Los distintos actores, poco permeables a los cambios, todavía están en juego para resolver un conflicto que es mucho más que un conflicto.