Familiares directos y representantes de sindicatos homenajearon este viernes al gremialista tucumano del azúcar Atilio Santillán, asesinado en 1976 dos días antes del golpe, con la colocación de una baldosa frente al edificio en el que ocurrió el crimen, en Rivadavia 1128 de la ciudad de Buenos Aires.
Santillán, por entonces de 40 años, fue asesinado por un comando armado que ingresó a la sede porteña de la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (Fotia), de la que el gremialista era secretario general, el lunes 22 de marzo de 1976, un día laborable, en horas del mediodía.
En el homenaje participaron tres hermanos del gremialista de la Fotia muerto de un balazo -Elba, Domingo y Juan-, como también uno de sus cinco hijos, Atilio Osvaldo, hoy de 56 años, quienes estuvieron acompañados por el secretario de Derechos Humanos de la provincia de La Rioja, Delfor «Pocho» Brizuela.
También asistieron integrantes de los gremios Federación Gráfica Bonaerense, ATE Capital, Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) al igual que afiliados jubilados de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
La representante de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Taty Almeida, envió un mensaje de adhesión en el que ponderó la figura de Santillán y lo definió como «un mártir de las luchas gremiales argentinas», mientras que el secretario general de la CTA de los Trabajadores, Hugo Yasky, se disculpó por no poder concurrir y recordó al «compañero» dirigente de los azucareros tucumanos.
El crimen de Santillán se produjo el 22 de marzo de 1976 a pocos metros de la avenida 9 de julio, en un día de mucha actividad, luego de que tres personas armadas ingresaran al departamento que la Fotia alquilaba en el edificio de Rivadavia 1128, pleno centro porteño, para el funcionamiento de la delegación Buenos Aires.
Tras el homenaje, Atilio Osvaldo, hijo del gremialista, aseguró a Télam que el reconocimiento a su padre era importante pero que lo central era recordar «lo que hacía en esos años la dirigencia de la Fotia, que permitió que un trabajador del azúcar de entonces, que tenía un nivel de vida bastante pobre, dispusiera de un edificio de ocho pisos en Tucumán, tres sanatorios, farmacias para afiliados».
«Cuando mataron a mi padre yo tenía 10 años. Nosotros vivíamos en el interior de Tucumán, en Bella Vista, y ese día llegó un señor que trabajaba en la Compañía Nacional Azucarera (Conasa) a avisar lo que había pasado: yo estaba jugando en lo de un vecino, no podía creer cuando lo escuchaba», contó a esta agencia.
En su balance de aquellos años de lucha gremial en el sector azucarero, el hijo de Santillán destacó lo que significó Conasa, compañía estatal que producía azúcar y que disponía de varios ingenios, lo que permitía fijar un precio testigo y establecer pautas para las condiciones laborales que terminaban siendo adoptadas por el sector privado.
«Conasa ponía las condiciones de trabajo, fijaba el salario, había empezado a recuperar ingenios cerrados y a revertir el proceso de cierre de ingenios de 1966 que había llevado adelante la dictadura de (Juan Carlos) Onganía», repasó, y destacó: «Con su actividad se podía tener un parámetro de los costos de la producción de azúcar».
Algunos de esos ingenios, agregó, fueron vendidos tras el inicio de la dictadura de 1976.
Por último, relacionó aquel sindicalismo con la actualidad al plantear que «hay gente que hoy se indigna por el 107% de aumento que consiguió Camioneros pero alguna vez la Fotia sacó el 148%»,