En la puerta de la Federación Gráfica Bonaerense, mientras algunas coronas se agolpaban en la puerta, algunos diputados presentes del FpV charlaban con dirigentes gremiales que se acercaron, también, a despedir a Raimundo Ongaro. Uno de los diputados jóvenes y uno de los dirigentes más viejos coincidían en afirmar que “es una señal la partida de Raimundo en este momento”, rematando el razonamiento con una proclama al viento de “abrir el Congreso de la reunificación de la CGT bajo la advocación de Raimundo Ongaro”. Por las coronas presentes y por las variadas ausencias notables, pareciera difícil coincidir con ese augurio.
Sin caer en el farandulesco análisis cualitativo y cuantitativo de un velatorio, no puede dejar de observarse que un emblema, el último vivo del sindicalismo combativo de los 60, partió de este mundo acompañado de un reducido círculo político y gremial, que habla a las claras del grueso problema que enfrenta el movimiento obrero para ordena,r en sus estructuras, la capacidad de lucha y resistencia que se encuadra en un proyecto político antes que en un proyecto de poder. De la misma manera, quienes parecen verse más hábiles a la hora de enhebrar un proyecto de poder no logran perforar ningún proyecto político y mucho menos generarse uno propio. Por el contrario, es evidente que el anhelo del “Lula Argentino”, en el mejor de los casos, debe buscarse en los militantes gremiales sub 40 que, por una cuestión etaria, están mas cerca de referenciarse en Néstor y Cristina Kirchner que en algún secretario General.
Tomando tal ventana de tiempo como referencia, podría decirse que los próximos años del movimiento obrero organizado tienen mas chances de parecerse a los últimos 7 meses que a lo sucedido en los picos de resistencia obrera ante los avances de los proyectos liberales que ajustan sobre puestos de trabajo, poder adquisitivo del salario y derechos de los trabajadores.
Por lo tanto ee profundiza la lógica de nicho, y los sindicatos se ven tentados de armar sus «corralitos» en función de lo que tienen en sus manos para negociar con el poder y la patronal, entonces las estrategias y tácticas de camioneros y aceiteros -por ejemplo- encuentran poco punto de contacto con las estrategias y tácticas de docentes y metalmecánicos, pudiendo explicarse la conformación del movimiento obrero desde la óptica de Adam Smith: los gremios con ventajas estratégicas en función de los roles que el mercado asigna a sus actividades, se verán profundamente tentados a no compartir la suerte y el armado con aquellos gremios que carecen de tal ventaja estratégica.
Si el Estado no opera contra esa mano invisible -como va de cajón por los menos hasta el 9/12/19- la unidad de la CGT, con éstos actores y este contexto, a duras penas puede ser una unidad administrativa. No solo por la falta de renovación de cuadros, sino por la realidad descripta: trabajadores y dirigentes de actividades con cabida en el rearmado del aparato productivo nacional, tienen otra agenda respecto de trabajadores y dirigentes que carecen de tal suerte; verbigracia, las 3 CGT y las 2 CTA mutan sus diferencias coyunturales hacia diferencia de intereses mas estables en el tiempo, sobre todo si es el mercado y no el Estado el que lleva la voz cantante en la conformación del modelo de sociedad.
¿Quienes pueden rescatar esto? Los Raimundo Ongaro, los dirigentes gremiales que en su análisis político entienden que la sociedad capitalista impone solo dos clases de personas, que Perón con picardía sintetizó con un meta mensaje que nos tomamos el atrevimiento de interpretar: “Los que trabajan” (trabajadores) y “los que no trabajan” (capitalistas / explotadores).
Nota al pie: prometemos a la brevedad explayarnos sobre lo apuntado, la síntesis de este articulo nos obliga a dejar los pliegues de las complejidades para notas ulteriores