Héctor Daer y Carlos Acuña reunieron el jueves al Consejo Directivo de la CGT luego de 130 días sin encuentros. Allí debatieron el potencial entendimiento con el Gobierno respecto de los proyectos laborales light que tiene en carpeta para este año, el estado financiero de las obras sociales y el flujo de fondos que debería regar esas arcas a propósito de la devolución de los fondos de OSDE, y la adhesión a la movilización del próximo 4 de abril.
Sin embargo, la tradicional foto de los cónclaves cegetistas que circuló en los medios quedó marcada más por las ausencias que por las presencias. Es que al conocido vacío estratégico planteado por el moyanismo, se le sumó la ausencia de los hombres fuertes de los gremios del transporte, que representan buena parte del poder de fuego que Azopardo vende como propio.
Para los atentos conocedores de los pasillos gremiales, fue significativo el faltazo coordinado del ferroviario Omar Maturano de La Fraternidad y el el Colectivero Mario Calegari de la UTA. Lo mismo hizo la flamante secretaria General de los Viales Nacionales, Graciela Aleñá. Todo un mensaje para quien quiera leerlo.
Vale recordar que el germen de este proceso lo dio quien fuera triunviro cegetista, Juan Carlos Schmid, líder de la estratégica Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Más tarde lo siguieron el Aeronavegante Juan Pablo Brey, el portuario Roberto Coria, y el peajista Sergio Sanchez, todas espadas de Moyano, quien ya se había retirado de la mesa de dirección de la principal central sindical del país.
Sin Maturano ni Calegari, ahora el vacío a la dupla Daer-Acuña es total y, según pudo averiguar InfoGremiales, ni se habla por estas horas de volver a ocupar las sillas vacías de los renunciados.
Un rápido repaso muestra que Azopardo ya no controla al moaynismo, ni a la Corriente Federal. Que el Smata y la UOM, dos de los gremios emblemáticos de la central, mantienen sus proyectos independientes. El MASA, en recomposición, tampoco responde al binomio de secretario generales y ahora los gremios del transporte le vacían las instancias de toma de decisiones.
Sin dudas, estos son claros síntomas de la crisis profunda que palpan los Gordos y ya los tiene sin controlar buena parte del movimiento obrera. De hecho, como parte de ese diagnóstico resolvieron que, a pesar de sumarse a la convocatoria de la marcha del 4 de abril, el evento será sin acto ni oradores. “Lo único que falta es que nos roben otro atril”, confió un dirigente.