(Por Luis Autalán @luisautalan / Fotografía Ariel Gaspardi) Peronista y con másters oficiales y extraoficiales en pensamiento crítico el abogado laboralista Luis Roa puso el acento en la deuda interna del Gobierno respecto a recuperar salarios, aún en tiempos de furia económica. Realce para el Movimiento Obrero, pero énfasis docente en considerarlo desde las bases y más allá de los edificios sindicales. Asume que hace falta un renacimiento del concepto colectivo del trabajo y las trabajadoras y trabajadores, de cara a las precarizaciones liberales. Confía en dar esa pelea porque la marcha peronista todavía se canta con ganas aquello de «combatiendo al capital». En certeza aggiordanada y modo ricotero afirma que «toda paritaria es política».
Desde una herramienta digital como Linkedin queda claro que su tarjeta personal y de cartulina en realidad debería ser una gigantografía. Allí debería decir que Luis Roa es Abogado Laboralista, Especialista en Derecho del Trabajo y la Seguridad Social. secretario Académico de la Carrera de Relaciones del Trabajo. Facultad de Ciencias Sociales (UBA) con dos mandatos cumplidos. También profesor en las facultades de Ciencias Sociales, Derecho y Economía de la UBA y de la Universidad Nacional de Moreno, ex Secretario General de la Asociación de Trabajadores Docentes de la Universidad Nacional de Moreno (ADUNM), Asesor y consultor sindical y Asesor de empresas autogestionadas por trabajadores. Y todavía faltarían títulos y diplomas.
Mientras agasaja al equipo de InfoGremiales con dos cafés batidos, Roa nos cuenta que tiene 55 años, es del sur o del oeste «según quieran mirar porque soy nacido en Neuquén, crucé el puente y hasta los 17 años viví en Cipolletti, aparte soy hincha de Cipolletti». Y ese DNI futbolero implica dos identidades, la de su pago -que remarca se pronuncia «Cipoletti» y no «Chipoletti»- y Boca. «El problema era cuando en los viejos campeonatos nacionales de fútbol jugaban Cipolletti y Boca era realmente esquizofrénico ir a la cancha y gritar los goles de los dos, estar en los dos lados de la tribuna (risas)». Partió de su pago chico a los 17 años, tiró la toalla en el colegio industrial y se diplomó como bachiller con orientación físico matemática. «Decidí venir a la provincia de Buenos Aires a estudiar Derecho y desde ese entonces disfruto una doble vocación, la abogacía con la posibilidad remota de defender laburantes, no me gustaba otra área del Derecho, al día de hoy por suerte me sigue pasando lo mismo, y por otro lado la militancia peronista», su confesión política.
Las últimas entrevistas de este ciclo vienen mechadas con la actualidad urgente, casi en el minuto a minuto. Y el LED de amplia pantalla nos ilustra y silencia con los zócalos informativos para otro capítulo de la crisis sin final del Frente de Todos. La primera pregunta entonces, obligada:
«No creo en la mano invisible del mercado, el Estado y las organizaciones sindicales se fortalecen cuando el laburo es un lugar común. Y en ese escenario los derechos se hacen algo tangible»
Luis Roa
-Sergio Massa superministro, ¿y ahora qué?
-Es una apuesta importante del Gobierno. En momentos de crisis como la que estamos atravesando hace falta un fuerte respaldo político para que se sostenga el plano económico. Massa es la expresión de uno de los sectores más importantes del Frente de Todos, el cual no deja de ser eso, una coalición, un frente y con matices diferentes. Ahora, lo que debe quedar muy claro es el devenir de este frente porque se llegó al Gobierno para recuperar los salarios. ¿Que se está bajando el desempleo? Es cierto, está en el 7%, pero avanzar en la recuperación del salario es una meta impostergable. Lo cual implica avanzar, continuar digamos, por la senda del crecimiento económico pero con la distribución del ingreso que es fundamental. ¿Cómo se llevará eso con metas tales como, por ejemplo, reducir el déficit fiscal? Es toda una incógnita. Pero aún así creo que por encima de cualquier análisis hay una realidad, el Frente de Todos se debe a los millones de argentinas y argentinas que lo votaron.
-Una semana a la que también la cruzó la Marcha de las Antorchas por Evita. ¿Diría usted que ella, su historia y legado al compás de crisis interminables, están más vigentes que nunca?
-Si Evita viviera qué sería, ¿no?. Sí, está más vigente que nunca. Con el peronismo pasa bastante eso de que cada cual elige el Perón o la Evita que más le cierra, pero ella tiene menos variables. Evita lo que alimenta es esa vocación de lucha, de ir contra lo políticamente correcto siendo incorrecta.
Hoy estaba leyendo algo muy interesante, sobre que Evita «era la atrevida», y bueno en estos momentos y etapas, son horas para ser atrevidos e incorrectos. Creo que hace falta un poquitito de descalabro en esta normalidad que nos está atormentando, y en eso está más vigente que nunca, pero insisto: cada cual elige la Evita que quiere.
-¿Es arbitrario pensar que si Evita viviera sería kirchnerista?
-Sería Evita. «Si Evita viviera», es una ucronía, qué sería lo que es si no hubiera pasado lo que pasó. Evita sería ella, de por sí empujaría una manera de ver el peronismo que para algunos modos de época era y es incorrecto. ¿Qué sería lo incorrecto desde el punto de vista de Evita hoy no? Posiblemente sería kirchnerista. El kirchnerismo es el peronismo hoy.
-Vaya tema, hábleme de su peronismo.
-Durante muchos años fui un activista político. Milité activamente, los primeros años del retorno de la democracia en 1983 coinciden con una fuerte vocación militante en el peronismo universitario. Formé parte de esa generación de los 80 que refundó la Juventud Universitaria Peronista, y que tuvo un límite en el año 1990 con los indultos «del que no debe ser nombrado». (risas). Indultos que me pusieron en crisis, como a tantos. En esa encrucijada entre las dos vocaciones por el derecho y la política hubo una que resumió todo, que fue haberme recibido en el año 92, dedicarme al derecho laboral y a defender a los trabajadores. En algún momento, y hoy lo sigue siendo, el peronismo fue mi domicilio existencial, era el lugar donde uno se sentía vivo, mi manera de explicarme en la vida, en su momento ese lugar lo ocupó claramente el derecho al trabajo.
-¿Y Luis Roa ciudadano civil, hombre?
-Tengo 3 hijos, Joaquín de 25, María Pilar de 23 y Juan Cruz, «El Chango», con 9 años. Con dos Silvias distintas y después de un trecho largo -entre María Pilar y el Chango hay 14 años-, dos historias de vida distintas, cada una con sus recorridos.
-¿Tocó la banquina alguna vez del padre ausente?
-No sé si la culpa, ¿viste la puta culpa judeocristiana? Pero sí, cuando uno se separa da la idea de que uno es ausente, y sin lugar a dudas uno ha sido ausente. Infiero que más de una vez lo he sido, pero creo que lo enmendé en mi historia y al menos, si anduve por esa senda, desandé algunos caminos. Con «El Chango» no puedo decir lo mismo, es como mi álter ego. Tiene 9 añitos y desde que nació no dejé un solo día de decirle que lo amo. Desde el primer día que lo vi no puedo dejar de estar a su lado, así que creo que esto va más allá que la culpa y la disculpa.
-Fuimos testigos de una época en los 70, vinculada a «La noche de las corbatas», a los abogados laboralistas. La Ley de Contrato de Trabajo (LCT) se vendía en subtes, colectivos y trenes, era de consumo popular. ¿Habrá que recuperar parte de ese dominio colectivo sobre normas que costaron sangre, sudor y lágrimas?
-Para que eso suceda también los laburantes tienen que sentir que el laburo es algo propio. Porque de esa manera hay una posibilidad mayor de que los derechos se cumplan. Cuando hay laburo los derechos se cumplen, no creo en la mano invisible del mercado, el Estado y las organizaciones sindicales se fortalecen cuando el laburo es un lugar común. Y en ese escenario los derechos se hacen algo tangible. Hoy le decís a un pibe: «qué bueno sería que vayas leyendo la Ley de Contrato de Trabajo». Y ese pibe quizás se acostumbró a que tiene que andar llevando una caja con productos, sobre una bicicleta o una motito, haciendo malabares para no sufrir un accidente y ganarse un mango. Y ahí, el aguinaldo no existe, las vacaciones tampoco, hasta la figura del patrón está desdibujada, porque el patrón es alguien que les habla o los lee desde una plataforma, es un momento raro.
-¿Eso llega hasta a «normalizar» que se pague para trabajar, como con el monotributo?
-Se va normalizando un estado, una situación de no derechos, y eso hay que reconstruirlo. Volver a conformar el tejido social, pero la base de todo esto es el laburo, como articulador y también ahí, desde ese escenario empezar a construir una idea de derecho. Mi abuelo sabía de memoria la LCT, mi viejo también, andaban por la calle y en el sobaco llevaban el convenio colectivo y la ley. ¿Al abogado? Lo subestimaban, mi viejo me subestima mucho (risas). «¿Para qué quiero un abogado? Para defender mis derechos estoy yo», suele repetir. Y eso tiene que ver con un lugar común, una simbiosis entre ese espacio donde está el laburo, el empleo, y lo que dice la ley. Cuando esas cosas están medio juntas, claro que se aprende de memoria. Caso contrario es algo ajeno y distante.
«La CGT es como una gran iglesia, sin mayor detalle, y la iglesia no es el edificio. La CGT no es Azopardo e Independencia sino la iglesia es el Movimiento Obrero, los de abajo, los laburantes. Es un buen síntoma una CGT unida, pero su fortaleza no está dada solamente por eso»
-Y de ser testigos de esos padres y familiares expertos en la Ley de Contrato de Trabajo a tener que escuchar a otros semejantes que hoy dicen que esa norma «es el freno a la generación de empleo en la Argentina». ¿Eso detona la cabeza o hay que tomarlo con calma?
-Hay que tomarlo con calma. Recordar la impronta de mi abuelo y a mi viejo es darme cuenta de que estamos en la buena senda. Es decir, siempre dijeron lo mismo, mi abuelo era un viejo Yrigoyenista al que un día lo dejaron tirado en el medio de La Pampa y recuperó la dignidad con el peronismo. Cuando alguien, por primera vez, le pagó un aguinaldo en 1946 estaban los que decían que con el aguinaldo iban a terminar cerrando las empresas, y nadie cerró. Mi viejo fue protagonista de la Ley de Contrato de Trabajo en la Plaza de Mayo, corría 1974 y se decía lo mismo, “que cuanto más derechos tienen los laburantes es peor para los propios laburantes”. No es de hoy lo que señalás, ese verso existió siempre.
-La saga histórica lo termina ubicando a usted como protagonista, nos lo decía Walter Correa. Fue parte de un equipo que trabajó en una situación sin precedentes, la pandemia, para lograr la Ley de Teletrabajo, una norma sin precedentes también.
-Esa ley fue el producto de un trabajo colectivo, en el cual no sé si fui tan protagonista, pero sí tuve a mano la generosidad de compañeros diputados como Walter, para convocarme a trabajar en todo el proyecto. Formé parte de un envión de época y siempre estaré agradecido. No sé si es tanto lo que dice como lo que significó la Ley de Teletrabajo, porque después de mucho tiempo, la posibilidad de dictarla y que se promulgue, significó una ley que terminó sosteniendo el Movimiento Obrero, y en eso el capital simbólico, el capital político que tiene es superlativo, más allá de su propio texto. Y en ese contexto, ¿texto y contexto no? La invitación de Walter a formar parte de este envión, simplemente formando parte de un colectivo, es algo para agradecer toda la vida.
-Una ley que nació en tiempo y forma durante la pandemia. Ahora, también nos lo dijo Correa y usted lo escribió en BAE Negocios, la posterior reglamentación de la ley chocó de frente con su espíritu. La paradoja es que ése espíritu germinó en naciones europeas…
-Te voy a contestar con una expresión de Perón cuando apenas asume la Secretaría de Trabajo en el 43. Un periodista le pregunta: ¿Cuál es la mejor ley laboral? La que se cumple, dijo Perón. Algunos le atribuyen a otros esa frase, pero es de Perón, el secretario de Trabajo, el entonces coronel, la mejor ley laboral es la que se cumple, creo que te estoy contestando.
-¿Le costó algún dolor de cabeza haber criticado la instrumentación que hizo el ministerio de Trabajo de la Nación para esa ley?
-No en ese caso concreto, pero a uno le generan dudas considerar si es el momento de plantear las disidencias, de decir las cosas y cómo decirlas. Uno más uno no es dos, sobre todo en los momentos sombríos como los que estamos viviendo, en movimientos tan densos políticamente como en los últimos 5 años. Hablar de la Ley de Teletrabajo, cuando hacía un año que estaba el Frente de Todos en el gobierno, una coalición variopinta, con muchas miradas, pinceladas y etc, indicaba de qué manera se sigue construyendo hegemonía. De qué manera se sigue sumando pero sin mandar todo al diablo y siendo leal también a sí mismo. Conozco muchos abogados que la van de intelectuales, conozco muchos intelectuales y pseudointelectuales a quienes les encanta hablar de sí mismos y opinar sobre la vida. Ahora, las opiniones válidas son aquellas que suman.
Cuando uno suma para el ego y para el cuadrito creo que no sirve mucho.
-Hablando de egos y leyes, si le toca formar parte de un equipo para presentar un proyecto para que el ego sea un impuesto para todos y todas. ¿Cree que de aprobarse esa ley pagamos la deuda externa argentina?
-Sí, es más creo que hay aguinaldo doble completo al final de cada semestre (risas). Es un viento de época como dijimos hace un rato. Cuando se empiezan a romper los colectivos, cuando uno empieza a perder las certezas… Mirá, hasta el fútbol era una certeza y hoy ya no, porque el VAR eliminó esa magia, esa capacidad de explicar lo inexplicable. Ya ni el fútbol es un territorio donde uno sepa de qué está hablando, ni la política, ni la familia, ni la Iglesia, ni el sindicalismo. Cuando uno empieza a dejar esos lugares colectivos, esa forma de explicar el mundo desde un determinado lugar, empieza a pensar en el ombligo, y el ombligo termina mandando.
-¿La tendría más fácil desde la otra vereda de la abogacía laboral? Alguna vez enojado, cansado, harto de algunos disgustos, ¿se imaginó en la vereda patronal?
-No podría. Cuando apenas me recibí, en los primeros años, nadie me ofrecía trabajo de lo que quería, uno va inventándose a los porrazos, a tientas. Me ofrecieron trabajar en un estudio conocido, de estos pro empresariales, algunos son industriales ahora. Qué paradoja, me acordé lo de la industria y el oficio. A ver, leal no es el que dice «no». Leal es el que teniendo la posibilidad dice que no. En eso soy leal a mí mismo. Tuve posibilidades pero no me lo perdonaría.
-¿De qué vereda se gana mejor, la empresarial o la de defender laburantes?
-Sospecho que del otro lado, defendiendo patrones…
-Si me permite la referencia, no despreciativa, eligió ser cabeza de ratón a cola de león…
-Nunca lo pensé en términos de poder, ojo no jodamos, si soy abogado de laburantes no es por utopía. Me gusta ganar los partidos, juego por los puntos pero sé que las posibilidades se achican. Me hiciste acordar una expresión de mi viejo, en el Cipolletti chico había una calle más importante, y una esquina: Roca y España, como en todo pueblo del sur. Mi viejo me decía que vaya a la tarde porque siempre había un hombre que a la tardecita sacaba una silla y se quedaba durante horas. «Andá a preguntarle qué hace», me decía, y entonces un día voy y le pregunto. ¿Qué me respondió? «Estoy esperando para ver un choque de autos, así salgo de testigo del más pobre». Muchas veces pensé qué me quiso decir con esa respuesta y recién lo entendí de grande. El hombre no creía en la justicia que creen algunos, la justicia para él pasaba por otro lado. El tomó posición, quería ver un choque para salir de testigo del más pobre, y eso es una definición.
«La Ley de Teletrabajo, significó después de mucho tiempo, la posibilidad de dictarla y que se promulgue, una ley que terminó sosteniendo el Movimiento Obrero. Y en eso el capital simbólico y político que tiene esa norma es superlativo, más allá de su propio texto»
-¿Por esa senda asumió ser el secretario académico de Relaciones del Trabajo en la UBA?
-(Pausa silenciosa) Es la segunda vez que lo soy, la primera fue de 2014 a 2016 y la segunda de 2019 hasta este final de julio. Tengo más sensaciones insatisfechas que alegrías tal vez, pero sí con la vocación de querer cambiar algo, no sé si lo he logrado. Mi mandato ya termina. Insisto, no sé si logré cambios, Spinoza (Baruch) decía que las cosas verdaderamente importantes son aquellas que nos modifican aunque sea un poco, si pudimos modificar aunque sea un poco esa carrera, bienvenido sea.
-¿Quién define la continuidad?
-Ha sido la elección que en su momento han tenido los directores electos que creyeron en mí, que está condicionada a decisiones democráticas, y en este momento en particular hay una decisión democrática de que el espacio al cual pertenecemos nosotros no continúe. Después las consideraciones de cómo se obtienen las mayorías y las minorías en esa democracia universitaria tan necesaria no tiene mayor sentido, sí desearle una muy buena gestión a los que vienen.
-¿El hecho de haber generado en la UBA diplomaturas sindicales de formación y capacitación, en plena pandemia, es uno de los objetivos más importantes que cumplió con su equipo?
-Cuando me ofrecieron, la segunda vez, ser secretario académico dije que no, porque me había ido negándome a volver a hacer lo mismo. Cuando me insistieron dije sí con un par de condiciones, una la sindical, la otra es una agenda de género y de derechos humanos, y en eso hicimos muchísimo sumando actores nuevos, a aquellos que no suelen ser voces comunes en la academia. Y digo que en la academia constructora de cientificistas creo que no hay lugares a veces para los actores reales, y en estos dos, tres años de la última gestión lo hemos logrado y parte de ese logro está dado por las diplomaturas. Ver a lo largo y a lo ancho del país a compañeras y compañeros de distintas tradiciones sindicales sumándose. Ver a delegados, simples activistas junto con secretarios generales, gente que se aproxima al mundo sindical tratando de ver de qué se trata, ver todo eso junto y con un rasgo federal, es una sensación para mí definitivamente impagable. Poder tratar de construir junto con algunos compañeros de ruta, el equipo como señalás, Mauro Campilongo, Ornella Risso, poder construir un equipo docente donde sí hay doctores y doctoras pero donde también hay compañeros que tienen el colegio secundario y que no vienen solamente a ofrecer su corazón, sino que vienen a volcar todo su expertis, su recorrido y toda su experiencia sindical peleando desde abajo, para mí armar todo ese cuerpo docente con esas características para mí es invalorable. Lo digo sin olvidar a nadie pero no los voy a nombrar a todos. Resumo, desde una doctora que viene tallando tan fuerte en las relaciones del trabajo como Cecilia Anigstein, con todos sus méritos académicos y su juventud a cuestas, y por otro lado ver al “Mono” Lombardi, abriendo a las 5 de la mañana su puesto de canillita, formando parte de una organización gremial como la de Omar Plaini, pero también volcándose a esta experiencia académica, me parece invalorable ese mix.
-Nombró a Ornella Risso, a Cecilia Anigstein, ellas ponen su talento, convicción y sus cuerpos. Sin compararlas, remiten a Evita, a Cristina, digamos ¿es de la gente que sí?
-Sí es esa gente, «mujeres que sí» y resalto sin ir más lejos que en esto se pone el cuerpo y la vida. Tal vez para otros, me preguntabas hace un ratito si hubiera sido más fácil del otro lado. Y te digo que a veces sospecho que del otro lado no se sufre y que en esto, como decía Aute (Luis Eduardo) ¿te acordás? «Se nos va la vida». Hay desgastes, dolores, cansancios, pero por suerte también hay gente que sí, hay mujeres que sí…
-Ornella Risso, Cecilia Anigstein, Cristina, Evita y otras, ¿son víctimas del destrato en primer lugar por su condición de mujer? Inclusive desde alguna dirigencia del Movimiento Obrero?
-Sin ninguna duda. Y el Movimiento Obrero organizado es muy machista. Es un aprendizaje, uno también lo es. Por defecto me considero machista, de ahí en más intento ir aprendiendo.
-¿Toda paritaria es política?
-Sí y está bien, es correlación de fuerzas, sino como dice mi tía, «¿por qué consiguieron este aumento tan bajo?» Y bueno, no es soplar y hacer botellas, es ir, construir, caminar las bases, convencer, persuadir, conducir, negociar, pelear, es netamente político.
-¿Habría que prohibir que el gorilaje cobre el aguinaldo?
-No, a pesar de ellos.
-¿Que ellos lo reclamen y lo reivindiquen también es un triunfo peronista?
-El aguinaldo es un derecho humano, no se le niega a nadie.
«Aún en épocas donde las estadísticas nos dicen que en la población económicamente activa no hay tantos trabajadores como en los 60 y los 70, el Movimiento Obrero todavía tiene una página gloriosa por escribir en la historia»
-¿Y cuando ve a pobres seducidos por la derecha, hoy muy de moda. Qué siente?
-Dolor, y entender que algo mal estamos haciendo. Esta vocación de ir volcándome del ejercicio regular de la abogacía a un lugar si se quiere pedagógico, a una pedagogía sindical me certifica la necesidad de que hay que reconstruir el tejido de lo que en algún momento fuimos. De lo que fue la columna vertebral, y ahí hay cosas para hacer, y en esa pedagogía está convencer a algunos, que piensan que otro camino es mejor, y piensan el camino del verdugo. Honestamente no creo en eso, en ver pobres seducidos por la derecha hay por un lado un poco de dolor y por otra parte es un llamado de atención para ponernos a laburar en serio.
-Daniel Yofra (Aceiteros) nos dijo que este Gobierno trata mejor a los empresarios que a los trabajadores. Daniel Catalano (ATE Capital) remarcó la urgencia de rescatar a quienes ponen el hombro, Walter Correa habló de legitimados y sólo legales. ¿El «Frente de Todos contra Todos», pasará a la historia como una coalición que destrató en primer lugar a los propios?
-Creo que eso le pasa a todos los movimientos políticos de uno y otro palo. Ahora, lo que no quiero es que pase a la historia un Frente de Todos que sea un «Frente de los Tibios».
-¿Hay tiempo para cambiarlo?
-No lo sé, pero a los tibios los vomita Dios.
-¿En tibieza incluye al Movimiento Obrero?
-Y hay algunos compañeros y compañeras que se les ha roto el termostato.
-De todas maneras hay que decir que la CGT le sacó una ventaja al Frente de Todos. A pesar de los fórceps, a último momento y con divisiones clarísimas y vigentes, en noviembre desarrolló su congreso y camina haciendo esfuerzos con algo de unidad…
-Hubo un avance, pero hay que pensar la CGT no es sólo su cúpula, los 40 y pico de cargos que se distribuyen ahí, son las 50 y pico de regionales de las provincias, es pensar qué es lo que está pasando en las provincias, en cada comisión interna, en cada cuerpo de delegados. Y esto es reconstruir, de alguna manera, esa tradición más digna, noble y revolucionaria del Movimiento Obrero Argentino que es de la periferia al centro y de abajo hacia arriba. La CGT es como una gran iglesia, sin mayor detalle, y la iglesia no es el edificio, la CGT no es Azopardo e Independencia sino la iglesia es el movimiento obrero, los de abajo, los laburantes. Claro que es un buen síntoma una CGT unida, pero su fortaleza no está dada solamente por eso y la salida a todo esto, decía Marechal (Leopoldo), «de todo laberinto se sale por arriba». Sugestivamente de todo laberinto se sale por arriba, pero construyendo por abajo y esa es la salida que el Movimiento Obrero y creo que el movimiento obrero, aun en épocas donde las estadísticas nos dicen que en la población económicamente activa no hay tantos trabajadores como en los 60 y los 70, creo que el Movimiento Obrero todavía tiene una página gloriosa por escribir en la historia.
-¿Se anima a dar un podio de sus sindicalistas preferidos, o una delantera de cuatro?
-Dado que no pusiste un límite temporal, elijo a Raimundo Ongaro sin ninguna duda, Atilio López, Elpidio Torres, y soy injusto tal vez debería haber puesto entre el primero y segundo a Saúl Ubaldini. Ubaldini es mi 9.
-¿Nos quieren hacer creer que el futuro del trabajo, en este vértigo que vivimos es el cuentapropismo y vivir en la incertidumbre?
-Creo que hay un discurso trucho que bajo la máscara de la revolución 4.0 de la era digital esconde debates que todavía no nos hemos dado.En un mundo, e en una Sudamérica donde está todo por hacer el trabajo todavía puede ser un efecto útil un factor de cohesión social. Sigo creyendo en eso el trabajo dignifica pero si es con derechos dignifica, creo en el mundo del trabajo. No creo en el fatalismo tecnológico, claro que sí cuando veo tu celular el mío, el televisor, creo en la tecnología no soy un ludista. Pero el mundo trabajo que nosotros conocemos no está desfigurado del todo, todavía hay mucho que se puede hacer pero siempre con derechos.
-¿Habría que reglamentar el «fuego amigo»?
-No, el «fuego amigo» es una patología propia de épocas de profundo individualismo, donde el neoliberalismo nos ha penetrado hasta los tuétanos
-¿Hasta en la marcha peronista?
-No, porque seguimos cantando: «combatiendo al capital».