En un plenario de empleados del subterráneo para tratar el tema paritarias, los trabajadores decidieron pedir un 37% de aumento, en coincidencia con el último aumento de la tarifa que decidió el gobierno porteño. La tarifa pasó de $ 3,50 a $ 4,50, lo que representa casi un 30% de incremento; y sin la tarjeta SUBE, llegó a $ 5, es decir casi un 43% más. Apenas cuatro meses atrás, el boleto costaba 2,50 pesos, lo que significa un brutal aumento del 80%.
El jefe de gobierno, Mauricio Macri, había justificado el aumento aduciendo que respondía a mera actualización por inflación. Intentó así transferir el mal humor social por el aumento al gobierno nacional, pero una vez más la jugada se le volvió en contra con una paritaria que lo pone en jaque.
Los Metrodelegados, además, resolvieron pedir el aumento de la antigüedad de 1,3 a 2% y mejoras en licencias y condiciones laborales. Al tiempo que denunciaron que el plan del gobierno macrista con las subas sostenidas del boleto (desde que el PRO se hizo cargo del subte, en 2012, los aumentos llegaron al 409%) es lograr una mejora en la forma de viajar por medio de la expulsión de pasajeros. Los datos parecen darles la razón, porque sólo en 2013 hubo un descenso del 20% en el caudal de pasajeros.
Por otro lado, los trabajadores aseguraron que, lejos de mejorar el servicio, desde que el macrismo tomó el control del subte empeoró la frecuencia y cayó el número de trenes. Según la información de los Metrodelegados -formalmente agrupados en la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro, y enemigos internos de la cegetista Unión Tranviaria Automotor (UTA)-, la línea A tenía 22 formaciones, 275 viajes y una frecuencia de 2′ 56” en 2012. Y ahora cuenta con 17 formaciones, 225 viajes y la frecuencia es de 3′ 28”. Tendencia que se repite en las demás líneas.
El titular de los Metrodelegados, Roberto Pianelli (enrolado en la CTA de Hugo Yasky) sugirió: «Lo ideal sería tener abonos, como es en otros países, y sobre eso hacer las diferencias en el precio». Además, criticó la manera en que el Gobierno de la Ciudad administra el subte: «Está claro que la lógica con la que lo manejan no es la de un servicio público, que tendría que ser más accesible».