«Sepamos a quien votar para no equivocarnos una vez más», le dijo Hugo Moyano el martes por la tarde a los trabajadores de la CGT Azopardo en pleno acto por el día de la militancia. Es más, en ese encuentro repleto de liturgia e historia peronista el camionero se jugó a bancar a un candidato presidencial no peronista y hoy tiene su recompensa. La victoria de Mauricio Macri lo deja posicionado, de nuevo, cerca de las esferas de poder y lo coloca como el interlocutor del nuevo gobierno.
El desafío de Moyano, ahora, es tratar de reunir en torno suyo a la mayor cantidad de gremios posible para garantizarle paz social, gobernabilidad y acompañamiento a Cambiemos, al menos en el primer período de gestión. Es por ello que los llamados se aceleraron con los alineados en la CGT oficial y tratará de confluir con la CATT, que ya le hizo señales de amistad a Macri, en un proceso de mayor unidad. Por supuesto que cuenta con el «garrochazo» obvio de varios de los sindicatos que son oficialistas por definición («nosotros somos oficialistas, no tenemos la culpa de que los oficialismos cambien», suelen repetir en los pasillos en clave de humor y sarcasmo algunos dirigentes)
La seducción del titular de Azopardo para los gremialistas que busquen el calor del poder se centrará, especialmente, en garantizar el modelo sindical, la caja de las obras sociales, algunos lugares en la gestión y participación en la mesa de toma de decisiones, a cambio de acompañar «el sinceramiento de la economía», eufemismo que hicieron trascender varios dirigentes de esa central para referirse al eventual ajuste que lanzará el macrismo apenas asuma.
Mientras que la senda del moyanismo es clara y apunta a reflotar con Cambiemos una alianza estratégica que en su momento le dio buenos frutos al camionero con Néstor Kirchner, es una incógnita saber lo que ocurrirá con los gremios cegetistas que jugaron todas sus fichas por Daniel Scioli. Porque, aunque de todo se vuelve en el mundo sindical, las distancias entre los dirigentes nunca quedaron tan evidentes como en la campaña de estos 20 días previos al balotaje y cerrar esa brecha no será sencillo.
Desde los gremios de la CGT oficial buscarán regresar a su eje centrándose en la agenda de reclamos pendientes. Algunos, que se animaron a calificar de traidor a Moyano por su apuesta política no peronista, vaticinan que habrá un núcleo importante de gremios (que hoy giran en torno al MASA) que no concurrirán a la unidad de una CGT que se pinte de amarillo para acompañar al nuevo gobierno. Además hablan de cuidar los puestos de trabajo como principal preocupación ante lo que se viene y esperan que ese sea el límite que pueda encontrarlos en unidad de acción en un futuro no muy lejano.
Si bien hay algunas certezas, lo que reina son las incógnitas sobre el futuro. Es que el cimbronazo de cambio que sacudió a la política nacional deja dudas sobre el posicionamiento político, el futuro de muchos dirigentes y abre puertas impredecibles. El mayor temor, en concreto, es que la justicia, como gesto al nuevo gobierno, reactive muchas de las cusas que se encuentran durmiendo en los cajones de los tribunales. Varios creen que no sería raro que la justicia, poder tiempista si los hay, se sume a la ola de cambio, renovación y transparencia que pregonó Cambiemos y le de un logro que capitalizar a la nueva gestión y que pueda maquillar el ámbito sindical.