Una vez más Hugo Moyano liderará una huelga general contra la administración kirchnerista. El jefe de la CGT Azopardo estará al frente del tercer paro general desde la llegada al poder del FPV en 2003 y contará entre sus participantes con un amplio abanico entre los que se encuentran desde dirigentes de la derecha peronista hasta comisiones internas de izquierda troskista. Un espectro ideológico realmente inverosímil, con poco (o sin) futuro pero con una capacidad de daño importante en lo inmediato.
La ingeniería político sindical de Moyano posibilitó que la estructura que logró concretar la medida de fuerza del 10 de abril, vuelva a ser realidad casi 5 meses después. Las turbulencias de este tiempo, las fracciones enfrentadas y los cruces mediáticos entre los participantes propiciaron un tiempo más que suficiente para que lo sólido se desvaneciera en el aire, pero la falta de iniciativa del gobierno nacional y la paciencia para tejer del camionero, volverán a derivar en una medida de fuerza.
A su tropa, el referente de Azopardo, le sumará al barrionuevismo, que -aunque escaso en cantidad de gremios- importante en capacidad de daño, y la CTA disidente de Pablo Micheli. Las tres centrales, enemigos íntimos y socios circunstanciales, tendrán como aliados a los conductores de trenes (La Fraternidad) y a los choferes de colectivos (UTA) con lo que se garantizará el paro total del transporte público de pasajeros.
Mientras que los organizadores sostienen que no realizarán movilización ni cortes, al momento de pensar la medida de fuerza contaban (y será un hecho) con que la izquierda adhiera y se movilice para realizar piquetes en los principales acceso a capital y las ciudades más importantes del país. Porque, en definitiva, la izquierda quiere diferenciarse y alzar sus propias banderas pero necesitan a la CGT, pero estos últimos la quieren afuera, pero le viene bien que no se pueda circular.
El sindicalismo peronista nunca estuvo interesado en disputar ni simbólicamente ni concretamente la propiedad de los piquetes, a los que denostan en público y en privado. Sin embargo, saben que en este contexto aportarán para que las calles estén vacías y, al fin de cuentas, potenciarán el mensaje que quieren mandar.
La izquierda, por su parte, llevará a los piquetes sus propios pedidos y reclamos, mostrará sus discrepancias y sostendrá un paro activo para diferenciarse de los que “dominguean”. Solos no pueden construir una medida de fuerza que paralice el país y, de esta manera, buscarán disputarles, al menos mediáticamente, el discurso a los Moyanos, Barrionuevos y Michelis.
El primer destinatario al que apuntarán las cabezas de las centrales sindicales con la medida de fuerza es, obviamente, el gobierno nacional con una serie de demandas de agendas sindical que se barajan desde hace meses: rebajar la carga de ganancias sobre los salarios, implementar medidas para controlar la inflación, reactivar la economía, universalizar las asignaciones familiares, aumentar los fondos para las obras sociales y garantizar el empleo contra la ola de suspensiones y despidos, entre otras.
Pero no sólo el gobierno deberá tomar nota de lo que sucederá el 28. Es que fundamentalmente el sindicalismo cegetista le demostrará a todos los candidatos presidenciales, ya en campaña, que en el futuro deberán incluirlos en una coalición de poder para garantizar la gobernabilidad. Las fuerzas con las que cuentan estarán a la vista y las consecuencias de no negociar también.
Los dirigentes cegetistas suelen referirse a sí mismos como intermediarios o representantes, entre los problemas de los trabajadores y los reclamos que efectivamente se realizan. Ese rol de tercero mediador y administradores del descontento social, es el papel que le ofrecen a los candidatos en campaña para llegar a la Rosada en 2015.
El 28 de agosto, entonces presenciaremos un mensaje para CFK por la falta de respuestas, pero fundamentalmente para Sergio Massa, Daniel Scioli, Mauricio Macri, Florencio Randazzo, Sergio Uribarri y demás pre candidatos presidenciales 2015. El sindicalismo peronista les mostrará lo que tiene para luego reforzar los lazos que los posicione de cara a lo que, consideran, será el nacimiento de un nuevo liderazgo peronista.
Sólo esta puesta en escena político sindical, en la que se articulan diversos intereses, puede lograr que convivan en una misma medida de fuerza protagonistas que se odian, algunos a los gritos y otros en silencio.