(Por Luis Autalán @luisautalan / Fotografía Ariel Gaspardi) Referente del sindicalismo no peronista, dirigente de la CTA de los Trabajadores y hoy a cargo de la presidencia del Astillero Río Santiago. Función que podría resumirse como «todo un tema», un polo fabril que para su renacimiento depende de una órbita que lo apasiona: la política internacional. Crítico del Gobierno, con observaciones que le planteó al mismo Alberto Fernández, realza que es tiempo de discutir, a fondo, otro perfil sindical que incluye la participación en las ganancias de los trabajadores (que logró concretar para el SUTNA) y formar parte de los directorios de las empresas.
El Astillero Río Santiago es un gigante despierto y listo para poner en marcha su potencia fabril y generar naves, embarcaciones y más para el desarrollo de cuanta actividad nacional se imagine. Despierto y no en plena labor porque faltan contratos para incrementar la producción naval y por ahí se traza una de las expectativas, esperanzas, de su actual presidente, Pedro Wasiejko.
Con palmarés sindical y ante un gran desafío que va incluso más allá de los miles de trabajadores y trabajadoras de ese polo, el cual alguna vez el ex presidente Mauricio Macri, consideró apto para «dinamitarlo». No fue hace tanto tiempo. Wasiejko entre otros pergaminos de carrera ostentó y ostenta la secretaría General Frente Grande Buenos Aires, el mismo rol en la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines, la secretaría de Interior de la CTA de los Trabajadores y la secretaría general de los Trabajadores del Neumático (SUTNA), entre otros capítulos.
Respecto a familia el dirigente remarca que Wasiejko es una mezcla, de Martínez y Wasiejko. «Martínez mi madre, nacida en Concepción de la Sierra, Misiones, criada en la casa de una familia acomodada, donde mi abuela la dejó ahí. Sin padre, trabajó gran parte de su vida como empleada de casas particulares así cuando vino a Buenos Aires empezó así, y buscó formar una familia que pudiera mostrar el resultado de que se podía estudiar, eso Felicia lo logró». Su padre, Wasiejko vino a las 4 años con su familia desde la provincia de Volinia, Ucrania, que está justo en la frontera de Polonia y Bielorrusia. Como otros tantos llegaron al país desde una zona que había quedado en manos de Polonia después de la revolución rusa. «Ellos no se sentían cómodos como otros conocidos de esa zona, vinieron con pasaporte polaco y con la Cruz Roja. En ese momento no querían quedarse en esas situaciones, había diferencias de religión, eran de la iglesia ortodoxa y no católica como eran la mayoría de los polacos, y tenían algún conocido que había estado en la Argentina y le hablaba de una zona de paz y de trabajo y que no había tanta guerra, y se vinieron», relató mirando el ventanal de su oficina hacia el Astillero. Los Wasiejko entonces ubicaron en la zona de Sarandí, como una parte de la comunidad de origen eslavo. «Nací en Avellaneda, tuvimos un corto periodo en Longchamps, después de los 4 años viví hasta hace 3 en el barrio San José de Temperley y por eso voto en Lomas de Zamora».
Por cuestiones de contexto glorioso y académico es hincha del Racing Club, y allí repasa que respecto a los 60 y los 70, tuvo como ídolo al ya fallecido Juan Carlos «Chango» Cárdenas. El repaso a esos días incluyen haber sido oyente radial cuando Nicolino Locche cuando ganó el título mundial en Japón «y la llegada del hombre a la luna, la foto del Che Guevara muerto publicada en las tapas y páginas de las revistas. Son imágenes que pegan fuerte y te marcan», confiesa. Divorciado y en pareja, tiene dos hijos Ricardo (37) y Andrea (36) el varón es empleado y por estas horas trata de superar un problema de salud. Con la muchacha reconoce que tiene alguna discusión, lo comenta sonriendo, «porque ella está con la experiencia de las criptomonedas y esas cosas, yo le digo, le pido que estudie». Sobre qué música se llevaría a una isla desierta, abarcó lo popular y lo clásico, «no me faltarían cuartetos en la mochila y tampoco algo de Chaikovski (Piotr Ilich). Arranca la charla con InfoGremiales entonces:
«Lula lo dice, Argentina perdió su voluntad de ser potencia. Argentina fabricaba transistores en la década del 60, Corea no lo hacía y puedo enumerar 25 cosas que Corea no hacía y Argentina sí. Entonces acá hay un problema que es la pérdida del ego colectivo, del proyecto como Nación»
Pedro Wasiejko
-Un personaje nacional y popular, Oscar «Ringo» Bonavena, decía: «la experiencia es un peine que a uno le alcanzan cuando se queda pelado». Usted conserva los cabellos y tiene varias horas de vuelo sindical y político acumuladas…
-La experiencia es un valor que no está tenido en cuenta con la suficiente intensidad. Sucede por ejemplo en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, en el nivel político, en la cuestión social, en el mundo empresario. A veces se apunta a un cambio generacional pensando que con eso se resuelve todo. Desde alguna capacidad adquirida en un ámbito universitario o de otra formación, sumadas a la juventud consideran que se tiene la potencia para poder hacer los cambios necesarios, que con eso alcanza. Esto viene sucediendo desde hace muchos años, varias décadas, y es una permanente conversación y discusión en diferentes ámbitos, veo que no da el resultado esperado. Hay que volver un poquito atrás, no digo antes de la década del 90, donde quien tenía experiencia era casi un Dios. Si tenía 20 años acumulados de hacer lo mismo, en una misma área, eso era palabra santa. Eso tampoco sirvió, porque era todo un sistema más burocratizado, con reglas muy rígidas, un sistema que no podía adaptarse a los cambios. Pasó entonces que la necesidad de adaptarse a los cambios, al mundo globalizado nos llevaron al otro extremo. Lo que hay que buscar es un camino que compense razonablemente y sincronice la necesidad de la experiencia, de tener claramente las agendas sobre a dónde se quiere ir y después tener los recursos mentales y físicos, desde el punto de vista de las capacidades humanas, para gestionar ese proceso. Me parece que hay que hacerlo de esa manera.
-No estaría sucediendo eso…
-El que dice que hay que hacer cambios en todo, con personas por el solo hecho de ser jóvenes, en los cuales uno muchas veces ve que fueron criados para resolver las cuestiones desde el punto de vista individual, es lo que impuso el neoliberalismo en esta etapa. Como que uno se puede formar de un día a otro con un cursito reducido de un año o dos y con eso ya está capacitado. No, la capacitación formal a fondo o la experiencia en gestión se reemplazan de un día para el otro. En los últimos años las empresas han sido cuidadosas, nos pasó la experiencia con el coronavirus, se cuidaron mucho de mantener la dotación, porque si empezás en el sistema productivo una nueva línea de trabajo y formaste gente en esa línea y después te la sacás de encima, porque la economía dice que eso es ineficiente en ese momento, cuando recuperás la estabilidad ya no tenés esa gente, ese capital lo perdés, es un intangible que hay que empezar a medirlo y tenerlo en cuenta. Esto también vale para la política. Hay intangibles que están en la experiencia, está muy bueno hacer las cosas con gente más joven, todos los jóvenes que se pueda. Personalmente miro con mucho respeto a los dirigentes que se rodean, conscientes de sus limitaciones y se rodean de gente más inteligente que el mismo referente político. Hablo incluso de los sectores de derecha. El que maneja una empresa tiene la capacidad de contratar gente más capaz que él, y lo mismo sucede en la política. Es sumamente importante, en el accionar político, formar un equipo, hasta con gente que uno intuye que en algo te supera.
-¿Ese «aggiornar», implica dejar de venerar al Juan Domingo Perón de la estampita y pensar más en lo que decía Perón para el año 2000?
-Vos sabés que no soy peronista. Justamente, siempre destaco que en general se olvida sistemáticamente de plantear muchas de las cuestiones que Perón planteaba con mucha claridad. El tenía una visión estratégica, y a muchos les gusta recordar las frases de Perón, bueno hay una no tan citada que es fundamental: «La única política real es la internacional», sostenía y eso hoy lo estamos viendo, lo sabemos. Con los conflictos cada vez hay que tener más conciencia de que la política real es la internacional. Y hablamos en este caso de esa visión para la Argentina, que Perón la tuvo, junto con Ibáñez en Chile, estaba Getulio Vargas en Brasil, cuando planteó la unificación ya en ese momento. Después de la experiencia de Bolívar, de los Libertadores, de San Martín, el planteo de la unificación de la región vino de la mano en ese proceso político de la década del 30, 40 y parte del 50. Perón eso lo tenía claro, el desarrollo de la infraestructura de la producción nacional, astilleros, fábricas de aviones, de autos y más, eso lo vio claramente, la necesidad de equiparse. Nos podrán gustar o no algunos de los personajes que trajo, pero era gente profesionalizada y capaz, para desarrollar áreas como el sector nuclear entre muchas otras. Perón tuvo una visión estratégica, era muy consciente de que la política internacional en la región nos iba a destacar en el escenario global y eso implicaba a Brasil y la Argentina trabajando juntos.
-Un tren que ya pasó.
-No, me parece que se nos vuelve a abrir otra oportunidad similar, ojalá no la desperdiciemos con un liderazgo como el de Lula, quien casi en la etapa final de su vida, viene con ganas de revancha y de hacer cosas que queden para la historia. Atención, tengamos en cuenta que ya hizo unas cuantas.
-¿Ganas de revancha y no ganas de venganza?
-Venganza no, revancha. Porque también hay que construir y generar un consenso por encima de todo. Siempre pongo como ejemplo que «El no al ALCA» no fue producto solo de los sectores populares de la región que durante 10 años llevaron adelante movilizaciones, seminarios y más. Después se necesitó una alianza tácita con sectores de la Cámara de Industriales de San Pablo, los sectores ligados al campo y otros, que veían en el ALCA un problema de competitividad. También con los que planteaban que el ALCA era Estados Unidos y decían: «¿vamos a meternos ahí y los negocios quién los va a hacer? ¿Lo van a hacer los granjeros del Medio Oeste americano, no los de la Pampa Húmeda o del Mato Grosso?» Entonces ahí ya hubo un punto. Hubo que juntar todos esos intereses y juntar en la cabeza a los líderes, estuvieron Lula, Chávez, Néstor. Ahora nosotros no podemos pensar más en el mundo del siglo 21 para construir hegemonía como se hizo en la mitad del siglo 20. Eso no existe más. Te lo demuestran las redes sociales. Salen y con un poco de plata, con unas ONG, con estrategia política de redes creando figuras, se lo ve con Zelenski en Ucrania, con Milei acá o con Bolsonaro en Brasil. De un día para el otro te construyen un referente en base a necesidades objetivas que existen en la sociedad, con determinado grado de manipulación en parte y eso te lleva a una situación en la cual vos no podés pensar que sólo con lo propio vas a poder construir. Necesitás alianzas, construir un sentido amplio, lo que no hay que perder es la capacidad de conducción en ese proceso. En el caso de nuestro presidente Alberto Fernández, creo que hay que respaldarlo pero también él tiene que estar dispuesto a construir este proceso a favor de los sectores populares. No se puede estar bien con todos, con alguno habrá que generar alguna tensión y ojalá se también pueda llegar a generar acuerdos.
«Los desafío a mis compañeros sindicalistas, yo puse en el convenio colectivo participación en ganancias, comité de seguridad e higiene, la inclusión de género»
-Decía otro sindicalista, Carlos Ortega, «vamos a tener que empezar a pelearnos con alguien». Y si hablamos de fenómenos globales: está el de los trabajadores y pobres seducidos por la derecha. ¿Qué piensa sobre esa situación cada vez más cotidiana?
-Eso es parte de la historia de la humanidad.
-¿No tiene más potencia ahora?
-Es de siempre, permanente, no hay nada nuevo en eso. Creo que Hegel planteaba esto de la relación amo-esclavo. El que está esclavizado, en situación de servidumbre, en el peor lado, ¿cuándo plantea el desafío de cambio? El desafío de cambio es tan potente que no solo no es una utopía sino que es una realidad como para forzar y animarse a ese cambio. Es eso o quedarse donde uno está y aceptar las reglas de juego. En la historia hay suficiente experiencia de eso y también son las limitaciones de cualquier proceso revolucionario de cambio. Si no se entiende eso es un problema. Hay que estar en condiciones de entender. Si uno se plantea, como en mi caso como militante político, en mi trayectoria, el objetivo es siempre que haya algo que cambie lo que está. Para que ese algo cambie y poner algo nuevo, nuestra semillita, uno tiene que estar enlazando situaciones, hacia el momento oportuno, buscar el aliado en el lugar menos pensado para poder conseguir ese resultado. Un ejemplo es la participación en ganancias, desde el lugar menos pensado sacar frutos. Ese es el tema, quejarse y enojarse con la gente que consume lo que le dan me parece que es un error, porque es imposible llegar a un sector tan importante de la población solamente con un discurso teórico o posicionamiento político o consigna que le va a hacer cambiar la realidad. El que no está pudiendo comer, que no tiene servicio alguno y está viviendo en una situación de marginalidad, al que le llegan con una asistencia es al que le van a formatear la forma de ver. Porque para esa persona no es el problema si le pagamos o no al Fondo Monetario o no, ni la guerra de Ucrania y Rusia u otras tantas cosas, el problema de esa persona es comer.
-Es el 60% de inflación que ve en la góndola
-Claro, es la inflación. Y es un Estado el que tiene que resolver la situación. Como pasó en la primera etapa de la pandemia, todas las medidas del sistema sanitario fueron excelentes, una de las mejores políticas de nuestro Gobierno Nacional, pero estaban apuntadas para la clase laburante media, baja y de ahí para arriba. ¿A los que viven en situación marginal a dónde los van a aislar? Porque tenés que aislar todo el barrio de emergencia, a toda la zona ¿eh? Como lo hizo Mario Secco (Intendente de Ensenada) acá en el barrio Cabezas, rodear el barrio, que nadie salga y desde afuera asistir con comida, ropa, y que la gente se quede en su lugar. Es una estrategia muy distinta a la que fue planteada en general como si todos tuviéramos departamentos con habitaciones distintas para que se quede un familiar infectado allí.
-Vale el revisionismo corto, en pleno ASPO, ante las las calles vacías correspondía considerar que quienes mendigan o apenas sobreviven no habían desaparecido. ¿Lo pensó?
-Sí, claro. Y ellos, ellas, estaban en algún lado sobreviviendo y otra gente también, los que viven en el tercer cordón y tienen que caminar 5 cuadras de calles de tierra para ir a algún lugar y de repente se quedan sin colectivo y no tienen de dónde acceder. Ahora la maestra que salió de familia pobre y vive en ese barrio, el policía, el obrero de la construcción que viven ahí, o salen o no va a trabajar. Nos tenemos que plantearnos el tratar de mejorar la situación lo cual implica hacer un esfuerzo en el sentido de ponerse en un lugar. Crecí hasta las 12 años en una casilla de madera con chapa sde cartón y mi baño era una letrina, eso me sensibiliza y entiendo también que hay gente a la que no le pasó eso, que es la gran mayoría porque por suerte Argentina es un país rico y permite, más allá de los márgenes de pobreza, que un sector de la población que uno camina va al centro de Adrogué, Devoto, Zona Norte, Córdoba, el centro de Rosario y parece Bélgica, ahora te alejaste 20 kilómetros y decís estoy en Nigeria.
-¿A Cristina Fernández el Movimiento Obrero la destrata por su condición de mujer?
-No voy a ser taxativo en una cosa que generaliza, porque el Movimiento Obrero somos todos y yo me siento parte. Es más, creo que el Movimiento Peronista no nació de un repollo y debería sentirse parte del Movimiento Obrero Argentino, porque tenemos 70 años de historia de luchas, tenemos la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, los primeros sindicatos, las mutuales y eso hay que plantearlo con mucha claridad. Si el Movimiento Obrero Argentino es distinto es porque existieron esos 70 años de acumulación de lucha, después porque existió el peronismo y Perón que instrumentó una serie de herramientas para fortalecer a los sindicatos y fundamentalmente a los trabajadores. Y hablo de los sindicatos como instituciones, no a los dirigentes. Perón tuvo conflictos con su propio movimiento, algunos que ya tienen muchos años, se van a acordar lo que quiero decir, hablo del Congreso de la Productividad, cuando una parte importante del Movimiento Obrero Peronista salió a enfrentarlo en su segundo gobierno. Y fue cuando Perón lo que planteaba era acá hay que pensar lo argentino, en los trabajadores, fortalecernos, sacamos petróleo, construimos más barcos, nos adaptamos y más. Fue el periodo después de la Segunda Guerra, en una cuestión geopolítica que la Argentina no participó y pagó las consecuencias, y estamos hasta el día de hoy pagando las consecuencias por no haber estado en el lugar que debería haberse estado en ese momento de enfrentamiento al nazismo. Esa cuestión es clave, Perón la vio, tomó una decisión estratégica que creyó que era conveniente y después tomó toda una serie de decisiones para ir en esa dirección. Una parte del Movimiento Sindical Peronista no lo entendió, lo salió a enfrentar con una visión corporativa y eso sigue hasta el día de hoy. No se lo entendió tampoco en la década del 70 en su vuelta. Perón ya visualizaba la caída, la debilidad del bloque soviético. El cual había sido poderoso hasta principios de la década del 60, Con Gagarín (Yuri) en el espacio, como emblema del modelo, al mandar al espacio a astronauta que se crio en una familia humilde en la tundra digamos. Esos gestos que tenía más allá de que alguno lo criticaban de Estado burócrata trotskista, pero en ese sentido, ese proceso político mostró que alguien venido de la nada, del último confín de la tierra, podía llegar a los más altos estándares, a los mayores lugares, sin necesidad de la herramienta del capitalismo, de la cuestión del hacer las cosas por este propio individualismo, como si uno saliera de la nada y pudiera llegar y olvidarse de toda la historia de la humanidad y los procesos de acumulación político y económico.
«¿Por qué no pensamos en el modelo alemán donde está la cogestión de las grandes empresas y los sindicatos están presentes cuando se discuten las inversiones y el desarrollo?»
-Nos fuimos a Perón y a la Unión Soviética, pero nos alejamos de la pregunta sobre Cristina…
-(Sonrisa) Retomamos, digo que dentro de la matriz de nuestro movimiento sindical, como pasa en todo movimiento político, gremial o la comunicación de muchos años, manejados de una manera patriarcal porque esa fue la estructura, hay una cierta subestimación sobre el papel de la mujer. A Cristina la hacen pagar costos por esa situación, pero también creo que ella lo superó, claramente. En su tiempo de gestión ya demostró que esa subestimación no puede existir, pero he escuchado a algún dirigente, y no voy a decir su nombre, alguien muy importante hasta el día de hoy, durante un encuentro de jóvenes de Alemania, Brasil, Argentina, México, realizado en Buenos Aires, decir que la mejor etapa había sido hasta la década del 70. Yo digo que la situación de la Argentina en esa etapa era que se podía casi pensar en el pleno empleo. Soy hijo de eso, empecé a trabajar en 1976, con casi nula desocupación, pero ojo, que en ese ámbito la mujer en el sector productivo no existía y en el ámbito universitario tampoco. Cuando ingresé en la Universidad Tecnológica de Avellaneda había una sola mujer entre 200 ingresantes. Y hace muy poco tiempo, escuché decir a otro dirigente prominente, que la mejor etapa había sido cuando la mujer podía estar en la casa atendiendo, nosotros trabajando y el sueldo alcanzaba. ¿Y cuál era y es el rol de la mujer para esa visión?
-Se podría acotar que incluso en el peronismo es simultánea la veneración a Evita mientras que a Cristina no se le reconocen méritos.
-A Cristina hay que reconocerle el hecho de que ejerció el cargo más importante que puede ejercer un argentino o argentina y lo hizo de una manera espectacular. A toda gestión uno le puede hacer críticas, pero no se puede dejar de decir es que logró hitos contundentes, la recuperación del sistema jubilatorio, la recuperación de YPF entre muchas otras. Hay varias cosas que con las herramientas que tenía demostró su capacidad política, de conducción, de mirada a largo plazo y estratégica. Eso es lo que hay que destacar, sino lo que se busca es horadar el poder y el prestigio de la persona, más allá de si es hombre o mujer. Hablar sólo de las cosas que no dieron el resultado esperado y no de las que se hicieron bien, no sirve. Para eso estarán en 100 años los libros de historia.
-Borges decía que el peronismo es incorregible, jugando con esa frase y tomando el último Congreso de la CGT, ¿se podría decir que la central obrera también es incorregible?
-La frase tiene dos cuestiones, propio de Borges que era contemporáneo del nacimiento de la CGT sabe que la CGT en su origen no era peronista, era socialista. Es más, las 62 organizaciones de peronistas habría 30, el resto eran socialistas, radicales, comunistas, después se transformaron en las 62 Organizaciones Peronistas. Obviamente fue acumulación política en esa estructura, y no hay nada para objetar, es una visión política. Pero siempre a las cosas hay que ponerlas en el contexto sino después uno termina transmitiendo una distorsión que no es tal. Entonces la CGT siempre tuvo en su seno capacidades para poder reconstruirse, reformularse. Desde los primeros indicios de la década del 20 y llegan hasta el día de hoy, y hay actores, lo que pasa es cuál es el problema porque nosotros decidimos, a pesar de estar en la CGT a principios del 90, fines del 80, construir otra alternativa, porque estábamos también viendo y siendo conscientes de que hay un proceso global. La Argentina no está aislada del mundo, las estructuras gremiales que fueron diseñadas para el siglo 20, con el impacto de la caída del bloque soviético y del neoliberalismo, no estaban en condiciones de dar respuestas, entonces el problema no está en la CGT por más mala, buena, combativa o no combativa que sea. Sino en tener una herramienta sindical que diera esta discusión.
-¿Entonces?
-Pensemos por ejemplo que la CTA, a muy poco de su inauguración en el 94, inmediatamente puso en su estatuto la cuestión de género, el 33%, no había nadie a cargo de género, bueno, 30 años después estamos viendo esta cuestión. El Movimiento Obrero tiene que tener un papel transformador. Ahí está el punto claro sobre cuando se toman las palabras que convienen de Perón o no. El Movimiento Obrero es la columna vertebral, sí porque en ese contexto, en ese momento, era importante y que la CGT esté involucrada con el proyecto que planteaba Perón que era de avanzada, transformador, hasta podemos decir revolucionario, sin el contexto de la violencia revolucionaria que planteaban los sectores de izquierda no ortodoxa. En ese sentido tenía la lealtad y la verticalidad de ser la columna vertebral. Hoy el Movimiento Obrero al no tener a Perón, al no tener una burguesía nacional con un proyecto desarrollista como lo hubo hasta la década del 60, no puede quedarse conforme con se columna vertebral, correa de transmisión, y todas esas cosas que se dicen y se les mete en la cabeza a los jóvenes. El Movimiento Obrero tiene que tener la capacidad y la decisión política de ser transformador de la realidad. Claramente tendría que haber estado enfrentando al ALCA y completo planteando la integración regional. Hoy debería, si realmente quiere ser un actor que recupere prestigio con el conjunto de la sociedad, con los trabajadores y trabajadoras. No pueden estar los sindicatos o la CGT discutiendo o haciendo lobby con alguna cámara empresaria para ver si con Brasil intercambiamos mas bicicletas, menos cámaras o más pelotas de fútbol. No, el Movimiento Obrero debe estar discutiendo la política de integración, para tener un Banco Unasur, moneda única, políticas de infraestructura en conjunto, políticas de construcción naval junto con Brasil y el resto de los países de la región. Tenemos que empezar a construir vectores para poner satélites en conjunto, a construir submarinos nucleares para defender el Atlántico Sur. ¿O vamos a estar constantemente hablando de la ocupación de las Malvinas y después nos hacemos los boludos cuando tenemos que empezar a tener un instrumento de poder para poder canalizar nuestra autonomía y soberanía. Cómo la pensamos defender? Hay muchos a los que que les gusta hablar del agua y la ecología. Bueno, ahora cómo pensás que vas a defender nuestra reservas de agua, energía, alimentos. si no tenés una política de defensa, una estrategia común y no tenés la política para la construcción de herramientas para esa defensa, ¿cómo hacés? Mañana puede decirnos Estados Unidos: «nosotros somos acá los dueños», como hizo con Rusia con Ucrania.
-Como decía mi abuelo, cobrar la deuda en territorio, entregando alguna provincia relevante.
-Exactamente, ¿cómo nos defendemos de eso? Con palabras, clichés, consignas? Creo que se acabó en Argentina la hora del discurso, hay que empezar a ver a los funcionarios, políticos, gremialistas, para ver qué ponen sobre la mesa. Los desafío a mis compañeros sindicalistas, yo puse en el convenio colectivo participación en ganancias, comité de seguridad e higiene, la inclusión de género. A Walter Correa (Curtidores) lo putean ahora en las comisiones del Congreso desde la línea sindical del PJ porque propuso que hay que ir por ganancias y por el 14 bis. Está bien, pero también hay que ir a discutir el convenio colectivo de trabajo. No es lo mismo que tengamos un ejemplo de hace 20 años. Si hacemos la difusión pública es porque es real, no se va a convertir la fábrica en un soviet porque se pida participación en las ganancias. Cuál es el problema de nuestros amigos dirigentes sindicales para poner en la discusión de paritarias estas cuestiones. ¿Sólo discutimos salarios, gráficos, categorizaciones, el comedor, la obra social? Es el momento de empezar en serio con el reparto de ganancias, la participación en los directorios, democratizar el lugar de trabajo y que se convierta en un ámbito donde los trabajadores tienen participación. ¿Por qué no pensamos en el modelo alemán donde está la cogestión de las grandes empresas y los sindicatos están presentes cuando se discuten las inversiones y el desarrollo?
«El Movimiento Obrero debe estar discutiendo la política de integración, para tener un Banco Unasur, moneda única, políticas de infraestructura en conjunto, políticas de construcción naval junto con Brasil y el resto de los países de la región»
-¿Extraña al Sindicato de Neumáticos?
-Afectivamente sí, en la práctica no, ya era una etapa superada, tuve dos periodos en el sindicato, del 88 hasta el 94, muy joven, con dos, tres elecciones, siempre en democracia sindical. En el 94 perdí, me fui a la fábrica y estuve hasta el 2000, en un proceso que sí fue un desafío porque después de la política del neoliberalismo fue un proceso de unidad para reconstruir el sindicato. Creo que haber logrado la participación en las ganancias del convenio de 2006 y 2011me deja satisfecho. De la experiencia anterior queda el acuerdo de la cláusula gatillo con la Cámara de Neumáticos durante 9 meses y la recuperación salarial, que hasta ahora no vi en ningún acuerdo de negociación colectiva de ningún lado. Salvo la experiencia de Smata que cada dos meses está discutiendo por la inflación, y es la que más protege el salario. En ese sentido me siento con la misión cumplida en el SUTNA y después del 2000 hasta el 2015, mas allá de que la voluntad de los afiliados dije que había que cerrar el ciclo, considero que también ahí hay un debate: ¿en el ejercicio del poder y tener el control hay que hacer de todo para sostenerlo? Mi opinión es no, menos en el ámbito gremial, por ahí sí en otros ámbitos, pero en el gremial donde somos los trabajadores el sujeto de cambio, de transformación. ¿Hay que usar «herramientas» como la droga, la falopa, el dinero, los recursos económicos, el alcohol, entre otro tipo de instrumento para coartar a los trabajadores, a los más jóvenes y llevarlos en determinada dirección? Yo de ese sindicalismo no quiero ser parte. Sea el sindicalismo más tradicionalmente burocrático, ligado a algunos sectores de los trabajadores del PJ o sea el de la izquierda trotskista que se anuncia revolucionario pero después aplica esa misma herramienta. De ese sindicalismo no quiero tener nada que ver.
-Si desde su gestión sindical se consiguió la participación en Ganancias, que hoy en tiempo de vacas flacas salariales, cotiza más que nunca. ¿Por qué no continuó en su sindicato?
-Es lo mismo que pasa con los gobiernos populares en la región, uno tiene que hacer los cambios en el contexto que está, con los compañeros que tiene, con la formación y los recursos que se tienen a mano. Creo que este intento de recuperación de un movimiento sindical político y social que apunte a la transformación tiene un límite en la propia realidad. Como lo han tenido los gobiernos populares en la región porque después tiene que estar el objetivo de a dónde vas. Y el objetivo, la utopía revolucionaria de principios de siglo a una sociedad libre de capitalismo, eso hoy no está, ni para la acción gremial ni para la acción política. Entonces vos tenés que llevar una propuesta a un nivel en el cual no se te plantea una situación que va a solucionar el problema del hambre, la miseria, la explotación, y en el caso gremial de crecer en los derechos. Estamos ahí con una limitación, es algo que hay que trabajar con mucha seriedad. Cuál es el movimiento sindical del futuro, cuáles son sus propuestas, ¿esto que decimos y anunciamos como propuestas transformadoras? Porque cuando las traducís al común, al diálogo sencillo, qué es lo que le planteás al trabajador, al laburante que te tiene que apoyar o no, solamente para pagar la cuota sindical, la obra social, los campings, los hoteles que la gente no lo usa, mantener el nivel salarial. ¿Cuál es el desafío, bueno ahí nos está faltando algo importante? Y también es el problema de la política porque lo sindical es secundario, lo que define es el nivel de la construcción política y a dónde querés llevar la sociedad.
-¿Sí a los bonos y sumas fija?
-Bonos y sumas fijas, sin ninguna duda que sí, no alcanza con las paritarias que solamente resuelve el sector que está regularizado. Es una parte importante. Ratifico lo del bono para todos los que están en el bajo nivel de salario y para los que están en las paritarias empecemos a hablar de participación en ganancias en serio. Vos tenés 500 empresas que ganaron mucha guita, ya salieron los comentarios sobre lo que repartió Telecom. ¿De 41 mil millones de mangos no puede repartir una parte de eso con sus trabajadores? Bastará con ver los balances para no quedarse con dudas.
-Nunca lo vi tan enojado.
-Estoy enojado porque hoy estamos en un lugar dónde se puede sacar cosas. Se lo planteé al presidente Alberto Fernández y él me dijo que él estaba de acuerdo. ¿Por qué no vamos por esto? ¿Por qué no vamos y avanzamos? Si no son ganancias extraordinarias, producto del coronavirus o del conflicto, son ganancias ordinarias, ganancias netas, libre de impuestos. Ganancias que después la empresa quiere repartir entre los asociados, bueno ¿por qué una parte no va a los laburantes?
-Mientras tanto un día, inexorablemente tiene 24 horas, y se aprecia que el Gobierno dispone la mayor parte del tiempo a su propia interna, incluso debatiendo su política salarial a través de los medios y con el 2023 a la vuelta de la esquina, no hay mañana.
-Lo que me asusta es que cueste hablar y reconocer que tenemos una inflación del 60% y que entonces eso justifica que a los sectores más postergados hay que darles, así como se les ha dado a los bancos y a algunas empresas, se hizo una asistencia al conjunto del tejido económico para sostenerlo en la pandemia. Bueno, en este momento hay un sector de la economía que funciona bien, un sector de los trabajadores, de las empresas que están bien, y hay otro sector que no. Ahí encontrás a los que están cobrando sueldos de miseria y que además lo que cobran no les alcanza, porque cuando va al supermercado enfrentan la realidad más dura. Bueno, a a esa gente hay que ayudarla, sí o sí. Esa es la cuestión. Y el otro lado, sobre la política salarial, creo que hay que sacarse de la cabeza de que hay política uniforme. La Argentina es muy compleja, son 5 países juntos, no podés tener desde un Gobierno Nacional la misma política salarial para todos, porque no es posible. El Estado tiene que tener una política salarial para el sector privado, otra para sectores que están en peor situación y ahí tenés que convocar una reunión mostrar los balances empresarios y decirles: «a ver muchachos ¿por qué no vamos a cumplir con el artículo 14 bis de la Constitución»?
-¿El día que la Argentina defina un impuesto al ego, pagamos la deuda externa e interna?
-Desde el punto de vista individual puede ser cierto y podría generar una fuente de ingreso importante, pero creo que el gran problema de la Argentina es que perdió el ego colectivo, y esto Lula lo dice: la Argentina perdió su voluntad de ser potencia. Argentina fabricaba transistores en la década del 60, Corea no lo hacía, y puedo enumerar 25 cosas que Corea no hacía y la Argentina sí. Entonces acá hay un problema que es la pérdida del ego colectivo, del proyecto como Nación. ¿Cuál es el papel que va a jugar ante la pérdida de tener ese ego, esa voluntad de construir y de hacer cosas en la mayoría de los dirigentes políticos? Y lo planteo sin hacer excepciones, porque digo cuando tenés a gremialistas que hacen lobby para las empresas y no tienen un proyecto como sindicato propio para lo que es la industria del calzado, la textil, la línea blanca, para esto o para o lo otro. Qué queda por esperar. Y además basta con escuchar a dos o tres empresarios, que sabemos cuáles son los intereses que buscan, por más honorables que sean, y siempre van a tener una visión parcial porque tienen que atender la emergencia, resolver su pequeña, mediana o gran empresa, cuáles son sus necesidades. El sindicato puede y debería estar más arriba de eso.