El comienzo de las paritarias de los petroleros –tras el pago de la última cuota del acuerdo por el bono de 24 mil pesos conseguido el año pasado- está signado por la moderación: los sindicatos piden entre 18 y 22 por ciento de aumento salarial.
Eso sí, lo que no negocian es el firme el reclamo que mantienen por modificaciones al Impuesto a las Ganancias que tributan.
La situación se deriva de un contexto que la hace previsible. En Neuquén, una de las cabezas de la negociación a través del senador Guillermo Pereyra, ya se había anticipado, en una multitudinaria asamblea, que había que dar prioridad al sostén de los puestos de trabajo. Se había hablado largamente de la crisis, y de aportar para sumar soluciones, por ejemplo, reduciendo el alto nivel de ausentismo en los yacimientos.
La crisis es la producida por la caída en el precio internacional del crudo, que –dicen- oscilará por un buen tiempo entre los 50 y los 60 dólares el barril. En Argentina, se paga 77 dólares, aunque es probable que no se pueda mantener mucho tiempo esa cotización. El problema es sostener las inversiones prometidas en Vaca Muerta, aunque será difícil que se mantenga el ritmo, ya que el precio desalienta a los no convencionales, que tienen costos más altos.
Mientras, se busca favorecer un nuevo impulso a los convencionales, y además, sumar más exploración y explotación de gas, el combustible que tiene recorrido ascendente en precios todavía en Argentina, que mantuvo su valor pisado durante 10 años, para no afectar la tarifa domiciliaria.
Los sindicatos petroleros mantendrán sí muy fuerte el reclamo para que el gobierno reduzca la presión del Impuesto a las Ganancias sobre los altos salarios del sector. Si logran un compromiso de que se reducirá el impacto subiendo el piso no imponible, compensarán con eso lo que resignan de reclamar como porcentaje de aumento.